“Cambios y permanencias en las estrategias de cuidado infantil en el curso de la vida: un análisis de género” es una investigación del grupo de Sociología de Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, llevada adelante por Natalia Genta, Sol Scavino y Karina Batthyány. Es uno de los trabajos financiados por el Fondo Sectorial Salud en la Primera Infancia (de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, UNICEF y Uruguay Crece Contigo), que fueron presentados el jueves 31 en las jornadas La investigación al servicio de las políticas de primera infancia.

La investigación tenía como objetivo determinar las estrategias de cuidado de las familias, a partir de los datos recolectados en la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS) que se aplicó en 2013 a niños de entre cero y tres años, y en 2015 a los niños que para ese entonces tenían de tres a seis años. Además, decidieron estudiar el vínculo entre la estrategia de cuidado adoptada y el género, en el entendido de que, históricamente, las características necesarias para los cuidados se han asociado a las mujeres, como si “naturalmente” fueran las indicadas para hacerlo, según explicó Genta durante su exposición. La noción de estrategia en el ámbito de los cuidados surge en el marco del aumento sostenido de las mujeres en el mercado de trabajo, que en Uruguay se da a partir de la década de 1960 y que implica que muchas de las madres y de quienes ya son abuelas estén trabajando. “En el marco de la escasez de servicios públicos de cuidado a jornada completa que continúa habiendo, surge la idea de estrategia, la necesidad de planificar el cuidado de los hijos; antes no existía, porque simplemente eran las mujeres las que desarrollaban esa actividad”, explicó Genta.

Las investigadoras elaboraron seis categorías de estrategias, en función de la asistencia de los niños a centros o la contratación de cuidadores: la “familista”, en la que no hay participación del Estado ni del mercado; la estrategia con baja participación del Estado, en la que los niños concurren a centros públicos menos de 20 horas semanales; la de alta participación del Estado, cuando concurren por más de 20 horas; la de baja mercantilización, cuando concurren a servicios privados o se contrata a un cuidador por más de 20 horas; y una estrategia en la que se combinan la participación estatal y la del mercado, ya que los niños concurren a un centro público y a eso se suma la contratación de una persona.

Entre los principales resultados, Genta destacó que la estrategia “familista” predominó en la ENDIS 2013 con los niños pequeños: seis de cada diez niños eran cuidados con esta estrategia, y la proporción era 83% en los niños menores de un año. En la ENDIS 2015, en cambio, la estrategia que predominó fue la de baja participación del Estado: 38% de los niños acudían menos de 20 horas semanales a un centro público. Según Genta, para los niños pequeños “subsiste la idea de ‘en casa y con la familia’” como estrategia con la que se prefiere cuidarlos, lo que surge también al evaluar los motivos de no asistencia de los niños a centros de cuidado: “Hay un discurso médico muy presente de que hay que evitar el contacto con otros niños en instituciones a esas edades”. No obstante, dijo que a esto hay que sumarle “la escasez de servicios públicos de calidad que cubran la jornada completa; no sabemos si, en el caso de que haya políticas disponibles, no van a asistir en mayor número a instituciones”.

Los resultados también indicaron que en los casos en que las madres trabajaban aumentaba la presencia del mercado: 40% de los niños cuyas madres trabajaban más de 20 horas eran cuidados por personas remuneradas o en centros privados. Esta relación aumentaba cuando las madres tenían estudios terciarios: seis de cada diez niños eran cuidados con estrategias mercantiles. En estos casos, además, la familia “manifiesta ausencia de servicios o de cupos como para poder enviarlos a un servicio público”, y evalúa que los privados “son más compatibles con la jornada laboral que los centros públicos”, explicó Genta.

La investigación da cuenta de los vínculos entre las estrategias y los estereotipos de género. Por ejemplo, 9% de quienes adoptaban estrategias familistas estaban de acuerdo con la frase “A los varones hay que educarlos para que sepan mandar en casa”, mientras que entre quienes optaban por estrategias de alta mercantilización sólo 1% estaba de acuerdo. Esto se dio con independencia del nivel socioeconómico o educativo, apuntó Genta.

En resumen, las investigadoras identifican dos modelos de cuidado infantil. Una estrategia con apoyo parcial del Estado, más frecuente en madres con primaria o secundaria, que no trabajan o que lo hacen menos de 20 horas semanales, en el tercil socioeconómico uno y en menor medida en el dos, y vinculada a estereotipos de género más tradicionales. Por otro lado, una estrategia de alta mercantilización, predominante entre las madres con formación terciaria, del tercer tercil, y entre las madres que trabajan más de 20 horas semanales, vinculada con estereotipos de género menos tradicionales.

En las conclusiones de la investigación se identifican desventajas para las mujeres: “La disponibilidad y la oferta de horario parcial de los centros públicos no permite la articulación entre trabajo y cuidado”, y el acceso a servicios de cuidado privados “determina las posibilidades de mantener un trabajo a jornada completa para las mujeres”. Esto, señaló Genta, determina que las mujeres sean quienes “experimentan individualmente los costos y, por tanto, quienes deben o bien trabajar a jornada parcial o bien abandonar el mercado laboral, con la pérdida de ingresos que esto significa”.