“Date vuelta, Marcel”, le gritaron ayer varias señoras al mediocampista de Peñarol, Marcel Novick, para pedirle una foto en el acto de su padre, Edgardo Novick, en un bar de Pocitos. Mientras las miradas se posaban más en el deportista que en el político, el precandidato único del Partido de la Gente (PG) centraba su discurso en las promesas de “tolerancia cero a la inseguridad y a la corrupción”.
Antes de que Novick hiciera uso de la palabra para reiterar su promesa de mano dura, el único diputado que el PG conserva, Daniel Peña, comparó la campaña de Novick con la victoria de Peñarol sobre Flamengo el miércoles, asegurando que terminará ganando. “¡A lo Peñarol!”, gritó uno de los hombres presentes. Mientras tanto, el diputado trataba de explicar el paralelismo entre el fútbol y la política. “Como ayer en el Maracaná, el PG y Edgardo Novick, en el último minuto, el 26 de octubre, van a dar el batacazo, como lo tienen que dar”, dijo.
El precandidato se refirió a los alejamientos del PG en las últimas semanas, entre ellos los del diputado Guillermo Facello y el ex fiscal Gustavo Zubía, y aseguró que los dirigentes de su partido no buscan “carguitos” o un “sueldito”, sino “cambiar el país”. También sostuvo que Uruguay necesita un “cambio grande” que solamente puede traer el PG, y planteó como fundamento: “No tenemos compromisos políticos y vamos poner a los mejores, no importa a quién hayan votado”.
Recordó que el PG tiene “poco más de dos años”, y destacó que cuenta con “más de 200 técnicos y asesores”.
Novick atacó tanto al Frente Amplio (FA) como a los nacionalistas y colorados, y aseguró que si el primero vuelve a ganar, Uruguay irá “rumbo a una Venezuela”. “No tengo miedo a exagerar: pregúntenle a cualquier venezolano que ande en la vuelta si hace cinco años pensaba que un país tan productivo y rico, con petróleo, con turismo, con playas, con industria, en pocos años se iba quedar pobre, endeudado y hundido”, dijo. Sobre los partidos llamados tradicionales, afirmó que tuvieron la oportunidad de cambiar el país y no lo hicieron, “porque se olvidaron de los trabajadores y de la clase pobre”.
Sostuvo que no quiere a los militares en las calles, “haciendo de policía”, sino en las cárceles, “en el control de las puertas para que no dejen entrar las armas, los celulares, la droga”, y para “poner disciplina dentro de las cárceles, porque es la única forma de crear una buena rehabilitación”.
Por otra parte, consideró que su mayor “adversario” no es ningún dirigente político, sino “el sentimiento de resignación”. “Yo no quiero que los uruguayos se resignen a que seamos robados todos los días –alegó–. No quiero resignarme a que muchos nos quieran cambiar los valores, el valor del respeto, de la familia, de la honestidad”.
Parte del discurso de Novick se centró en su experiencia como empresario, y adujo que desde que era joven sacó la palabra “imposible” de su vocabulario: “Imposible es nada, nada es imposible; todo lo vamos a lograr, con esfuerzo, con trabajo y con honestidad”, sentenció.
Además, cometiendo un lapsus muy singular, dijo que a su “señora” la “consiguió” en el segundo ciclo de secundaria. “La conocí”, rectificó entre risas. “Trabajaba todo el día y estudiaba, había pocos lugares”, remató.
Sobre el final, reiteró lo que viene diciendo desde las elecciones departamentales pasadas, y que él mismo definió como su frase de cabecera: “No vengo a cambiar la ideología de nadie, vengo a cambiar al Uruguay, porque el Uruguay necesita ver cambios”.