No hay ninguna diferencia: los huesos duelen igual para la persona en situación de calle que duerme en el pavimento en Brasil, en Colombia, en Chile, en Argentina y en Uruguay. La panza hace exactamente el mismo sonido después de tres días sin comer en cualquier lugar y en cualquier idioma. Y las miradas duras, críticas e indiferentes de la sociedad son igual de dolorosas en cualquier parte del mundo. Así lo explicó, con la precisión que sólo brinda la experiencia personal, Horacio Ávila, de Proyecto 7, una organización social argentina conformada por personas en situación de calle que participó el lunes en un encuentro en Montevideo, donde está naciendo un movimiento similar.
El salón A1 de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar) recibió a casi 100 personas, entre académicos, estudiantes y, en su mayoría, personas en situación de calle y representantes de los colectivos Rede Rua (Brasil), Movimento Nacional População da Rua (Brasil), Movimiento Popular La Dignidad (Argentina), Fundación Gente de la Calle (Chile) y el flamante colectivo uruguayo Ni Todo Está Perdido (Nitep) en la primera jornada internacional de intercambio y diálogo de organizaciones conformadas por personas en situación de calle en nuestro país.
En marzo se llevó a cabo el primer Encuentro Latinoamericano de Organizaciones de la Sociedad Civil y Personas en Situación de Calle (Enlacalle), en Santiago de Chile, con el fin de intentar generar una referencia única para todo el continente en lo referido a sistemas de información y a la concepción del trabajo con las personas de la calle, promoviendo un enfoque desde los derechos humanos y la participación del individuo que sufre la situación de calle en el lugar central. Ahora estos colectivos preparan el segundo encuentro, con la idea de realizarlo en Montevideo en 2020.
“Nos hemos concientizado de nuestra propia voz, y eso es lo que hace la diferencia. Valorizar la voz y la experiencia, que no te la quita nadie. Es como la educación: es inalterable, pertenece a la persona. Lo que llevás dentro, lo que viviste, el dolor, las cosas que te pasan en la calle, la discriminación; todas esas cosas quedan acá adentro, en el corazón”, reflexionó Elizabeth en su intervención desde la primera fila del auditorio.
Elizabeth, que vive en un refugio, es consciente de que la solución al problema de la calle tiene que incluir a las personas que lo sufren en carne propia. “No puede venir nadie de afuera a decirnos qué es bueno para nosotros, porque nadie conoce mejor que nosotros lo que sufrimos”, aseveró. Por esto, para Elizabeth es importante buscar estrategias para dar a conocer “ese interior”, que es el “punto clave” para abordar el tema que preocupa a la sociedad civil y a las autoridades.
Sentado tras la mesa ubicada frente al auditorio, donde se encontraban los representantes de cada una de las organizaciones, Ávila asintió durante toda la intervención de la mujer, con un gesto de empatía y entendimiento profundo. Su tatuaje en el antebrazo con la leyenda “La calle no es un lugar para vivir” señalaba que el problema de la calle es protagonista en su vida, idea que reforzaron sus palabras. Tras agradecerle por su reflexión, afirmó: “Al escuchar a los compañeros de Ni Todo Está Perdido veo que hay mucha dignidad y que están luchando por que esa dignidad sea reconocida. Ahora somos nosotros los que tomamos la posta, los que brindamos nuestro conocimiento, los que compartimos lo que nos pasa”, manifestó.
Proyecto 7, que funciona desde hace 18 años, cuenta con refugios administrados por las propias personas en situación de calle, donde las resoluciones que hacen a diario son tomadas en asamblea. “Nosotros decidimos qué horarios tenemos, qué comemos, cómo comemos, cuándo nos bañamos, cuándo dormimos y cómo dormimos”, explicaba Ávila cuando fue interrumpido por una asistente, que preguntó si apagan la luz a las diez de la noche, seguida por otro que consultó si allí dejan ver televisión hasta tarde. Entre risas que denotaban complicidad, Horacio respondió que sí.
“Ningún compañero que no se vea en la necesidad de salir se ve obligado a salir de los lugares, porque creemos que eso es contraproducente. Y eso es lo que hacen los gobiernos: en determinado momento nos dicen que nosotros tenemos que salir y volver a la calle, en un sistema que es demasiado perverso y tiene que ser modificado. No está bien que a la noche nos vengan a buscar y nos quieran llevar a algún lugar y a la mañana elijan expulsarnos a la calle para que otra vez pasemos por todas las cuestiones que no estamos eligiendo pasar”, indicó el activista.
Es que la consigna principal de este incipiente movimiento pasa por allí: abordar el problema de la situación de calle desde una perspectiva de derechos humanos y no basándose en la caridad y el asistencialismo, reconociendo al sin techo como un sujeto de derecho, que asume su voz y su conciencia y se reconoce como militante, partícipe de la lucha social. Pero reconocer este cambio de paradigma no sólo le compete al gobierno, al Estado y a las organizaciones sociales, sino que es una lucha de las personas en situación de calle, como lo confesó María, que también integra Nitep: “Estamos tan aletargados en el sistema que no podemos ver que podemos estar presentes”.