[Esta es una de las notas más leídas de 2019]

Ana Carpintero es profesora de Dibujo y desde 2018 trabaja en la fundación Los Pinos, en Casavalle. Entre otras actividades educativas que ofrece, la institución tiene un liceo técnico, de primer a cuarto año, con orientación tecnológica basada en los programas de UTU; la docente trabaja con tres grupos de este liceo, que es sólo para varones de la cuenca de Casavalle. En julio se produjo una situación con dos estudiantes: había terminado la clase y estaban ordenando las sillas, cuando sintió “un roce en la parte baja de mi espalda”. Según relató, al darse vuelta estaban los dos estudiantes, de entre 14 y 15 años, pero pensó que lo habían hecho sin intención. Se corrió y otra vez sintió “un roce, a nivel de la pierna, la cola. Me doy vuelta y tengo a los mismos chicos”. Pensó que ya no era sin querer, por lo que se dirigió hacia la puerta hasta que todos los estudiantes terminaran de ordenar, y le pasó de nuevo. “No les dije nada delante del resto de la clase para no dejarlos en evidencia”, contó la profesora, pero luego fue a hablar con el director pedagógico, quien le respondió que se citaría a las familias de los estudiantes y que los sancionarían. Las autoridades le dijeron que los habían suspendido, pero la sanción no apareció en el boletín de calificaciones en la reunión de profesores de setiembre. “Una vez un chico me eructó en la cara y me dijeron que lo iban a observar, pero tampoco apareció en el boletín la sanción. Empecé a sentir que a los chicos les perdonaban todo y que yo no les importaba”.

Unos meses después, en setiembre, volvió a pasar lo mismo: sintió un pellizcón en sus glúteos cuando ordenaban la clase. “Me di vuelta y vi a los mismos dos chicos de nuevo. ¿Qué soy? ¿Un adorno que pueden andar tocando? Capaz que ahí estuve mal en no decirles nada, de nuevo pensé que no quería dejarlos en evidencia”, comentó, pero apenas salió de la clase le dijo al adscripto, y ambos hablaron con los estudiantes. Al llegar a su casa, Carpintero les escribió un correo electrónico a los tres directores (hay un director general, uno pedagógico y uno religioso, ya que la institución es una iniciativa del Opus Dei), al adscripto y a la psicóloga, contando lo que había pasado. El director general, Gregorio Medina, le contestó que era “una horrible situación”, planteaba citar a las familias de los estudiantes, suspenderlos nuevamente y condicionarles la matrícula 2020 a que hicieran una terapia. En caso de ser necesario, agregaba el director en el correo, “el alumno deberá retirarse de la clase y rendir la asignatura en examen”, y se mencionaba que si se repetía la situación, “la institución acompañará a la docente a realizar la denuncia policial correspondiente”. “Tenemos que hacer notar a los alumnos que en este tipo de situaciones actuamos con sumo rigor”, cerraba el correo.

“Ahí dije ‘bien, alguien me escuchó’”. El correo había llegado un jueves de mañana, pero de tarde, por medio de un mensaje, el director general le escribió diciéndole que el chico responsable había asumido su culpa y que habían hablado con su familia, ante lo que la docente fue hasta la institución para hablar del tema personalmente, porque le pareció que “para la gravedad del asunto era poco formal que respondieran por Whatsapp”. La docente le dijo al director que quería hacer la denuncia, aunque no tenía claro en qué institución radicarla, y el director le dijo “que era complicado, porque si después quería buscar trabajo en otro lugar se me iba a complicar porque me iba a quedar esa denuncia en los antecedentes, como si yo hubiese estado mal. Mi lectura fue que si les pedían, ellos no iban a dar buenas referencias de mi trabajo”.

Además, según consta en la denuncia que presentó Carpintero ante la Inspección General del Trabajo y la Seguridad Social (IGTSS), “lo segundo que me dijo fue: ‘no, fijate, en esta época de campaña electoral, en la que nos buscan hasta lo mínimo, le perjudicarías la campaña a Pablo Bartol si hacés la denuncia’. Entonces ahí fue peor”, contó. Bartol, integrante del equipo técnico de Luis Lacalle Pou y posible ministro de Desarrollo Social si gana las elecciones, fue uno de los fundadores de Los Pinos y su director general hasta diciembre de 2018. “Pensé que no querían que hiciera la denuncia por los chicos, por lo que les pudiera causar a ellos. Pero cuando me dijo lo de Bartol... ¿De qué estamos hablando?”, dijo la docente a la diaria. De esa reunión se fue “indignada”, asegura, y con la voluntad de presentar la denuncia ante la IGTSS, donde se puede radicar las denuncias de acoso sexual en ámbitos educativos.

