Durante la dictadura, cuando Gregorio Álvarez ocupaba la presidencia y Óscar Víctor Rachetti era el intendente de facto en Montevideo, cientos de familias de los barrios Sur y Palermo fueron desalojadas. Las autoridades alegaron que había riesgo de derrumbe en las viviendas que ocupaban, lo que ponía en peligro a los moradores, pero los vecinos sostienen que en realidad la decisión se debió a la especulación inmobiliaria como consecuencia del aumento de los precios de las propiedades en la zona.

Lo cierto es que las familias, que en su mayoría eran personas afrodescendientes y de bajos recursos, fueron trasladadas a la vieja fábrica de Martínez Reyna, en Capurro, y luego se las condujo a instalarse en Cerro Norte. En 1979 se inició el desalojo de barrio Ansina (Reus al sur) y este martes, 41 años después, en la esquina de Ansina y San Salvador, se descubrió una placa de la memoria en recuerdo del barrio.

A la ceremonia asistieron autoridades y vecinos. Algunos de ellos volvieron al barrio gracias al proyecto de viviendas Ansina-Reus al Sur, ubicado en San Salvador y Lorenzo Carnelli, pero también fueron otros que aún no forman parte del proyecto de realojo.

Elizabeth Suárez, representante del Grupo de Trabajo sobre Memoria de la Comunidad Afrouruguaya en Tiempos de Terrorismo de Estado, integrante de la Secretaría de Equidad Étnico-Racial y Poblaciones Migrantes de la Intendencia de Montevideo (IM) dijo a la diaria que la placa tiene un “nivel simbólico” porque las “centenares de familias” fueron desalojadas “sin justificación legal”. “El Estado y las instituciones se están dando cuenta de que fue una violación de derechos y amerita reparaciones desde lo simbólico y lo material”, afirmó.

Se estima que se sacó de barrio Ansina a más de 300 familias, porque “había dos manzanas con casas de tres pisos. Había familias extendidas, como es la característica de la familia afro. Había muchos niños y personas mayores, y como consecuencia de este despojo muchos murieron de tristeza al ser alejados de lo que era su barrio y de sus redes sociales”. Suárez aseguró que la discriminación sigue estando presente en Uruguay de forma “estructural” e “incluso institucional”. “Si bien reconocemos los avances, sabemos que falta mucho”, dijo.

Sitio donde se colocó una placa de memoria en el barrio Ansina (Reus al Sur).

Sitio donde se colocó una placa de memoria en el barrio Ansina (Reus al Sur).

Foto: Mariana Greif

Uno de los disertantes fue José Pedro Perico Gularte, referente del candombe y del barrio. “Cuando el Goyo Álvarez era presidente contó con la complicidad del intendente Óscar Víctor Rachetti, que fue el que asesoró para que todo esto desapareciera. Fue una injusticia tan grande que nos sorprendió a todos. Es evidente que después nos quedamos callados la boca porque la sombra de la dictadura nos perseguía muy duro”, contó. Después, con el advenimiento de la democracia “aparece esta palabra, ‘afrodescendiente’. Yo soy negro, desciendo de africanos, pero no oigo nunca que se diga ‘descendiente de japoneses’. Somos negros, negros uruguayos”, expresó. Además dijo que ellos fueron los que pusieron los brazos, los que levantaron el país, “limpiando casas y cloacas, siendo serviles”.

Otro vecino, Héctor Acuña, dijo que debieron irse debido al atropello de la dictadura, “pero nos fuimos por un rato”, agregó. “Ansina jamás murió”, manifestó.

“Yo les hacía los mandados a todos, corría para acá y para allá, estaba siempre presente. Sufrimos el atropello de la dictadura, nos mandaron para [un local] de la intendencia en el que estábamos separados con cortinas. Se veía cómo los demás orinaban, cómo se cambiaban [...] Después consiguieron unos galpones en la calle Uruguayana, [pero] de acá nos sacaron con camiones como si fuéramos ganado”, recordó. Acuña dijo que espera que la gente que todavía no volvió al barrio sea realojada, pero cerca de su lugar, de Ansina.

Gladis Nazareno, una de las personas que todavía no recibieron una casa, subió al escenario, pero apenas empezó a hablar, por problemas técnicos, se cortó el audio, lo que generó el reclamo de los presentes, que querían escuchar la palabra de la mujer que fue desalojada y aún vive lejos de su barrio de origen. El inconveniente no duró mucho y minutos después pudo retomar su discurso. “Fue muy doloroso porque nos sacaron como bestias. Perdimos todo. Estaban los camiones, los soldados te subían. Mi finada abuela gritaba por el cristalero, pero no te dejaban agarrar nada. Decían que había un problema de derrumbe, pero pasaron diez años y estaba todo vacío y desolado”, contó. Sobre aquella abuela que reclamaba por el cristalero contó que murió debido al desarraigo: “No veía a su comadre, no veía a los vecinos, no aguantó mucho y se nos fue consumiendo”, relató. Nazareno admitió que a sus 67 años aún siente rencor por lo que pasó. “Yo no culpo a nadie, al Estado ni a nadie, porque la gente que está viviendo acá compró y pagó, pero no puede ser que nos hayan sacado en plena dictadura, y hay muchas familias que no consiguieron estabilizarse”, reclamó.

Por su parte, tanto Juan Faroppa, director de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) como Mariana Mota, presidenta de la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de Memoria y también directora de la INDDHH, aseguraron sentirse satisfechos por el acto de este martes. Mota dijo que se trata de un lugar de reflexión, pero admitió que aún existe discriminación, porque “sus costumbres y necesidades no son respetadas”.

Placa de memoria en el barrio Ansina (Reus al Sur).

Placa de memoria en el barrio Ansina (Reus al Sur).

Foto: Mariana Greif

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