La oportunidad, el alcance y la temporalidad de la focalización de las políticas públicas es un debate teórico que ha estado instalado en el transcurso de estos años de gestión del Frente Amplio entre los técnicos y profesionales que conforman los equipos asesores; y el gobierno, por la vía de decisiones políticas, ha venido tomando postura.

Para Daniel Olesker, titular del Ministerio de Desarrollo Social, la clave de una política focalizada es que “cuando una persona salga de la situación de focalización encuentre en el resto de las instituciones una matriz de protección: la Administración de los Servicios de Salud del Estado, la UTU, la escuela pública”. “Somos muy contrarios a las políticas focalizadas cuando éstas no se alinean a las universales. Me convencí de que el problema entre lo universal y lo focalizado es de la academia y no de la política pública, que hace las dos cosas, y bien o mal las integra”, afirmó.

Uno de los cuestionamientos a los programas focalizados apunta a que su prolongación en el tiempo puede estigmatizar los territorios o los sectores de la población a los que están dirigidos. “Si vas, los estigmatizás, si no vas, se mueren de hambre, y si vas a ofrecerles políticas universales, ¿qué les vas a ofrecer? ¿Que vayan a la escuela o el liceo público? No van a ir. 35% de los beneficiarios de Jóvenes en Red están en la educación formal después de muchos meses. No fueron y les dijeron ‘tenés que ir al liceo’. Les ofrecieron un taller, después fueron a tocar el tambor, después a hacer pileta y recién después, al liceo”, señaló.

Consultado respecto del Plan Siete Zonas, admitió que su implementación contiene “riesgos de prolongar la focalización” pero que “la clave” es poder lograr en plazos cortos ese tránsito hacia las políticas universales. Desde el Ministerio del Interior, Marcelo Barzelli, responsable de la Unidad de Comunicación, indicó que una política focalizada no debe alcanzar el punto de la estigmatización. “Sería la deformación populista de una política social. Por eso hay que trabajar por objetivos, cumplirlos y retirarse”, indicó.

Carmen Midaglia, doctora en Ciencia Política y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, señaló a la diaria que a menudo se consideran únicamente políticas sociales aquellas que se dirigen a sectores excluidos o marginados, pero que en realidad se trata de las destinadas a la redistribución de la riqueza, como las políticas laborales.

Según aportó, en la década del 70 primaba una visión “desarrollista” que entendía al subdesarrollo y la desigualdad como parte de un proceso que iba a superarse, aunque también había quienes pensaban que éstos eran parte de la estructuración capitalista y que para superarlos se necesitaba un cambio estructural. En relación a lo ocurrido después del 27 de junio de 1973, la especialista destacó que si bien no existió una baja considerable del gasto público, sí hubo una redistribución de éste. En líneas generales, Midaglia concluyó que los servicios se deterioraron visiblemente durante la dictadura y que en la salida democrática el país enfrentó algunos desafíos para que la clase media no huyera hacia los servicios privados, muchas veces sin éxito.

Además indicó que una vez que los servicios se deterioran son muy difíciles de restaurar, principalmente porque entran en conflicto demandas de varios grupos de presión como los sindicatos, los usuarios, y en el caso de la dictadura, también los grupos de personas que fueron alejadas de sus lugares de trabajo. Otra de las dificultades para la recuperación fue que no alcanzaba con recuperar la calidad de servicios de 1973, sino que había que adaptarse a nuevas realidades de un mundo cada vez más globalizado, y con los pocos recursos con los que contaba Uruguay, esto se tornaba aun más complicado.

Sin embargo, apuntó que con la salida democrática se introdujeron nuevos conceptos que establecieron, con más adeptos, que hay un proceso de exclusión y de pobreza que es un ingrediente propio del sistema, al mismo tiempo que se disolvieron las alternativas que proponían suprimir este sistema de acumulación y producción. Desde el desarrollismo de ahora las políticas públicas pretenden la integración, lo que implica cierto grado de redistribución de la riqueza dentro del marco capitalista y en contacto entre los distintos sectores.

Midaglia señaló que la recuperación tuvo costos por las políticas relativamente universales y de calidad, principalmente en educación y salud. “La orientación de la reforma discursiva y política que operó en la década del 90 fue la de hacer únicamente políticas focalizadas, con la trampa discursiva de esta orientación promercado. En términos de equidad se podría acordar el refuerzo de las políticas dirigidas a aquellos que más lo necesitan, pero ésa es la gran mentira política, que ya está comprobada empírica y cuantitativamente, porque cuando se focaliza siempre se va a recortar”, señaló la investigadora. En esta línea, indicó que en tiempos de crisis siempre se recortan las políticas de las que se benefician los sectores menos favorecidos porque son los que tienen menos poder de presión: “Siempre es más fácil agarrarte con las políticas sociales no contributivas, como las asignaciones familiares y el Plan de Equidad, que en total son 0,7% del Producto Interno Bruto, y no con las cosas más complicadas”, remató.

Midaglia sostiene que el discurso neoliberal permeó la academia y la política, y no solamente a los más “proliberales” sino a toda la izquierda. Respecto de las políticas sociales de los últimos años, señaló que “se opacó” la idea de pensar en un sistema de protección y se pasó a pensar “en programitas”, estrategia a la que define como “programitis”.