El diputado nacionalista Jorge Gandini culmina un período al frente de la presidencia de la Cámara de Representantes. Entrevistado por la diaria, hace un balance de su gestión, explica que no utilizó Twitter de “modo ingenuo ni distraído” cuando difundió la carta dirigida al titular de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, y asegura que se puede elegir “representar a la cámara” o a su “propia investidura”.
¿Cuáles fueron los principales objetivos de esta presidencia de la Cámara de Representantes?
Siempre hay uno intangible, que es que haya una convivencia democrática lo más profunda posible, y eso se logró. Hubo mucho intercambio con todas las bancadas y reuniones periódicas con todos los coordinadores. Es el zurcido invisible, esa tarea que no se ve y que permite que los proyectos de ley se consideren y salgan. En segundo lugar, existe una fuerte demanda de la sociedad en relación con los políticos, y me propuse lograr dos aspectos: el primero de todos, generar una relación más cercana entre la gente y lo que pasa en el Parlamento, porque mucha gente juzga sin saber buena parte de la tarea que se hace. Para eso, desarrollamos un proyecto que se llama “Más cerca” y, por medio de las redes sociales y otros instrumentos, logramos que muchísima más gente se acercara al Parlamento. Antes, Twitter era un recurso secundario, se publicaba un tuit por día; nosotros pasamos a hacer decenas de tuits por día. Lo mismo hicimos con Facebook: miles de personas vieron las sesiones por Facebook y se enteraron de mucha cosa. Inauguramos el Instagram, que ayudó mucho también. En tercer lugar, existía una fuerte demanda de la población de transparentar los gastos. Creo que ahí también mejoramos: gastamos menos e instrumentamos mecanismos para la reducción de funcionarios. Se redujeron también los gastos en pasajes y viáticos al exterior, se compró mejor, se ajustaron las delegaciones, se hicieron mejores previsiones, y eso permitió gastar menos en ese rubro.
Destacaba que esta presidencia le dio un impulso a la comunicación en las redes sociales. La difusión de la carta al presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó, mediante la cuenta oficial de Diputados de Twitter generó polémica. ¿Qué opina de las críticas que recibió?
No utilicé Twitter de modo ingenuo ni distraído. Lo hice reflexionando: soy el presidente de la Cámara de Representantes, y todos los que me votaron saben lo que opino. Creo que el presidente de la Cámara de Representantes puede representar a la cámara o a su propia investidura. En la medida en que aclaré que no represento a las mayorías que piensan diferente, entendí que lo tenía que hacer conocer por los medios oficiales. No actué como diputado del Partido Nacional sino como presidente de la cámara, y me hago cargo y responsable de lo que hice. Si a otro no le gusta, puede plantearlo. Lo que yo les reprocho a esos diputados es que ese debate lo dejaron pendiente. Nunca nos permitieron debatir sobre Venezuela en la cámara porque no se animan a debatir, porque a la mayoría de los diputados del Frente [Amplio, FA] les da vergüenza defender a Maduro. Yo los provoqué para que lo hicieran, pero no se animaron.
¿No hace autocrítica entonces?
No, no me asombraría que [Cecilia] Bottino, que pertenece al MPP [Movimiento de Participación Popular], diera su opinión desde ese lugar. Cuando la voto, no voto a alguien aséptico, que se transforma en alguien que deja de pensar, sé que voto a una legisladora de Paysandú, del FA y del MPP.
Varios legisladores del FA cuestionaron que se presentara a un acto contra Nicolás Maduro con la investidura de presidente de la cámara.
Estoy dispuesto a discutirlo. Me sentí orgulloso de ser presidente de la Cámara de Representantes y de defender la democracia y la libertad en Venezuela. Volvería a hacerlo todas las veces que fuera necesario. La particularidad no es que el presidente de la cámara emita opinión, la particularidad es que en este país tenemos una tradición democrática muy saludable, hay una alternancia en la presidencia, y tocan casos excepcionales como el mío, en los que quien preside la cámara no tiene mayorías en ella, pero no deja de ser representante de un grupo de opinión en el Parlamento y esa opinión no puede quedar oculta.
¿Cuáles son los desafíos que tiene que trascender el PN para ganar las elecciones?
Hay que convencer a la gente de que vamos a desplazar al FA para cambiar al país. La gente quiere un cambio y el PN debe instrumentarlo. El cambio no es solamente de gobierno, es un cambio en el poder. El desafío que tiene el PN no es solamente ganar el gobierno, es trasladar el poder que el FA mantiene en algunos estamentos poderosos de la sociedad para poder llevar adelante las decisiones que tomamos. Tenemos que poder llevar adelante cambios que van a ser tremendamente resistidos por el FA, pero que sin duda son aquellos que inspiran a que la gente quiera cambiar el gobierno, como los que tienen que ver con la educación, con la política de seguridad pública, con cambios en la política impositiva, en los estímulos a la producción, en la baja de los costos para darle competencia al sector privado. Hay aspectos que vamos a tener que tocar, que tienen que ver con la esencia del modelo del FA, que a nuestro juicio fracasó. Eso requiere construir mayorías pero también generar estados de opinión que logren vencer sectores que la izquierda controla por medio de distintos brazos, que son máquinas súper eficientes de impedir. Y bueno, hay que doblegarlas democrática y pacíficamente. Hay que hacerse cargo de lo que la gente quiso y, con diálogo y autoridad, recorrer esos caminos y concretarlos.
