El miércoles 27 de junio de 1973 el entonces presidente de la República Juan María Bordaberry disolvió las cámaras, con el apoyo de las Fuerzas Armadas (FFAA), hecho que dio comienzo a la dictadura cívico-militar, que duró 12 años. La foto publicada entonces por el diario El País muestra a Gregorio Álvarez, jefe del Estado Mayor Conjunto, junto a varios militares en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Este jueves, a 46 años del golpe, varios de los oradores que integraron la mesa del acto que organizó el Parlamento destacaron lo significativo de esa imagen.

El evento, organizado por la Presidencia de la Asamblea General y el zonal Aguada del PIT-CNT, tuvo lugar en el mismo sitio en el que se sacó la fotografía. Participaron la vicepresidenta de la República, Lucía Topolansky; el secretario general del PIT-CNT, Marcelo Abdala; el senador del Frente Amplio (FA) Rafael Michelini, y el integrante del zonal Aguada Salvador Sprovieri.

“Yo quiero recordar que hubo militares demócratas que fueron presos, y esos militares nos tienen que señalar el camino real que deben tener las FFAA cuando son democráticas”, dijo Topolansky. Sobre la huelga de 1973, dijo que “nadie tuvo dudas de lo que se tenía que hacer” porque “estaba incorporado en la lógica de cada uno de los habitantes de este país, fuera trabajador organizado o no. [...] Ese día la gente supo lo que había que hacer, a nadie le sorprendió, y estoy segura de que nadie se hizo la pregunta de por qué huelga general”. Recordó que el día del golpe de Estado ella estaba presa –había sido detenida en 1972–, pero contó que escuchó por la radio de los guardias cómo sonaban “las marchitas militares desde la madrugada”, a las que definió como “el símbolo acústico de lo que iba a pasar”.

Como parte de la resistencia de la población, Topolasky recordó los cacerolazos: “Un día –creo que era un 25 de agosto–, un grupo de vecinos de las cooperativas hicieron un cacerolazo a unos kilómetros de Punta de Rieles y, como había humedad, las ondas sonoras traían un eco tenue, pero estaba ahí. Como lo oímos nosotras, también lo hicieron los militares que nos custodiaban, quienes prendieron los parlantes para acallar la voz. Pero la voz estaba, y se repitió y se repitió”, recordó.

En rueda de prensa, la vicepresidenta recordó el papel que jugó quien era vicepresidente en ese momento, Jorge Sapelli. “Fue tres o cuatro veces en el día hasta Suárez [y Reyes, la residencia presidencial] para tratar de convencer a Bordaberry de que no diera el golpe de Estado. No lo logró, pero estaba en su preocupación”, dijo. En referencia a la actualidad, aseguró que a pesar de que las elecciones del domingo no son obligatorias, es “un deber participar en la oportunidad de decidir”. Destacó como una fortaleza de Uruguay la “democracia de partidos”, tanto los 182 años de los partidos tradicionales como los 48 de la coalición de izquierda.

Rafael Michelini y Salvador Sprovieri, ayer, en el Salón de los Pasos Perdidos.

Rafael Michelini y Salvador Sprovieri, ayer, en el Salón de los Pasos Perdidos.

Foto: Federico Gutiérrez

Por su parte, Michelini aseguró que “los militares se sorprendieron de que el pueblo uruguayo mantuviera 15 días de huelga general”. Destacó que fue algo que no podía hacer únicamente un grupo de agrupaciones políticas ni una central sindical. Fue “un pueblo amante de la libertad que no estaba dispuesto a tolerar” la dictadura, afirmó. Aseguró que gracias a la Huelga General, los militares “se dieron cuenta de que la historia les estaba marcando el paso”. Sobre su experiencia, dijo que en 1973 tenía 15 años y vivió ese momento con “cierta inconsciencia”, pero recordó que una de sus hermanas estaba presa. “Unos meses antes nos habían tirado una bomba y los vidrios de la ventana cayeron arriba de la cuna de Marcos, mi hermano más chico. La situación ya era preocupante”, contó. Recordó que su padre, el senador Zelmar Michelini, recibía en su casa a personas que “estaban buscadas”. “Se vivía una situación de persecución muy importante, y como hasta ese momento no podían allanar la casa del senador Michelini, era una romería de gente que vivía con nosotros”. El senador dijo que en la actualidad, si alguien quisiera “llevarse las instituciones por delante, no podría” hacerlo porque “no estaríamos dispuestos a dar un paso atrás”. Sostuvo, asimismo, que una de las organizaciones que garantizan eso es el PIT-CNT.

Por su parte, Abdala definió la Huelga General como “un acontecimiento histórico formidable, casi único en el mundo”, y aclaró que se trató de una huelga política, sin una reivindicación económica. “Independientemente de que el objetivo notorio era tirar abajo la dictadura naciente y de que eso no se logró, de todas formas no fue una huelga derrotada”, dijo. El sindicalista contó que en tiempos en los que no había redes sociales, “los viejos militantes, en particular los metalúrgicos, nos enseñaban prácticas de cómo avisar, en menos de una hora, a 150 empresas para que ocuparan al instante”.

“No hay olvido, no hay perdón”

El PIT-CNT conmemoró los 46 años de la Huelga General con un acto de homenaje en el local de la Federación del Vidrio, en La Teja. “El barrio recuerda, sabe de memoria que hay cosas que no se deben olvidar. Acaso porque la memoria en un barrio obrero se construye entre vecinos y vecinas, charlando, mateando, recordando y compartiendo historias de vida”, decía la convocatoria. También este jueves, más de diez organizaciones sociales realizaron a una marcha por 8 de Octubre, bajo la consigna “Ninguna militarización. No hay olvido, no hay perdón”.