Las elecciones nacionales y las departamentales comenzaron a realizarse separadas en 1999 y 2000. Previo a esa reforma electoral, se votaban todas las autoridades elegibles del país el último domingo de noviembre, cada cinco años. Luján opina que el proceso electoral uruguayo "es largo". "Entre el lanzamiento de las precandidaturas y la elección departamental transcurre como mínimo un año y medio", constató. Consultado sobre la utilidad de la elecciones intermedias, que existen en Argentina, y si podría ser una reforma aplicable a Uruguay, el politólogo explicó que "el no tener elecciones intermedias, permite que transcurran otros tres años y medio sin campaña electoral ni elecciones". "Incorporar elecciones legislativas intermedias podría aliviar en parte eso, pero a la vez podría tener consecuencias importantes sobre la gobernabilidad y sobre la competencia política. Evaluar la gestión del gobierno está muy bien, pero a la vez si la evaluación no es buena y el gobierno pierde apoyo electoral, se enfrenta a un panorama muy complicado de tener que gobernar durante dos años con un legislativo que no controla, y con su mismo partido en una perspectiva compleja para la siguiente elección presidencial", añadió Luján. Además, considera que la separación de las elecciones departamentales, y ahora también municipales, de las nacionales "fue una forma de otorgarle mayor relevancia a los temas propiamente departamentales, que anteriormente quedaban en un segundo plano detrás de la campaña nacional. Volver a unificar las elecciones para ambos niveles podría ser un retroceso en términos de la autonomía de los asuntos propiamente departamentales" y además "podría tener consecuencias políticas imprevistas, pues volvería a atar la suerte de los candidatos locales a la del desempeño nacional de sus respectivos partidos", dijo.

La rereelección

Consultado sobre si la probable reelección presidencial de Tabaré Vázquez tiene algo en común con otras reelecciones de mandatarios progresistas en América Latina, como la de Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Michele Bachelet en Chile, entre otros, Luján cree que "no tiene nada que ver". Para él, "la oleada de reformas reeleccionistas antecede temporalmente al 'giro a la izquierda' en la región. En Argentina la inauguró Menem, y en el Perú Fujimori, por poner como ejemplo a dos presidentes que nada tenían de progresistas. En realidad, el fenómeno de la reelección presidencial es parte de un proceso más largo y profundo que se explica por el creciente papel de los presidentes latinoamericanos de un tiempo a esta parte. El fenómeno del llamado 'hiperpresidencialismo' implica que la figura del presidente excede el rol que constitucionalmente se le asigna para pasar a ser una figura casi mítica, que está por encima de los poderes formales y las instituciones. Es el rasgo principal de lo que Guillermo O’Donnell denominaba 'democracias delegativas', propias de los regímenes latinoamericanos", explicó Luján. "Dado que el presidente reúne esas características, no es extraño que -si goza del apoyo popular- intente reformar las reglas para garantizar su continuidad en el cargo", agregó, en referencia a varios mandatarios que propusieron reformas constitucionales para mantenerse en el poder. "El fenómeno de la reelección presidencial responde más a una cuestión de racionalidad estratégica que a cuestiones más coyunturales, como el predominio de un cierto tipo de gobierno en la región", aclaró luego.

Existe una diferencia entre el proceso uruguayo y el de otros países, porque la Constitución de Uruguay no permite la reelección inmediata. Para Luján "la reelección inmediata", como sucede en Argentina o en Brasil, "permite al partido de gobierno solucionar el problema de la sucesión, y a la vez aprovechar la popularidad del presidente en ejercicio para 'asegurar' la siguiente elección". Por el contrario "la reelección no inmediata", como en Chile o Uruguay, "permite al partido de gobierno -siempre que cuente con un ex presidente con amplio apoyo popular- tener un capital político de reserva. En la medida en que las expectativas del resto de los agentes políticos y de los ciudadanos no cambien bruscamente, un ex presidente popular puede ser un excelente candidato para cualquier partido. Ésta es la razón por la que vemos que tantos ex presidentes son reelegidos para ocupar nuevamente el cargo", expresó, pero "esto tiene consecuencias para la renovación de los elencos gobernantes, porque a la vez esos ex presidentes impiden el ascenso de nuevas figuras".

Vinagres

Luján opinó que la falta de renovación en los partidos políticos uruguayos “no es un problema exclusivamente de Uruguay”, aunque “probablemente el grado en que se manifiesta sea mayor que en otros países”. Para el politólogo existen dos explicaciones posibles para el problema, según desde dónde se lo analice. “¿No hay mayor recambio porque no hay espacio para nuevos candidatos, o éstos no son capaces de ganárselo?, ¿O no hay mayor recambio porque en realidad la gente no demanda nuevos candidatos?”, se preguntó el politólogo al respecto. “Los candidatos jóvenes no miden bien en las encuestas de opinión pública, quizás con la única excepción de Luis Lacalle Pou” (Partido Nacional). Entonces “puede haber un problema de demanda, porque políticos jóvenes existen y son visibles para la opinión pública. La gente los conoce, pero no los menciona como una opción para disputar la presidencia”, agregó. Por el contrario “si los candidatos más jóvenes tuvieran más espacio en lugares destacados, es probable que la gente confiaría más en ellos para competir por la presidencia”.

Para Luján el “recambio generacional” no es el único que debe incluirse, porque “hay otras formas de recambio igualmente valiosas, por ejemplo de género y de extracción social”. Finalmente opinó que “habría que analizar un poco más detenidamente qué se quiere decir cuando se demanda mayor recambio. Una tasa de recambio exageradamente alta, por ejemplo en el Parlamento, podría ser muy perjudicial para la calidad de las leyes que allí se sancionan. La labor parlamentaria requiere de un amplio conocimiento y experiencia. Si los legisladores rotaran permanentemente no se llegaría a conformar una masa crítica de parlamentarios que conozcan su trabajo, lo cual resulta indispensable para tener una legislación de calidad”, concluyó el politólogo.