“Es un día de fiesta para La Macana y para Florida”, dijo el intendente Carlos Enciso, y la escena montada ayer al mediodía en el patio de la escuela rural 27 no dio para otra cosa que darle la razón. Estaba poblado de vecinos y visitantes de ocasión que llegaron desde diferentes puntos del país; estaba la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, además de los diputados del departamento y autoridades de la educación pública. Cantaron el himno, los escolares bailaron, recibieron a un colegio de Colonia del Sacramento, las autoridades dieron discursos ante los que nadie escatimó en aplausos, y llamaron a pasar al frente al escritor Mario Delgado y al cantante Mario Carrero.
Brazo ejecutor
Marcelo Sasson tiene hoy 89 años. En 1962 era un ingeniero recién recibido que trabajaba como asistente de Eladio Dieste, de quien además había sido alumno. Recuerda “hasta el último detalle” lo que ocurrió en abril de ese año, a partir de una visita del arquitecto de Primaria, Isabelino Nieto (padre de la bailarina Sara Nieto), al estudio Dieste-Montañez. Nieto le contó a Dieste que el Consejo Nacional de Gobierno había destinado 7.000.000 de pesos para erradicar las escuelas rancho, y le mostró el proyecto. El ingeniero le planteó variantes a la idea original, pero no sólo en lo arquitectónico, sino también respecto de tomar en cuenta los materiales que se podían obtener en cada zona del país en la que se construiría una escuela, y en el aporte que pudiera hacer la comunidad escolar, principalmente como mano de obra. El presidente de la comisión encargada de ejecutar el plan fue Alberto Gallinal. “Tuve el privilegio de ser el brazo ejecutor de esta obra de escuelas rurales”, comentó Sasson a la diaria. Trabajó en los planos y en todo el proyecto en base al cual se construyeron las escuelas. “Pero lo que hice fue traducir la concepción genial de Dieste, que es la creación de un ingeniero que trascendió la simple construcción para, imaginando nuevos funcionamientos para un material como el ladrillo, crear procedimientos constructivos pasibles de ser realizados por personas no idóneas; por la gente del pueblo”. “Acá y en todo el resto del país no hubo ninguna empresa constructora. Fue la gente del pueblo la que lo hizo”, contó.
En los primeros años construyeron 96 escuelas. El plan tuvo luego una segunda fase, de más largo aliento, durante la cual se habrían construido más de 100.
Entre ladrillos
La Macana está diez kilómetros al este de Florida capital, y no se llega por ruta nacional alguna. Es una zona en la que uno de los oficios tradicionales es el de ladrillero, y por donde circulan a diario decenas de carros tirados por caballos en los que viaja parte de la ribera del Santa Lucía chico: monte, pedregullo y arena, fundamentalmente.
La construcción de la escuela 27 no necesariamente es llamativa. Es pequeña, como la mayoría de las escuelas rurales, y más bien austera, aunque de espacios internos amplios. El techo es una sucesión de bóvedas, algo característicos de Dieste. “Es un ejemplo de ese programa extraordinario”, comentó Nelson Inda, presidente de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación. “Digo ‘extraordinario’ primero porque erradica el rancho como escuela, pero además porque arma un sistema que no es para una gran empresa que se presenta a una licitación de 100 escuelas en el territorio nacional, sino que es un sistema constructivo, social y productivo, porque lo previsto era que cada escuela se hiciese con los materiales y la gente del lugar. Eso tiene un valor inconmensurable”. Inda apuntó que la escuela es una de las 14 obras incluidas en el expediente que Uruguay elevará a la UNESCO, pretendiendo que la obra de Dieste sea declarada Patrimonio de la Humanidad.
El hombre que habita
Esteban y Pedro Dieste, hijos de Eladio, también estuvieron ayer en la fiesta. Esteban comentó que siempre queda “sorprendido por el afecto de la gente y por cómo se valora la obra” de su padre. “Creo que en eso, más allá de la obra ingeniero-arquitectónica, hay un reconocimiento a su humanismo, a su modo de ser y de encarar sus trabajos como ingeniero, siempre teniendo en cuenta al hombre, al que iba a vivir esas obras”.
“Había una cuestión de humanidad que llevaba él”, destacó también el arquitecto Mariano Arana, presidente de la Fundación Eladio Dieste. Fue “un creador de un talento infinito”. “Creo que a todo el mundo ha llegado su legado. Espero que la UNESCO así lo reconozca”.
Por esos meandros también fueron las palabras de la ministra María Julia Muñoz. “Es, para los chicos que hoy están estudiando, un empujón para ver que en Uruguay se pueden hacer grandes obras. Dieste trabajó en forma conjunta con sus obreros y se nutrió del saber de los obreros, de la interacción. Es un ejemplo de que todos tenemos algo para dar a la sociedad”.
De paso, anunció que, siguiendo la enseñanza de Arana acerca de que “los ladrillos no se pintan”, se le realizará una intervención a la escuela para que el edificio “quede color ladrillo”.