Intensa. Esa es una de las calificaciones que le podría caber a la segunda audiencia pública sobre el impacto que generarán los cambios en la estructura y la vida ferroviaria por la instalación de una planta de UPM en el centro del país. Tal vez, más que intensa, haya sido tensa, constantemente tensa. O quizás tanto tensa como intensa sean eufemismos de violenta. No es que se haya llegado a la agresión física, pero, regada de violencia verbal, de dedos acusatorios y de gritos que evocaban cometas, sobornos y entreguismo, la reunión incluyó algún conato de agresión que no pasó de eso. Duró más de cuatro horas y finalizó cuando el grueso de los asistentes, en su mayoría de colectivos montevideanos, decidió retirarse.
Fue en Florida, en la sede de la Sociedad de Productores de Leche local, con el titular de la Dirección Nacional de Medio Ambiente, Alejandro Nario, y el subsecretario de Transporte y Obras Públicas, Jorge Setelich, encabezando la mesa de exposiciones. El salón principal de la gremial lechera fue empapelado con pancartas que iban desde lacónicos enunciados como “UPM no” o “El tren mata a Sarandí Grande”, hasta mayores cargas de texto, como la que afirmaba que una audiencia pública “es igual a la vergüenza de ser funcionario público para servir a amos privados”. En el arranque, sobre las 18.00, la moderadora saludó a los asistentes, entre los cuales –creyó necesario subrayar– veía caras repetidas de la primera audiencia, realizada seis días antes en Montevideo. Como en aquella ocasión, el inicio de las exposiciones correspondió a técnicos de LKSUR Ingeniería, consultora responsable del estudio de impacto. Estaba previsto abrir una ronda de preguntas al final, pero constantes interrupciones anticiparon el clima que caracterizaría a la segunda mitad de la reunión. No sólo se cuestionaron la obra y sus posibles consecuencias, sino también el hermetismo de la negociación con UPM, la constitucionalidad del acuerdo y la erogación estatal. “¡UPM no! ¡UPM no!”, cantó varias veces un coro. Le recriminaron a Nario (a veces levantando un cartel en el que fue caricaturizado con la nariz de Pinocho) no precisar qué sustancias químicas transportará el tren hacia la planta en Paso de los Toros. El máximo de algo más de un minuto que durará el paso del tren, así como la frecuencia diaria de 15 convoyes de carga de ida y otros tantos de vuelta, fueron considerados “ridículos”.
El ministro Víctor Rossi, que se sentó entre el público y sólo expresó, con un austero gesto, que a él no le expropiarían nada por el proyecto ferroviario, llegó a ser rodeado por varias personas irritadas; fue el único momento en que cambiaron las miradas de quienes, como sabíamos los locatarios, estaban de civil pero son policías.
Los asistentes del departamento se centraron en las consecuencias del vallado que atravesará Sarandí Grande. “Nos fractura socialmente”, dijo Blanca Olivera, de esa ciudad. Ella y otros vecinos sostuvieron que un sector de la planta urbana quedará “encerrado”, y que eso complicará el movimiento comercial, el servicio de emergencia médica y la asistencia a centros educativos. Olivera argumentó empuñando papeles en los que, según dijo, había 1.400 firmas de ciudadanos contra el paso del tren de UPM por Sarandí Grande. Nario y las demás autoridades afirmaron que no será posible modificar el trazado ni hacer un bypass como en Santa Lucía, Independencia y Puntas de Maciel.
Afuera, en rueda de prensa, Rossi dijo entender a quienes planteaban ese problema, porque, con diferencias, recordaba cómo era durante su juventud en Las Piedras. “Es una realidad con la que tenemos que tratar de convivir y tratar de superarla. No se puede superar en un 100%, porque no se puede construir otra traza de ferrocarril absolutamente nueva. En muchos casos estos intercambios y el estudio que se está haciendo nos van a permitir solucionar algunos de los problemas”, afirmó, asegurando que “todo esto no cae en saco roto. Es parte del material de trabajo para tomar las decisiones que favorezcan al conjunto de la sociedad”. La rueda de prensa fue interrumpida por manifestantes que reclamaban la presencia y las respuestas del ministro adentro. Hubo asperezas entre un manifestante y un periodista que reclamaba poder continuar con la nota.
Uno de quienes interrumpieron el diálogo entre Rossi y los periodistas tomó de inmediato el micrófono en la audiencia. “Esto es un circo”, dijo, y fue aplaudido por la mayoría, que incluía a quienes se identificaron como integrantes de Un Solo Uruguay. Uno de ellos, a su vez, fue aplaudido a rabiar cuando se burló de los cálculos sobre la frecuencia de trenes, pero cuando habló de la necesidad del tren para transportar las cosechas agrícolas terminó abucheado. No muy lejos de él, y muy cerca de dos dirigentes locales de Unidad Popular, un asistente dijo que por estos acuerdos con empresas extranjeras “es que después aparecen los Bolsonaros”. “¡Ojalá venga Bolsonaro!”, le contestó una mujer con quien, hasta entonces, había compartido todos los aplausos.
El cierre fue acorde al desarrollo: una intempestiva retirada del grueso de la asistencia que quedaba a esa hora, recalcando que no estaban dispuestos a “escuchar más mentiras”. De despedida, la pregunta sobre qué hará el gobierno cuando se pase a “la acción directa”, por ejemplo con un corte de vía.