A la edad de 98 años falleció ayer Luisa Cuesta, luchadora incansable por los derechos humanos y una de las fundadoras de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos. Comenzó a buscar a su hijo Nebio en 1976, ni bien se enteró de su detención en Buenos Aires, donde estaba exiliado, y pasaron 42 años sin que llegara a saber qué pasó con él.

Luisa nació el 26 de mayo de 1920 en Montevideo, pero desde que su madre murió, cuando ella tenía cinco años, fue criada por su hermana mayor en Mercedes, Soriano, junto a su hermano Gerardo, otra víctima de la dictadura. Luisa trabajó en un taller de chapa y pintura, y estuvo varios meses detenida en 1973. Como las también fallecidas María Almeida de Quinteros –Tota–, Luz Ibarburu y Amalia Mercader, estuvo entre las figuras más emblemáticas de la lucha por verdad y justicia en la sociedad uruguaya. Símbolos, ejemplos, motores de la búsqueda de los desaparecidos, incluso en los períodos de mayor aislamiento, durante la dictadura y luego del referéndum que dejó vigente la Ley de Caducidad. Terminaron sus vidas sin que hablaran quienes saben dónde están los familiares que ellas perdieron, y sin que la investigación estatal les diera respuestas, pero lograron que otros familiares las hallaran y que muchos tomaran la posta.

Luisa Cuesta (archivo, setiembre de 2010).

Luisa Cuesta (archivo, setiembre de 2010).

Foto: Fernando Morán

El único hijo de Luisa, Nebio Ariel Melo Cuesta, nació el 4 de diciembre de 1943 en la ciudad de Mercedes. Fue criado sólo por ella. Era militante del Partido Comunista Revolucionario y durante su exilio en Buenos Aires contribuyó a la creación de la Unión Artiguista de Liberación. El 8 de febrero de 1976, militares y policías lo apresaron junto a un compañero en un bar de la capital argentina, y eso es lo último que sabemos de él con certeza. Según testimonios e investigaciones, Nebio puede haber sido uno de los uruguayos trasladados a Uruguay después de su detención.

Luisa estuvo internada en 2015 por un accidente vascular, pero logró recuperarse. A pesar de su edad, nunca dejó de participar en las marchas del silencio, aunque en los últimos años tuviera que hacer parte del trayecto en automóvil.