“Como está hoy, el club nunca estuvo: una belleza”, comentaba una señora que estaba con cuatro mujeres más en el jardín de una casa sobre la calle Prusia, frente al club Verdirrojo, en pleno Cerro. En la entrada había una pantalla gigante. En la esquina vendían chocolates y banderas de Uruguay. También había bastantes guardias de seguridad privados, de esos que se comunican por walkie-talkie. Adentro, el precandidato nacionalista Juan Sartori estaba por presentar su plan de gobierno. Afuera, las señoras seguían conversando, ya no sobre el club sino sobre Sartori. Una era muy entusiasta. “Siempre con su sonrisa”, decía. Otra, no tanto: “Es un desastre, lo único que maneja es plata”. El club estaba lleno. Cuando Sartori entró, por la puerta principal, muchas personas se alborotaron, como si fuera una estrella de rock.

“Gracias, amigos, amigas, simpatizantes de este gran movimiento que sueña con un país grande en realizaciones y posibilidades, lleno de oportunidades para sus ciudadanos, con empleo bien remunerado para todos, con calles seguras, salud garantizada y educación para el futuro”, fueron las primeras palabras que pronunció el precandidato, en un discurso corto para lo que suele ser un acto político (no más de 25 minutos). Durante el acto, hubo dos conceptos que reiteró casi como un mantra. El primero fue que su plan es “realizable”, que sabe “cómo instrumentarlo”, y además puede y quiere hacerlo. El segundo fue el lema “¡Sí se puede!”, usado ya en campañas de otros países: animaba al público a que lo repitiera, dándole pinceladas casi religiosas al acto. “Con nosotros se acabaron los privilegios indebidos, los sobreprecios en las obras públicas, la corrupción, la falta de imaginación para resolver las dificultades y la falta de motivación para resolver los problemas reales de los uruguayos”, dijo.

Luego, también como si fuera una estrella de rock, arrancó con su “gran éxito”, la propuesta de crear 100.000 puestos de trabajo. Para hacerlo, sostuvo, eliminará “regulaciones y trámites estatales que afecten negativamente la inversión”. “Reduciremos los impuestos a las empresas y beneficiaremos a aquellas que contraten más trabajadores. También reduciremos el impuesto a los combustibles”, dijo, y se zambulló en uno de los tantos mares de aplausos de la noche. En un folleto con un resumen de las propuestas que se entregaba en el club, se podía leer que Sartori plantea estimular “el trabajo en blanco” y apoyar “las actividades productivas, evitando rigideces que no dan lugar al crecimiento”.

En cuanto a la salud, destacó la tarjeta “Medifarma”, con la que se garantizaría a los jubilados “los remedios y acceso a tratamientos especializados que requieran”. “¿Quieren saber qué es Medifarma? Se los voy a explicar con un ejemplo: si algún jubilado necesita un tratamiento, conmigo tendrá la seguridad de que va a conseguir sus medicamentos en las farmacias. Van, presentan su tarjeta y, al momento, les entregan lo que necesiten sin costo”, afirmó. “¿Cuento contigo? ¿Cuento con ustedes? ¡Cuenten conmigo!”, fue lo último que dijo. “¿Ya se fue el hombre, o sigue ahí?”, le preguntó un guardia a otro, mediante walkie-talkie. “En estos momentos se está yendo, salió el coche”, fue la respuesta, mientras Sartori partía en una camioneta.