El Comité Ejecutivo Nacional colorado (CEN) aprobó el lunes, junto con las autoridades blancas, una propuesta para la fundación de un nuevo partido, con la intención de sumar fuerzas contra el Frente Amplio (FA) en las próximas elecciones departamentales de Montevideo (ver http://ladiaria.com.uy/UDC). La parte de esa propuesta que lleva por título “Bases programáticas” tiene diez puntos que suman 1.654 caracteres, un poco menos que los necesarios para una docena de mensajes en Twitter.

Se podría pensar que tanta brevedad demuestra la capacidad de los integrantes del CEN para explicar en pocas palabras cuestiones complejas, pero basta leer el texto para darse cuenta de que sólo son diez títulos para otros tantos capítulos ausentes.

Algunos ejemplos bastan. En el punto 5 se menciona un “ordenamiento territorial que procure un desarrollo armónico del departamento, atendiendo a cada zona según sus características singulares”, pero no se indica qué es lo que se quiere desarrollar ni qué factores habrá que armonizar, de qué zonas se habla, cuáles son sus características ni de qué modo está previsto atender cada una de ellas. En el punto 6 se promete una “mejora sustancial en la calidad de los servicios de la Intendencia y los municipios, asegurando un efectivo e igualitario acceso en todos los barrios y zonas”. Y en el 9, un “fortalecimiento de los municipios, dotándolos de recursos y medios para la gestión”. Todo eso costaría, obviamente, cierta cantidad de dinero, al igual que la “solución de los problemas más graves que padece el departamento, como recolección de residuos, limpieza y disposición final, transporte, tránsito y desarrollo urbano”, que se menciona en el punto 1. En el punto 7 se prevé un “aumento gradual de la inversión pública y privada en el departamento, que se traduzca en más y mejores obras”, pero en el punto 4 queda establecido el compromiso de “no poner más impuestos a los montevideanos”. ¿De dónde saldrá la plata para alcanzar tales objetivos?

Cabe sospechar que detrás del decálogo colorado no hay realmente un estudio de la problemática de Montevideo, ni una identificación de sus principales causas, ni hipótesis y planes para resolverla, sino que estamos ante el mínimo decorado retórico que se creyó necesario para presentar una operación crudamente política. El secretario general colorado, Max Sapolinsky, dijo ayer en el programa En Perspectiva, de El Espectador, que estos diez puntos programáticos son sólo “grandes lineamientos” para lograr un acuerdo, que luego se definirá junto con el Partido Nacional “un programa más profundo”, y que después “cada uno de los candidatos” del nuevo partido “va a dejar sentada su impronta”. O sea que la mayoría de los dirigentes del Partido Colorado han decidido apostar a que junto con los blancos puede haber chance de derrotar al FA en 2015, y que después se verá.

Los riesgos de tal apuesta son altos, y varios han sido señalados por la minoría de la dirigencia que se opone al acuerdo. Por un lado, si la candidatura blanca que se presente al amparo de la coalición resulta más votada (según la última encuesta de la empresa Cifra, el Partido Nacional duplica al Partido Colorado en intención de voto en Montevideo), este acuerdo puede colocar a la parte montevideana del Partido Colorado en una incómoda situación de subordinación. Por otro, debilita la diversidad interna colorada, ya que todos deberán alinearse detrás de la postulación que defina el bordaberrismo, en un período en el que su predominio parece simbolizar el fin de las tradiciones identificadas con el batllismo y coartar la posibilidad de una mayor acumulación colectiva. Por último, pero no menos importante, revigoriza la identidad de los frenteamplistas, al obsequiarles un escenario polarizado en el que la ciudadanía montevideana deberá optar entre el actual oficialismo y la suma de todos los colorados y blancos, desde los más presentables hasta los de peor imagen. Un escenario que hará muy difícil para los adversarios del FA volver a levantarse, si éste vuelve a ganar.

Es probable que los impulsores del nuevo partido se hayan visto alentados por la difusión de una encuesta reciente de Cifra, según la cual 48% de los montevideanos consultados dijo que desaprueba la gestión de Ana Olivera, mientras que sólo 30% la aprueba. Pero, entre quienes desaprueban la gestión de la intendenta, 31% declara desde ya su intención de votar al FA en las próximas elecciones nacionales. En otras palabras, la baja popularidad actual de Olivera (que puede considerarse injusta, pero que existe) es un fenómeno extendido entre personas que, aunque desaprueban su gestión, mantienen su identificación con el FA y no se proponen votar en blanco. Debe tenerse en cuenta además que, en una encuesta específica sobre las elecciones departamentales de 2015 en Montevideo, Cifra registró que 50% de los entrevistados no están dispuestos a votar a una coalición de blancos y colorados. Luis Eduardo González, director de la empresa, dijo el miércoles a dirigentes de los lemas tradicionales, en la sede de la Fundación Konrad Adenauer, que la posibilidad de que esa coalición sea competitiva dependerá de su capacidad para “mostrar algo diferente”. Y eso no se arregla con unos tuits.