El cambio que propone el colectivo Eduy21 busca, según sus autores, sacudir los cimientos de la educación pero no romperlos, manteniendo los elementos que consideran positivos y trabajando sobre ellos, para crear nuevas estructuras que transformen las actuales; no dejan de poner el centro en los estudiantes, pero sus propuestas se proyectan sobre la actividad de los educadores desde múltiples ángulos. Los sociólogos Renato Opertti y Fernando Filgueira, referentes de ese grupo multipartidario, conversaron con la diaria sobre el trabajo que se presentará hoy a las 18.30 en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, con una mesa integrada por representantes de todos los partidos políticos, del PIT-CNT y de las cámaras empresariales.

Hace un año y medio comenzó el trabajo del colectivo, que hoy se explicita en una propuesta concreta, explicada en las poco más de 100 páginas del Libro abierto. A grandes rasgos, los especialistas en educación elaboraron seis “herramientas” en las que consideran necesario centrar el proceso de transformación de la educación. Algunas son nuevas y otras implican modificaciones a partir de medidas que ya se han puesto en práctica.

Sin orden particular, Eduy21 considera “necesario que los actores políticos y sociales comiencen a trabajar” en un nuevo anteproyecto de ley de educación; un nuevo estatuto docente; la creación de un estatuto de centro educativo; un sistema nacional de evaluación que soporte y promueva el aprendizaje de los estudiantes; un sistema universitario de formación docente, que incluya la futura Universidad de la Educación; y un marco presupuestal que financie todos estos cambios.

En ese último punto puede estar el talón de Aquiles de la propuesta: es muy cara. “La envergadura de la transformación que planteamos implica una discusión fiscal. Nadie piensa que podemos mejorar las condiciones sin reasignar los recursos y asignar nuevos para que se cumplan los planteos”, aseguró Opertti, y agregó que “las discusiones fiscales tienden a separarse de las discusiones sobre política educativa”, pero que “si hay evidencia de que se mejoran los resultados, creemos que el esfuerzo fiscal que el país tenga que hacer tiene su justificativo”.

Tanto la creación de un estatuto de centro educativo como la de un sistema nacional de evaluación son propuestas nuevas, y en el caso de que fueran aceptadas, su implementación partiría desde cero. El resto de las herramientas, como se dijo, está planteado con base en iniciativas ya concretadas, pero de todos modos implicarían, según los especialistas, grandes cambios en las estructuras actuales de la educación, y afectarían principalmente a los estudiantes de formación y a los docentes de todos los subsistemas.

El principal cambio está en el Marco Curricular Común, que Filgueira defendió cuando era subsecretario de Educación y Cultura, y que determinaría la existencia de dos niveles educativos, uno desde los tres años hasta los 14 –educación básica, con su respectivo consejo– y otro desde los 15 hasta los 18 años –educación superior, también con un consejo independiente–. Este último nivel, además, uniría la formación del bachillerato de secundaria con la técnica de UTU. De esta forma se busca evitar el salto brusco entre ciclos, y el cambio requeriría reformas edilicias que se proyectan a largo plazo.

El marco curricular común define como metas cuatro conjuntos de competencias: alfabetizaciones fundamentales; aspectos que hacen a lo actitudinal; autocuidado y cuidado de los otros; y aspectos relacionados a lo local y lo global, detalló Filgueira.

Esto plantea un cambio para los docentes: ya no estarían divididos en maestros y profesores, sino que todos serían educadores, con una formación universitaria común y una formación específica para especializarse en algún área particular. Según Filgueira, se trata de un modelo de formación docente en el que “los maestros tendrán más elementos de especialización y los profesores trabajarán con más elementos generalistas”. Opertti agregó que “las reformas educativas fracasan cuando hay un desacople entre introducir un currículum por competencias y mantener la formación como está, por eso la nueva formación docente será en las competencias y contenidos que proponemos para los estudiantes”.

Otro de los cambios que afectarían a los docentes es una reforma de su estatuto, y este es uno de los puntos que Eduy21 aún no ha terminado de definir. Los planteos centrales en esa línea se pueden resumir en cuatro aspectos. Por un lado, educadores con mayor carga horaria y, por lo tanto, mejores salarios; por otro, concentración de las horas en un solo centro educativo y con estabilidad, de modo que la elección de horas pasaría a ser por más de un año, y además se buscaría, mediante incentivos económicos y de carrera, evitar “el actual proceso perverso de distribución de los recursos humanos en territorio”. También se pagarían horas presenciales que no serían de aula ni de coordinación, y se aumentaría la formación en servicio.

En este último punto hicieron hincapié: piensan en un programa intenso, “que no sea una formación masiva, porque tienen relativo impacto. Deben ser modelos mucho más aterrizados en el centro, en lo que se llama estrategias de desarrollo profesional docente localizadas”, detalló Opertti.