Hace 2.500 años, Roma se vio sacudida por una serie de huelgas llevadas a cabo por los plebeyos. Cansados de no obtener derechos, éstos se retiraron al Monte Sacro, dejando a los patricios sin su concurso para defender la ciudad. Durante un siglo recurrieron a la huelga, y de este modo, se hicieron visibles ante quienes detentaban el poder político. Hacerse visible a quienes piensan que el mundo sigue andando solo. Visibilizar a quienes lo sostienen ha sido un recurso para reclamar derechos a lo largo de la historia, y podría citar también el folleto del abad Sieyes en vísperas de la Toma de la Bastilla, cuando decía que Francia nada sería sin el Tercer Estado o, más acá, la importancia de los inmigrantes en la economía de Estados Unidos, por medio de la película Un día sin mexicanos.

Junio vio intensificarse la lucha de los docentes, quienes utilizaron la paralización de sus actividades como forma de protesta para reclamar un importante aumento salarial. Además de la huelga votada por los profesores de Montevideo y San José (algo que no se registraba desde 1993), los otros colectivos docentes llevaron a cabo un extenso paro de seis días sin precedentes en este siglo.

El motivo de esta nota no se centra en analizar el reclamo, sino contestar la pregunta de una amiga (reiterada en la calle y en las redes sociales): “¿Por qué esta huelga no ha sido popular?”. La pregunta es propia de cierto electorado frenteamplista, y también de un público más amplio que le molesta todo lo que le trastoca la vida cotidiana. Quizá haya que preguntarse, ¿cuándo una huelga fue popular? Veamos qué ha pasado desde la salida de la dictadura. Hubo allí una amplia simpatía a las movilizaciones de los sindicatos, descontando el obvio rechazo de aquellos que se sintieron cómodos con un régimen que había acallado a los trabajadores.Ya en el primer gobierno de Julio María Sanguinetti las huelgas empezaron a ser resistidas por la gran prensa y por una parte importante de los simpatizantes de los partidos tradicionales. Pero los militantes de izquierda entendían que la huelga era una manifestación natural del pueblo luchando por sus derechos. Así, se toleraban las molestias ocasionadas por la paralización, y no eran pocos los que iban caminando a sus trabajos, entendiendo que no debían colaborar con los rompehuelgas en el largo conflicto de trabajadores omnibuseros.

Esta simpatía empezó a fisurarse con las primeras experiencias de gobierno del Frente Amplio (FA), ya sea en la Intendencia de Montevideo (IM) o en la enseñanza, en épocas de la reforma impulsada por Rama, que contó con una amplia colaboración de técnicos vinculados al FA. El primer gobierno del FA generó un período de paz fomentado por un movimiento sindical que aún no tiene clara su independencia con respecto al partido de gobierno. Sin embargo, con el correr del tiempo, ni el mismo PIT-CNT pudo o quiso detener el incremento de las protestas.

¿Qué apoyo encontró la protesta derivada en huelga o paralización más o menos importante? En general ha recibido el castigo de la prensa (como casi siempre), pero también se han sumado a la crítica sectores que antes se mostraban proclives al apoyo, como es el caso de algunas murgas. Cuando se trata de reclamos desde el sector público, se sospecha del intento de sectores de izquierda extrafrentista para desprestigiar al gobierno. De allí que si antes las huelgas eran deslegitimadas bajo la acusación de ser llevadas adelante por “comunistas” ahora son obra de “radicales”. Pero las medidas de los sindicatos no son el fruto de “radicales” sino que responden a condiciones concretas de vida de los trabajadores.

La falta de apoyo de muchas de las protestas sindicales puede verse influida por errores propios de los sindicatos que las llevan a cabo, pero no exclusivamente por eso. Hoy vemos un fuerte rechazo sobre esta medida que era natural entre los sectores más conservadores, pero que ha permeado cada vez más al electorado frentista, incluso entre “formadores de opinión”, contertulios o aun sindicalistas (sorprenden las declaraciones de dirigentes sindicales cuestionando medidas de otros gremios. Como ejemplo, ver la diaria del 03/07/13). Sin embargo, la marcha del último viernes de junio involucró a muchos que, sintiéndose frentistas, no confunden gobierno y reclamos.

El derecho de huelga es una conquista esencial, que ha logrado que los trabajadores puedan luchar por mejores condiciones de vida. Siempre habrá sectores que se opongan a ese derecho, pero no cabría esperarse eso desde una sensibilidad de izquierda. La defensa de una vida cotidiana sin sobresaltos era presentada en 1980 en carteles en los que un veterano tomaba mate. Arriba, una leyenda invitaba votar por el SÍ con el argumento de “Nuestra gente quiere vivir y trabajar en paz”. Pero la democracia es otra cosa.