Después de las vacaciones de setiembre, volvió al liceo. Si bien los estudiantes en cuestión no podían ingresar a su clase, estaban en el liceo; en una ocasión se encontró sola con ellos en un pasillo y se empezó a sentir mal, con dolor de cabeza y mareos, producto de la situación de estrés, le dirían luego los médicos de la emergencia móvil. Otro día el director religioso le pidió a la docente “si tenía trabajos para darles” a los estudiantes sancionados, y luego se los entregaron. Ante esto, les preguntó a los directores si tenía que darles tareas y evaluarlos, pese a no poder ser objetiva con ellos tras lo sucedido. Además, les dijo que no estaba cómoda con tener que cruzar a los estudiantes en el liceo: “Los chiquilines me habían humillado. Ellos me dijeron ‘bueno, vemos cómo la llevamos’. Quedó como en esa. En ningún momento me preguntaron si precisaba apoyo ni me propusieron hablar con la psicóloga; nada”. “Sentí que Los Pinos no me estaba valorando. No digo que los tuvieran que echar, pero sí haber cumplido con que no estuviesen los días que doy clase. Si hubieran hecho eso y me hubiesen acompañado, como me dijeron, a hacer la denuncia, hoy no estaría como estoy”. Al otro día, tras un pico de presión, fue diagnosticada con ansiedad, derivada a tratamiento psiquiátrico y certificada, situación en la que todavía se encuentra.

Interpretaciones

El director de Los Pinos tiene otra versión. En diálogo con la diaria mencionó que los dos estudiantes “niegan que haya sido intencional” lo ocurrido, pese a lo que “se le cree a la persona que se siente acosada” y se resuelve “separarlos de la clase, suspenderlos. La intención fue acompañar a la profesora”. Negó que le hayan pedido que los evaluara, pero sí manifestó que los estudiantes no fueron sancionados con dar libre la materia, por lo que se le pidió a la docente que les contara “qué estaban haciendo” en el grupo, para saber qué tareas darles, y serán evaluados por otro profesor. También descartó que se le hubiera planteado a la docente que los adolescentes no estarían en la institución los dos días a la semana que ella va a dar clase, porque “no les vamos a decir que no vengan más a Matemática, Geografía o Historia”.

Sobre el hecho de que la denuncia podría perjudicar a Bartol, Medina opinó que esa es “una interpretación de ella”. “Le comenté que tenga cuidado porque se puede sentir muy expuesta por esta situación, porque hoy estamos en el foco, en una situación política complicada. En las redes sociales constantemente nos están diciendo disparates. Lo que le dije es eso, que hay que tener cuidado con la exposición que tienen las familias”.

El despido y la denuncia

Tras la denuncia ante la IGTSS, que resolvería el asunto en los próximos días, la docente se acercó al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación Privada (Sintep), que convocó a una audiencia tripartita en el ministerio para evaluar la situación laboral de Carpintero. En la primera audiencia el Sintep pidió que se le diera a la docente licencia especial con goce de sueldo hasta diciembre, ya que el próximo año ella no sería docente de los estudiantes involucrados. Pero en la segunda, a fines de octubre, “ellos dijeron que para evitarse lo que iba a pasar podían hacer un despido ahora”. Ella no pensaba renunciar, y el liceo le ofreció “una indemnización, pero a condición de que retirara la denuncia” por acoso sexual, contó Carpintero. Según Sergio Sommaruga, dirigente del Sintep, Los Pinos pidió “que ella presentara una nota desestimando la denuncia” para acordar un despido. Medina niega esto último, y dice que lo que se le pidió a la docente fue que no citara como testigos a los estudiantes. “Le pedimos que podamos resolver sin involucrar a los alumnos”, mencionó. Aunque no volvieron a verse en una audiencia, en ese momento la docente se negó a desestimar la denuncia: “Junté todo el valor para hacerla, para defenderme por lo que pasó, y volver atrás me haría peor”, aseguró.