El 30 de abril de 2013 quedará guardado en la memoria por ser la primera vez que se celebró el Día del Trabajador Rural en Uruguay. Es un hecho que, sin lugar a dudas, tuvo un impacto simbólico, entre otras cosas debido a la presencia del presidente José Mujica durante la celebración. Más allá de lo anecdótico, el tratamiento parlamentario de la Ley 19.000 (que consagra el Día del Trabajador Rural el 30 de abril de cada año) dejó en evidencia algunos problemas de claridad conceptual. El debate puede ser consultado en el sitio web www.parlamento.gub.uy .
También para la generación y el manejo de información, la utilización de categorías tales como “trabajador rural” o “asalariado rural” plantea algunas impresiciones que dificultan el avance de lo conceptual a lo operativo y se suman a la coexistencia de fuentes diversas de información, que parten de definiciones distintas o incluso trabajan sobre unidades de análisis diferentes.
Con el propósito de avanzar hacia una delimitación más precisa del colectivo que nos ocupa, definiremos como trabajadores rurales a aquellos que realizan un trabajo, por el cual obtienen un salario, en alguna actividad agropecuaria. Esta opción implica dejar afuera al trabajo independiente, como puede ser el caso de la producción familiar.
Al mismo tiempo, la opción de centrarnos en las tareas nos permite incluir dentro del colectivo a los sujetos que residen en ciudades (más o menos pobladas) pero trabajan en el sector agropecuario, evitando otra tendencia que genera confusiones: hacer equivalente lo rural con lo que el Instituto Nacional de Estadística (INE) registra como población dispersa.
Así delimitada la población de trabajadores rurales, es posible estimar su número en unas 88.184 personas, según los datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2011 del INE. Ahora bien, los asalariados de la ganadería conforman casi la mitad del total de asalariados del sector y superan los 40.000. Sin embargo, durante los últimos años se ha destacado el fuerte crecimiento del número de asalariados en dos actividades: fruticultura y forestación. En 2011 los asalariados en estos rubros eran 13.600 y 9.500, respectivamente.
Por otra parte, los datos evidencian que más de 80% de los trabajadores del sector agropecuario son hombres, aunque hay diferencias muy marcadas según los rubros y el tipo de tareas. En las actividades de granja y fruticultura es en las que hay mayor participación relativa de mujeres: 30%, aproximadamente. En cambio, en la forestación y la agricultura la participación femenina es más baja y no supera el 10%, mientras que en la ganadería es 14%, aunque en este último caso las mujeres fundamentalmente desempeñan tareas de cocina y servicio doméstico.
En otro orden, y según el lugar de residencia, encontramos que la mayoría de los asalariados viven en el medio rural disperso (44%) o en localidades del interior, pero con población menor a 5.000 habitantes (15%). Sin embargo, hay un 37% de asalariados que viven en ciudades con más de 5.000 habitantes (siendo incluso ciudades capitales departamentales) y 5% en Montevideo. Es evidente que los cambios en la producción agropecuaria han modificado sustancialmente el perfil de los trabajadores del sector. Por más que todavía en la ganadería persiste un 60% de asalariados con residencia rural dispersa, esto no ocurre de la misma manera en los demás rubros. En tal sentido, la residencia en localidades mayores a 5.000 habitantes (incluyendo Montevideo) ha alcanzado niveles bastante significativos, llegando a ser prácticamente 70% en la forestación, 58% en la fruticultura y 50% en la agricultura.
Actualmente se están negociando en los Consejos de Salarios Rurales (convocados por primera vez en 2005) las nuevas pautas salariales y condiciones de trabajo del sector. La negociación se lleva a cabo en tres grupos: ganadería y agricultura; actividades de granja y fruticultura; y forestación. Por eso, es relevante presentar información relativa al nivel de ingresos de este conjunto de trabajadores, generadores de buena parte de la riqueza nacional. A modo de ilustración, vale señalar que según los datos de la ECH 2011, 9,5% de los trabajadores rurales había percibido ingresos inferiores a los fijados por la línea de pobreza que construye el INE. En las próximas columnas de Revienta Caballos se abordarán algunas dimensiones vinculadas a esta presentación, escueta e inicial, de lo que alguna vez Yamandú González Sierra denominara “los olvidados de la tierra”.