En las últimas tres décadas han cambiado mucho, entre otras cosas, la política, las hinchadas de fútbol y el modo en que la sociedad se ve a sí misma.
El martes 30 de noviembre de 1982, en el Estadio Nacional de Santiago, Peñarol ganó por cuarta vez la Copa Libertadores de América contra el Cobreloa chileno, con un inolvidable gol sobre la hora de Fernando Morena. Dos días antes se habían llevado a cabo en Uruguay las elecciones internas de los partidos habilitados por la dictadura, y los resultados marcaron una dura derrota de los sectores identificados con el apoyo al régimen, encabezados por Jorge Pacheco Areco entre los colorados y por Alberto Gallinal Heber entre los blancos. En aquellos tiempos no era muy saludable salir a festejar triunfos opositores, pero en la noche del 30 una multitud reunida en 18 de Julio se sacó las ganas al corear la consigna: “Y llora / y llora / Pacheco y Cobreloa”, que sintetizaba dos felicidades (o tres, si tenemos en cuenta que se cumplían dos años del plebiscito de 1980 que rechazó el proyecto de reforma constitucional dictatorial, apoyado también por Jorge Pacheco Areco).
El martes de la semana pasada, cuando Peñarol logró el campeonato uruguayo 2012-2013 al derrotar 3-1 a Defensor Sporting, numerosos hinchas del ganador se volcaron a 18 de Julio y entre ellos hubo unos cuantas personas que aprovecharon la oportunidad para cometer diversos actos de violencia: además de enfrentarse con las fuerzas de seguridad, rompieron vidrieras, robaron mercaderías, incendiaron un kiosco de venta de periódicos y causaron daños a la sede de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Poco después, el director nacional de Policía, Julio Guarteche, afirmó en el programa Poder pensar, de Canal 20 (TCC, ver http://ladiaria.com.uy/UCr y http://ladiaria.com.uy/UCs), que esto último fue obra de “entre 200 y 300 individuos” organizados con motivos ajenos al festejo deportivo, y señaló que podía tratarse de integrantes de “grupos radicales”, que tienen la capacidad de actuar así y “ya lo han hecho en otras oportunidades”.
Según el jerarca policial, no se trataba de aquellos hinchas que muchos periodistas deportivos llaman “los inadaptados de siempre”, sino de otros inadaptados, no menos sempiternos pero pertenecientes a otra categoría, y que se delataron justamente por su manera de actuar, propia de esa categoría.
Durante la misma entrevista, realizada por el periodista José Irazábal, Guarteche dio otras muestras de su manera de concebir y “dimensionar” al “enemigo” de la Policía. Dijo que “la cantidad de delincuentes que hay es enorme” y que eso ayuda a entender “por qué las cosas están como están” Desde 2003 a la fecha, indicó, Policía Técnica tiene “registrados más de 40.000 ladrones, 8.800 rapiñeros, 3.300 homicidas” y “más de 300 copadores”, a los que hay que agregar, por ejemplo, “los narcotraficantes, que son miles”, y “en este momento hay 10.000 presos en las cárceles”, de modo que como el índice de reincidencia es mayor a 60%, “el resto está en la calle”, donde nos cruzamos con “miles de personas” que tienen “la mente puesta en cometer delitos”. Cuando Irazábal señaló que esas personas tienen “antecedentes delictivos”, apuntando a que eso no pone sobre ellos la etiqueta inmutable de “delincuentes”, el director nacional de Policía reiteró su referencia al índice de reincidencia que muestran las estadísticas, y aseveró: “Yo le aseguro que miles de ellos están en condiciones de cometer delitos si se les presenta la oportunidad”. Dicho de otro modo, afirmó que está en su naturaleza.
A partir de esta manera de concebir, clasificar y etiquetar al “enemigo” en cada categoría de “personas de interés” (“delincuentes”, “radicales”, etcétera) hay violencias “normales” y esperables, pero otras son “sospechosas”. Es probable que, desde ese punto de vista, la violencia de la Policía contra los hinchas sea considerada “normal”. ¿A quién se le ocurriría sospechar que hay “infiltrados de ultraderecha” entre el personal del Ministerio del Interior?