El segundo mandato de José Bayardi al frente del Ministerio de Defensa Nacional (MDN) se inició luego de un momento de tensiones entre el gobierno y un sector de las Fuerzas Armadas, tras los fallos de los Tribunales de Honor en el caso de Roberto Gomensoro. Entrevistado por la diaria, el ministro consideró que un nuevo código de ética y conducta militar debería dejar claro que las sentencias penales no son materia opinable. Además, se refirió a las críticas recientes que le hizo el ex comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos y opinó que este quiere “meter un poco de miedo” a los militares en actividad para evitar que hablen con el ministro.

Recientemente hiciste circular un recordatorio en las unidades militares sobre la imposibilidad de los militares de realizar expresiones políticas, según lo establece el artículo 77 de la Constitución. ¿Ha habido un incremento de estas manifestaciones por parte de militares?

Cuando asumí, en una reunión mantenida con los comandantes de las fuerzas y con el jefe del Estado Mayor de la Defensa [Esmade], hice la consideración de que no quería ningún tipo de pronunciamiento de naturaleza política por parte de los militares, y que esta limitación comprendía no sólo las declaraciones públicas sino el manejo de todas las vías de comunicación que hoy existen, lo que incluye a las redes sociales, porque había encontrado manifestaciones en las redes sociales de personal superior en actividad y me parecía que, antes de tomar cualquier decisión de naturaleza sancionatoria, se tenían que dejar claras las reglas de juego. Los comandantes y jefe del Esmade trasladaron esto al personal subalterno. Con el transcurso del tiempo, he visto en las redes sociales un conjunto de pronunciamientos del personal subalterno y me parecía de orden refrescar esa iniciativa, y en ese sentido se sacó la comunicación.

¿El MDN monitorea sistemáticamente este tipo de expresiones en redes sociales?

No, el ministro monitorea, o mejor dicho, tiene gente que monitorea las redes sociales, para ver si se cumple esta disposición constitucional.

Ese tipo de expresiones, ¿son pronunciamientos político-partidarios o son cuestionamientos a la institucionalidad y al sistema democrático?

Son más de naturaleza político partidaria que cuestionamientos muy elaborados a la institucionalidad del país. Acá todos los funcionarios pueden votar lo que quieran, pero no voy a admitir pronunciamientos político partidarios más allá del voto.

¿Por qué te parece que ha habido un incremento de este tipo de expresiones políticas públicas de los militares?

Probablemente tenga que ver con la campaña electoral. En las redes yo he leído de todo, y desde que estoy en este lugar, he leído cosas sobre mí bastante fuera de lugar.

¿Te genera preocupación el hecho de que Manini Ríos se haya lanzado a la política y que su grupo político Cabildo Abierto pueda, según las encuestas, tener representación parlamentaria?

A mí no me molesta que un militar retirado pueda ser candidato. Es un derecho que tiene consagrado. En sus listas hay ex militares, que también tienen derecho a hacerlo, así que a mí eso me tiene sin cuidado. Se ha hablado de un partido militar; yo no comparto mucho el tema de que sea un partido militar, más allá de que haya muchos ex militares. Conozco una cantidad de militares que no necesariamente se alinean en su opción política con la del partido del ex general Manini.

Ya expresaste esto públicamente y no fue bien recibido en algunos círculos militares. Por ejemplo, el presidente del Círculo Militar, Carlos Silva, dijo que estás “mal de la cabeza”.

Conozco a Carlos Silva y tengo en general una referencia buena [de él]. Él dijo que yo puedo estar mal de la cabeza y puede que lo esté, pero no por las cosas que dije. Lo que dije, y lo repito, es que en relación a actitudes asumidas por el general Manini me consta que hubo oficiales superiores que no las compartieron o me manifestaron su malestar. Con “actitudes” me refiero a críticas en lo que tiene que ver con haber usado su cargo de comandante en jefe para impulsar una candidatura política. Manini ha dicho que yo tendría que presentar las grabaciones, y ha dicho que yo he grabado a subalternos. En realidad, nunca grabé a nadie en ninguna conversación. Él está dejando la duda sobre si yo grabo o no grabo y lo está haciendo, en mi opinión, para meter un poco de miedo: “Ojo cuando hablen con el ministro, que este graba”. Pueden estar todos tranquilos de que yo no grabo. Muchos militares saben que les he autorizado a hablar conmigo sobre lo que quieran.

Algunas personas vinculadas a la militancia por los derechos humanos consideran que el Frente Amplio en el gobierno no hizo lo suficiente para cambiar la formación de las Fuerzas Armadas y generar un mayor compromiso con la democracia por parte de los militares.

Se han tratado de hacer avances importantes desde el punto de vista curricular y académico, sobre todo en lo que tiene que ver con la formación en derechos humanos y en materia de derecho internacional humanitario. Muy probablemente se podría haber hecho más, pero se han ido haciendo muchas cosas. De todos modos, el tema de que alguien asuma la profesión de su padre y repita las profesiones impide que se pueda, por parte de las generaciones más jóvenes, romper con una lógica que prácticamente es herencia familiar, porque significaría romper los vínculos relacionales. Eso puede existir también en lo que tiene que ver con la construcción de un relato, con algunos debates que hay que dar y que yo creo que ha faltado dar. Con aquellos que hoy están bajo mi responsabilidad como personal subordinado trato de habilitar procesos de discusión para que cada cual incorpore las distintas visiones de lo que sucedió en la historia.

