“Tabaré: estás esperando. ¿Qué? Si no podés, renunciá”, decía un cartel colocado en la puerta de la Rural del Prado, sobre la calle Lucas Obes. Pasaban las 19.00 y se seguía sumando gente a la manifestación por más seguridad a raíz del asesinato del joven Mateo Urtiaga, en la madrugada del sábado, a media cuadra de la casa del presidente Tabaré Vázquez. “Sólo una persona totalmente enajenada puede matar a otra de esa manera, tan fría, a un muchacho del que tenemos constancia de que tenía grandes valores y una vida por delante”, dijo a la prensa un vecino del lugar, y agregó que “esto que está sucediendo parece que no conmueve a quienes tienen la responsabilidad del país”.

“Lamentablemente, se le ha dado carta blanca a la droga para que se use como si fuera una golosina, y esta es la consecuencia que estamos viviendo, la falta de aprecio por la vida; y no hay ninguna responsabilidad ni temor de parte de los delincuentes, de que sufran las consecuencias que debieran tener”, sostuvo el vecino, y al final aseguró que a los delincuentes hay que darles “una represión ejemplar” para que “tengan temor de hacer esto”.

“Quiero salir a jugar sin miedo a que me maten”, se podía leer en el cartel que sostenía un niño. “Estamos desprotegidos. Nos matan todos los días”, decía una pancarta. De repente, alguien soltó decenas de volantes que cayeron al suelo. “Vecinos alerta, Prado”, decían, y enumeraban: “Sí a ir sin miedo al cajero, sí a salir sin miedo a pasear, sí a salir sin miedo con dinero, sí a salir sin miedo con la familia, sí a salir sin miedo a comer afuera, sí a salir sin miedo a pasear al perro” y ocho puntos más. Un señor que se presentó como ex director técnico de baby fútbol del joven asesinado comentó que “jugaba muy bien, era muy solidario y muy querido por todos”. Luego, otro hombre preguntó a la multitud: “Ya que [el ministro del Interior, Eduardo] Bonomi dice que está todo bien, ¿por qué a la señora de Tabaré Vázquez el patrullero la acompaña media cuadra a comprar el pan? ¿Vale más la vida de la familia del presidente que la de nosotros?”.

Se seguían sumando personas, las suficientes para cortar Lucas Obes y dirigirse hacia Buschental 3484, donde se ubica la casa del presidente Vázquez. En ese momento había cerca de 400 personas. “Basta, basta”, “Queremos seguridad”, “Estamos hartos”, “Uruguay, Uruguay”, eran algunas de las consignas que se gritaban, acompañadas de aplausos. Algunos empezaron a gritarle directamente al presidente. “Salí para el pueblo”. “Salí, hijo de puta”. “Yo te voté, lacra”. “Que se vaya”. Luego todos se pusieron a cantar el Himno Nacional. A continuación, en cuanto aparecía algún segundo de silencio, alguien lo cortaba para hacerse escuchar. Una señora, a grito pelado, dijo: “No me importan los derechos humanos, todo el malandrinaje tiene que morir. ¿Quién justifica todas estas muertes? Son todos unos malparidos... Los senadores y diputados, a los que nosotros les pagamos, que plebisciten la pena de muerte”, finalizó, ganándose así un aplauso generalizado. Otra mujer tomó la palabra enseguida y dijo que “necesitamos derecho a poder salir con nuestros hijos a la calle con tranquilidad, con un teléfono y con audífonos”, y que “no te roben estos hijos de puta malparidos, que todavía los mantenemos”, ya que “nos descuentan un disparate del IRPF para darles de comer a ellos en la cárcel”.

“Él no está en el país”, le señaló una mujer a otra, refiriéndose a que Vázquez estaba en Asunción (Paraguay), en una nueva cumbre del Mercosur. “Presidente, a vos te estamos hablando, tenés que hacer algo por la seguridad del país. La mayoría que estamos acá te votamos, confiamos en vos”, dijo una señora, a la que de inmediato le respondieron varios “yo no”. Otra señora preguntó a quiénes se puede votar, ya que “blancos, colorados y frenteamplistas son todos iguales, unos jodedores”.

Una joven tocó timbre en la casa del presidente. El niño que sostenía el cartel gritó que, en vez de la bandera de Uruguay que está en la puerta, Vázquez debería tener una que diga “soy un cobarde y no quiero ayudar al pueblo”. “A este niño tendrían que escuchar”, dijo una señora. “María Auxiliadora, que te llevan a la panadería, sinvergüenza”, gritó otra. “Podemos tener un buen sistema educativo, que enseñe a los niños el valor de la vida y de la solidaridad”, señalaba una señora, que fue tapada por un multitudinario “no más muertes”. Mientras, sobre la reja de la casa del presidente colocaron varias velas y una bandera con el nombre del joven asesinado.

“Que venga otra persona con los que te dije que no tiene el presidente”, le dijo a la diaria una señora, para explicar cuál debería ser, a su juicio, la solución al problema de la inseguridad. Añadió que quien lo suplante debería poner “a toda esta manga de malandras a trabajar” y que “no les invente hogares, ni casitas ni nada”. “Poneles un grillete en la pata, y mandalos a laburar, que es el peor castigo que pueden tener”. Otra mujer, visiblemente alterada, se dirigió a la multitud para sostener: “Esto no puede quedar en la reunión de acá”. “Tenemos que unirnos. A esta altura, la parte económica pasó a segundo plano, que no nos distraigan más con quién nos robó, y con ANCAP”, finalizó.