“La relación entre religión y política es tan antigua como la humanidad”. Con esa premisa, Álvaro Silva Muñoz, militante del Partido Socialista (PS), abrió el encuentro sobre el tema en la sede de su sector, la tarde del sábado. Continuó: “Las religiones, de alguna manera, se proponen dar algunas visiones del mundo, de la historia, de la humanidad; y la política, en parte, también”, invitando a los participantes a sumergirse en el diálogo convocado por el Centro Socialista Sara Justo del PS. Opinó que la actividad era pertinente por “acontecimientos en este último tiempo” y que “es relevante” que un partido reflexione sobre todas las dimensiones de la vida de las personas, incluyendo a la religión.

El sociólogo Néstor da Costa señaló que Uruguay es el país de la región con menor cantidad de creyentes y que la distribución de estos entre distintos credos crea un escenario “un poco diferente”, al tiempo que la expresión de lo religioso está atravesada por la laicidad y una confusión entre “espacio público” y “Estado”. “En Uruguay tendemos a ver lo público y lo estatal como una única cosa”, de modo que “se restringen libertades a los ciudadanos” y hay una visión negativa de las “manifestaciones de lo religioso en el espacio público”.

El magíster en historia Álvaro García Alonso se detuvo en algunos aspectos del proceso de secularización uruguaya que influyeron en una concepción de la laicidad. Señaló que ese proceso se aceleró en las presidencias de José Batlle y Ordoñez, quien buscó “quitar la religión y las manifestaciones religiosas del espacio público”, por ejemplo al retirar, en 1906, los crucifijos de los hospitales. Ese mismo año, el escritor y político uruguayo José Enrique Rodó debatió con el abogado Pedro Díaz, quien apoyaba el retiro de los símbolos religiosos de los centros de salud. Según García, Rodó sostuvo que “eliminar por completo a la religión del espacio” era “una política jacobina” y que “no se podía negar un hecho que era algo natural en los seres humanos como el acontecimiento religioso”. “Ese debate continuó en Uruguay” hasta hoy, apuntó García.

El sentido de la laicidad

“La religión y las políticas son calles que a veces chocan o se cruzan. En general dialogan, creo que más que antes”, aunque hay “desigualdades a corregir” que se producen “como reflejo de la sociedad y su dialéctica de jerarquías culturales tácitas, casi nunca cuestionadas y presentes desde los orígenes estatales”, expresó Susana Andrade, mae umbandista y dirigente política. Andrade sostuvo que religiones minoritarias, como la umbandista, están en “resistencia cultural permanente”. “Muchas veces tenemos temor de expresar que somos religiosos por una especie de censura social”, que los presenta “como como no izquierdistas en el caso de que lo seamos, fantasiosos o medio delirantes”, dijo. Añadió que Uruguay debería apostar a una “laicidad inclusiva”, que permita a todas las personas expresarse con la misma libertad.

“El problema es que la gente de afuera ve al judaísmo como una religión, y no lo es”, afirmó Ernesto Kreimerman, director de Televisión Nacional del Uruguay, antes de comenzar su intervención, en la que también abogó por un cambio en el enfoque de la laicidad. “Tenemos una laicidad que la compramos como muy completa y muy perfecta, pero, como toda cosa humana, es tremendamente imperfecta”, opinó. Agregó que es necesario incorporar la mirada de las minorías. “El debate central de la sociedad” responde a las mayorías, pero “hay que sentarse del lado de las minorías y pensar qué tanto las hemos integrado”, propuso. Indicó que ve importantes diferencias en el reconocimiento de las comunidades religiosas por parte de la sociedad uruguaya, así como pautas culturales fuertemente enraizadas, por ejemplo en el lenguaje, con expresiones peyorativas sobre la comunidad judía.

El pastor valdense Hugo Armand Pilón apuntó que los uruguayos “nos debemos una reflexión muy profunda sobre la fe y la cultura”, ya que “hay una tensión que nunca termina de resolverse” y “se gestiona siempre con diálogo en un movimiento permanente”. Opinó que la sociedad uruguaya está en un proceso de “visibilización y reconocimiento” de grupos de personas “tradicionalmente negadas, culpabilizadas y flageladas” por su etnia o clase social, y de las mujeres, niñas y niños en general. Son avances, pero han despertado una oposición que “surge básicamente de posiciones de carácter fundamentalista”, con motivo del “comienzo de la campaña electoral”, comentó.

El sacerdote salesiano Leonardo Burone dijo que es absurda la dicotomía entre religión y política, porque tienen muchos puntos en común, entre ellos la preocupación por una mejor calidad de vida para las personas. “Pienso en mi gente [del barrio Casabó] y en lo que día a día sufre y plantea de dolor y de hambre”, y “digo ‘este es mi pueblo y esto es la religión’”, afirmó. “No entiendo otra forma de religión que no sea la de un Dios que me habla desde mi gente, y con algo de eso tiene que ver la política”, añadió. Para Burone, “Dios nos habla desde la realidad de la gente, desde el sufrimiento y el compromiso para que estas cosas cambien. Ahí entra un caminar que es político, no político partidario”, y que “tiene que ver con las luchas y con las mejoras de la gente”, concluyó.