En ese sentido, ¿qué te parece la idea de eliminar los liceos militares?

En el primer gobierno hablé con las autoridades de Secundaria para que el liceo militar pudiera quedar incorporado a la lista de elección de los profesores. Con esto pretendía que hubiera el mayor grado de libertad académica, que lo mismo que se enseñaba en cualquier liceo público se pudiera enseñar dentro del liceo militar, y que el profesor tuviera las garantías de la libertad de cátedra. Me acuerdo de que las mayores resistencias u observaciones las recibí en aquel momento de algún consejero o consejera de educación secundaria. El proyecto no tuvo andamiaje por estas resistencias.

El MDN tiene previsto redactar un nuevo Código de Ética y Conducta Militar; ¿en qué elementos innovaría respecto del anterior?

Es un trabajo que ya se está empezando a realizar en el ministerio, para tener por decreto la aprobación de un nuevo código militar, que refleje los valores de la ética y la conducta militar en el siglo XXI. Yo pedí a cada uno de los comandantes que nombrara a un oficial para que, con personal de la secretaría de Estado, pudiéramos ajustar lo que sería el código, que implicaría superar algunas definiciones que me parecen un poco demodé. Por ejemplo, poder catalogar qué pareja puede tener un militar: en la sección antigua decía poco menos que su mujer debería pertenecer a su mismo ámbito social, cuando hoy que en realidad hemos avanzado y tenemos dentro de este ministerio parejas que contrajeron matrimonio en el marco de la Ley de Matrimonio Igualitario.

¿Te parece que los fallos de los Tribunales de Honor en el caso de Roberto Gomensoro hubieran sido distintos si hubiera habido otro tipo de código?

Por lo menos se tendría que haber definido un código en el que, en caso de que exista una sanción penal basada en cosa juzgada, no hubiera lugar para una interpretación distinta de lo que fue la sentencia, y en todo caso debería tomarse esa sentencia para ver si afecta o no la conducta del militar. Ya se lo he dicho a los militares que estuvieron en el Tribunal de Honor: si uno dispone del cadáver de un detenido y lo envuelve con alambres y lo tira al fondo de un lago, y es cosa juzgada, no podemos abrir opinión con respecto a eso, sino que debemos decir que eso efectivamente afecta el honor de la fuerza. Si estas cosas hubieran estado planteadas de antes, no hubiéramos caído en esta situación.

Durante mucho tiempo, hubo una preeminencia de Estados Unidos en los intercambios militares y de capacitación con las Fuerzas Armadas de Uruguay. ¿Cuál diría que es la situación hoy?

Ya desde 2005 en adelante, en lo que tiene que ver con cursos e intercambios, nosotros diversificamos la aceptación de las distintas propuestas que podían llegar para cursos de entrenamiento y perfeccionamiento. Tratamos de salir de la exclusividad que muchas veces existía con Estados Unidos. Estamos abiertos a hacer intercambios y cursos con todos los países que nos lo propongan.

No hay una decisión política de hacer un énfasis particular, por ejemplo, en los intercambios con la región.

En los intercambios con la región nos interesaba particularmente, desde el punto de vista de las decisiones políticas, una cosa que en el marco de la Unión de Naciones Suramericanas [Unasur] habíamos conformado por primera vez en la historia: el Centro de Estudios de Defensa en el marco del Consejo de Defensa Suramericano. Eso nos parecía muy importante, porque durante los siglos XIX y XX, la primera hipótesis de conflicto en la que habían sido educados todos los cursos de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de América Latina presuponía que su enemigo era el vecino. Para salir de esa lógica, en el marco de la Unasur se generaron los mecanismos de intercambio para ganar en confianza mutua y poder transparentar todo, para no comprar recetas respecto de conflictos de otros. A veces se decía que la Unasur presuponía mucho las afinidades ideológicas; en realidad, en el marco de la Unasur participaron el Chile de [Sebastián] Piñera y Colombia, que siempre tuvo gobiernos de derecha. Después, cuando llegaron otros gobiernos a América Latina, empezaron a agitar el discurso de que acá había sólo afinidades ideológicas. Eso es mentira. Se trató de romper la subordinación a estrategias que eran de otros, y eso fue muy importante, razón por la cual lamento que la perspectiva ideológica de aquellos gobernantes de derecha los haya llevado a desactivar estos mecanismos, porque esto subordina la defensa a intereses extrarregionales.

A Estados Unidos...

Particularmente. Estados Unidos, a partir de la asunción del presidente Donald Trump, ha reivindicado nuevamente la doctrina Monroe, de 1823. Ellos siguen considerando a América Latina su zona de influencia.

Por la legalización global de las drogas

La semana pasada, Bayardi se manifestó partidario de legalizar la cocaína a nivel global. Defiende su postura, en primer lugar, por una cuestión “de salud”: “Creo que las adicciones hay que tratarlas como un problema de salud pública desde el punto de vista de lo educativo y de lo terapéutico”. También por motivos económicos: “Hay un comercio que no aporta a la construcción de ninguna sociedad, de repente aporta al sistema financiero a través del lavado que se realiza”. Y finalmente, advierte sobre el “enorme poder económico” del narcotráfico “para corromper y llevarse puesta la institucionalidad de los estados, como pasa en muchos países de América Latina”.