¿Qué pretende esta inquieta muchachada pequebú que pedalea en la rambla y lagartea en el Polonio? ¿Qué pretenden estos ofuscados oligarcas que se apean del caballo para montarse en la 4x4? ¿Por qué no les sirve el proyecto Aratirí? ¿Quieren eternizar la pobreza? ¿Matar a la gallina de los huevos de hierro?
Estimados oligarcas y pequebúes: despreocúpense del país que habitarán sus nietos y nietas. El Poder Ejecutivo y la subsidiaria de la transnacional Zamin Ferrous se harán responsables del futuro de una inmensa área del territorio uruguayo a fin de mes, “cuando firmen los contratos por ahora secretos que habilitarán la extracción de hierro en Durazno y el paso del mineral por otros cuatro departamentos”. El ministro Roberto Kreimerman aseguró que “se han elevado las exigencias ambientales” y de “transparencia”. Así que, por un par de semanas, mientras se desconozcan los detalles, la confianza de cada cual en el proyecto quedará librada a “la veleidad de los hombres” y no a “las garantías del contrato”, como dijo un oriental del Uruguay viejo y sabio apodado Pepe.
Imaginate este país dentro de 30 años, cuando la extirpación de todo el hierro de las cinco minas a cielo abierto en Valentines haya servido para financiar, como se anuncia, mejoras en la educación, la salud, la energía, la seguridad. Imaginate que en ese lapso se crearán fuentes de trabajo para los miles de mineros que quedarán cesantes entonces. Imaginate minas, vertederos de residuos rocosos y un ducto hacia un nuevo puerto en la costa atlántica, todo eso tan bien hechito que no habrá mayor contaminación de aguas fluviales, freáticas y marinas, aire y suelos, por contacto o en forma de lluvia ácida. Todo tan limpio que los cultivos, la ganadería y otras actividades productivas locales sobrevivirán. Imaginate que, una vez extraído el hierro, se rellenarán las 400 hectáreas de cráteres de cientos de metros de profundidad.
Seguí imaginando. Porque a la recaudación prevista se le debe deducir la anunciada exoneración del IVA, el Impuesto al Patrimonio y eventuales aranceles. Aratirí tampoco pagará el agua que consuma y se le rebajará 66% la tarifa eléctrica. ¿Acaso el precio del hierro se mantendrá constante durante 20, 30 años? ¿Y los cráteres? Nunca se rellenan: la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos estimó en 2008 que “devolver las rocas residuales a la cantera duplica el costo del vertido, un factor crítico en las ganancias”. ¿Qué se podrá hacer ahí? ¿Un parque de rock climbing? ¿Torneos de clavado de altura? ¿Cría de cabras? ¿Cómo sufrirían la tierra, el aire y las aguas si cayeran allí lluvias como las de estas semanas?
Las compañías mineras suelen caracterizarse por su irresponsabilidad social y ambiental: no pocas financian guerras civiles y dictaduras, recurren al trabajo esclavo o en condiciones inhumanas y descuidan la biodiversidad y la salud de la población local. Legisladores de Europa, África, el Caribe y el Pacífico coincidieron el año pasado en que “la opacidad de los contratos mineros permite manipular a Estados débiles e ignorar los controles parlamentarios”. Las empresas, añadieron, prefieren exportar todo el mineral “a granel o concentrado”, con mínimo valor agregado.
Dirás que tenés confianza en el Estado uruguayo y sus controles parlamentarios. Y te tranquilizará que el ingeniero Fernando Puntigliano apadrine el proyecto. Una persona de bien, de izquierda, seria. Un tecnócrata competente con sensibilidad política. El jefe que te gustaría tener. Un gerente que no escatimaría en gastos ante cualquier señal de contaminación. El caudillo de la revolución minera mundial progresista. Pensalo: si fuera así, ¿cuánto duraría al frente del proyecto? ¿20 años? ¿Y si Zamin Ferrous termina vendiendo Aratirí, como se desembarazó en 2010 del proyecto Bahia Minerals, de Brasil?
No importa. El Poder Ejecutivo se aferra al plan fijado con un secretismo prepotente. La organización Uruguay Libre recoge firmas para convocar un plebiscito contra la megaminería, pero, según la última encuesta de la consultora Cifra, 55% de los entrevistados de todo el país y 54% de los del área afectada apoyan a Aratirí. Aunque se desconozcan los términos del contrato, pesa mucho la palabra de un gobierno que sigue la corriente mundial: la consultora InfoMine Inc., con sede en Vancouver, contabilizó más de 150 minas a cielo abierto activas en todo el planeta, de las cuales 11 están en Brasil y cuatro en Argentina. En 21 de esas minas se extrae hierro.
Cualquier país en desarrollo vive pendiente de la idea brillante que lo saque de pobre. Uruguay abrigó unas cuantas quimeras, autóctonas o de inspiración foránea: el corned-beef, los cueros, la remolacha, los tops de lana, los arándanos... En años recientes, con inversiones descomunales, los eucaliptos, la celulosa, los transgénicos... Ojalá que todo sea para bien, que todos en Uruguay terminen ricos y sanos. Ojalá que el país no se vea dentro de 20 o 30 años llorando como la lechera del cuento al caérsele el cántaro. Mirá si la pobre se da cuenta entonces de que la leche estaba podrida.