El empresario Juan Sartori se posiciona tercero en la interna blanca según la última encuesta de Factum. ¿Qué opina de que esté tan cerca de Jorge Larrañaga?
Me llamó la atención lo de Factum. Lo mismo pasó con [Edgardo] Novick; cuando arrancó volaba [en Factum] por encima de todas las encuestas, y después lo estabilizó y llegó a lo que ponían las otras encuestadoras. Ahora, de repente, rompió todos los esquemas y saltó de 3% a 13% [en intención de votos], mientras que Larrañaga bajó de 29% a 19%, porque, claro, todo lo que sube uno lo pierde otro. No me convenció esa encuesta. Hay que tener mucho cuidado porque, en realidad, las encuestas existen para auscultar la opinión pública, pero muchas veces la terminan formando, porque el resultado empieza a generar opinión y la opinión nacional genera resultados. En concreto, sobre Sartori he resuelto callar y esperar. Ya he emitido una opinión muy crítica de alguien que aterrizó en mi partido sin que nadie lo conociera, y he dicho que me genera preocupación y suspicacia. El tiempo es el que hablará; lo que yo diga puede ser utilizado como un problema en la interna partidaria, y me parece que Sartori no da ni para eso.
¿Cómo considera que le ha ido a Verónica Alonso al posicionarse como la tercera vía?
A veces hay que replegarse para tomar más fuerza. Yo no sé exactamente qué quiere ella. Resultó electa senadora por Alianza Nacional y apenas se sentó en la banca se fue. Eso es verdad. Ahora recorre un camino propio, que es una opción. En política, para muchos hay un momento que es como salir del hogar paterno: hay que volar, armar un camino propio y, bueno, ella lo está recorriendo. El tiempo y la gente dirán. Ella elige un camino bastante diferente del de los demás. No lo cuestiono; lo observo con mucha atención porque le reconozco coraje y decisión. Cada vez comparto menos las cosas que dice, pero también es cierto que ella intenta representar otra porción del electorado.
¿Qué cosas no compartís?
Hizo afirmaciones de sustento cuestionable, como la idea de duplicar el salario mínimo. Son esas cosas que quedan bien. En el sector público no existe el salario mínimo, existe en el sector privado, y si a una persona que gana 15.000 pesos, que es el mínimo, se lo llevás 30.000, al que ganaba 20.000 se lo tenés que llevar a 40.000, al que ganaba 30.000 a 60.000. Después de eso, quiero ver cuántas empresas quedan abiertas. Ella debería saberlo, porque viene de una familia de empresarios; debería saber lo que pasaría en esas empresas si les duplica el salario mínimo a todos los empleados. Son cosas que no se han puesto en debate en el partido y no están en el programa. Es legítimo que alguien lo plantee y es legítimo que se discuta.
¿Cuál es su opinión del “shock de austeridad” que propone Lacalle Pou?
No tenemos manera de evitarlo. Desde 2012 hasta ahora Uruguay está gastando significativamente más que lo que ingresa. Se cayó el modelo que pudo desarrollarse en los años en que China compraba todo y caro, y que nos hizo pensar que teníamos nuestro propio petróleo en la producción de materias primas de alimentos. Y, a partir de eso, aquella teoría de [el ministro de Economía y Finanzas, Danilo] Astori –que tiene fama de buen ministro y yo pienso que ha sido uno de los grandes problemas que hemos tenido en el país– de gastar el espacio fiscal. Gastamos todo y, además, gastamos todo lo que sabemos que nos va a ingresar. Llega un momento en que la relación deuda-producto pasa los límites saludables y nos empiezan a mirar las calificadoras: o entra más plata –y para eso hay que hacer renunciamientos fiscales para que algunos sectores inviertan– o, naturalmente, vendrá un shock de austeridad. Al gobierno que viene lo dejan atado de pies y manos. No hay margen para endeudarse ni para poner impuestos. Entonces, necesariamente, viene una política de austeridad.
Cuando lanzó la iniciativa para promover la reforma constitucional, Larrañaga remarcó que no lo hacía con el fin de obtener rédito electoral. Sin embargo, la campaña de su precandidatura se llama “Sin miedo, Larrañaga va”.
Tiene algún símbolo que lo asocia, y quizás eso es un cambio al que fue empujado Larrañaga y también lo fuimos nosotros, porque nos dejaron absolutamente solos, pensando que estábamos cavando nuestra tumba. A Larrañaga le tocó ser el abanderado de una causa que acompañaron 400.000 uruguayos y se identifica con eso, porque lo que está diciendo Larrañaga en su campaña es que él está dispuesto a enfrentar los problemas. Él se va a meter con los problemas: Larrañaga va para adelante. Eso es lo que está diciendo, y esa campaña lo respalda: lo dejaron solo, fue para adelante sin el PIT-CNT ni organizaciones que mueven la aguja, ni siquiera con apoyo de nuestro partido, y juntó 400.000 firmas.