Ya hace diez años de 2004. En esta década, sólo parece haber habido dos cambios relevantes en el sistema de partidos: la victoria del Frente Amplio (FA) por primera vez en la historia y la desaparición del Foro Batllista, la formación política más formidable de la década anterior. La política uruguaya ha sido en estos años extraordinariamente estable.
En todos los momentos de la última década fue cierto lo siguiente: el partido más grande es el FA, luchando por llegar al 50% que le permitiría ganar en primera vuelta y dominado por tres sectores grandes, con sus respectivos líderes: el MPP (o en su versión ampliada, Espacio 609), liderado por José Mujica; Asamblea Uruguay (o en su versión ampliada, Frente Liber Seregni), liderado por Danilo Astori; y el Partido Socialista, no oficialmente liderado pero fuertemente influido por y cercano a Tabaré Vázquez. El segundo partido más grande es el Partido Nacional, que aspira a llevar al FA a una segunda vuelta, y está en disputa entre Jorge Larrañaga y la familia Lacalle. Y el tercer partido es el Partido Colorado, pequeño pero resiliente, dominado por Pedro Bordaberry y con pequeñas minorías algo menos derechistas.
Este breve repaso parece trivial y obvio, y en parte lo es porque en Uruguay todo el mundo sabe que las cosas son así, y que ésta es casi la idea platónica de la política uruguaya. Cuando hablamos de política, hablamos de este modo específico de la relación de fuerzas entre estos actores particulares, y de nada más. Y con algo de razón, ya que a veces parece que las cosas fueran a seguir así para siempre.
Y sin embargo, es necesario que cambien. No digo necesario en un sentido moral, sino queriendo decir que es imposible que esto no ocurra, y de hecho, es imposible que no ocurra pronto. Si nos hubiéramos preguntado en 2006 o 2008 sobre el futuro del sistema de partidos uruguayo, seguramente hubiéramos pensado (o eso creo, con el diario del lunes) que las cosas iban a seguir como estaban. El FA marcaba más o menos bien en las encuestas, la economía crecía, ¿qué razón había para que las cosas cambiaran? Si nos preguntamos hoy, en cambio, ya no podemos pensar lo mismo.
Si bien hoy la economía sigue creciendo, ahí se detienen las razones para pensar que todo seguirá como está. Para empezar, la biología. En 2019 Astori, Mujica y Vázquez van a tener 79, 84 y 80 años respectivamente. Si bien la longevidad no es un defecto, sería extraño que tres hombres de semejantes edades siguieran dominando al partido más grande del Uruguay. Segundo, los partidos en sí. El PN y el PC decidieron competir en un único lema en Montevideo (el nuevo Partido de la Concertación), creando por primera vez desde 1971 un lema nuevo capaz de disputar cargos ejecutivos relevantes; mientras, el FA no tiene ya su ímpetu de hace diez años y su proyecto político se encuentra crecientemente desdibujado. Tercero, la estructura económica y social. El Uruguay que crearon los gobiernos del FA no es el mismo que el que creó la victoria del FA, y no es necesario ser un marxista ortodoxo para pensar que esto va a tener un efecto sustantivo en la política partidaria.
Predecir cambios importantes, entonces, no es un ejercicio de futurología infundada, ya que en un sentido esos cambios ya ocurrieron, y lo que queda es saber qué es lo que van a desencadenar. Y ése es el terreno en el que podemos especular más o menos informadamente. En las notas que siguen se van a decir muchas cosas como “no se sabe”, “no se puede predecir”, “no podemos decir con certeza”, y eso se debe a dos cosas: primero, a la conocida incapacidad de los científicos sociales para predecir el futuro; y segundo, a que se vienen tiempos políticamente más inciertos que éstos, y eso ya es en sí una predicción. Se acaba la lenta tranquilidad política de la última década.
Pero se puede especular un poco más allá de ello. ¿Qué va a pasar en el corto plazo con la relación de fuerzas entre los partidos? ¿Qué efectos podrían tener estos cambios, por ejemplo de perder el FA las mayorías parlamentarias? ¿Qué futuro tiene el Partido de la Concertación, y qué podemos esperar en general de la parte derecha del sistema de partidos? ¿Qué puede pasar con la correlación de fuerzas interna del FA? y, ¿qué factores estructurales, externos a la política partidaria, van a trazar las líneas de la lucha política en el mediano plazo? son algunas de las preguntas que nos haremos en las próximas semanas.