1972 fue un año particularmente violento en Uruguay. Teníamos como telón de fondo una trilogía de crisis social, política y económica, y en ella se desarrollaba una suerte de punto y contrapunto entre las acciones del Movimiento de Liberación Nacional (MLN)-Tupamaros y las acciones represivas del gobierno y las fuerzas militares.

No por esto deja de ser un año bastante interesante en varios aspectos. Ese año se editaba y salía a la venta el emblemático disco Mateo solo bien se lame, de Eduardo Mateo, y Caetano Veloso, desde su exilio en Londres, sacaba su disco Transa, considerado uno de los grandes discos de la música brasileña y de la década de 1970 en general. Luis Buñuel estrenaba El discreto encanto de la burguesía y en Uruguay se desarrollaba ya en su etapa final el período de cine militante y social.

En Treinta y Tres, mientras Los Olimareños sacaban a la venta su disco Del Templao, los militares desarrollaban una serie de acciones represivas para desbaratar el aparato del MLN en el departamento. Mediante sucesivas detenciones y ya sin las garantías básicas de cualquier Estado de derecho, el aparato militar procedía en su objetivo. En abril se constataron alrededor de 26 detenciones, entre ellas la de Mario Eguren, quien fue asesinado por efectivos militares en plena vía pública, a disparos, cuando intentaba escaparse.

Luis Batalla Piedrabuena o Nucho era un albañil de 32 años, perteneciente al emblemático barrio 25 de Agosto de Treinta y Tres, y militante del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Fue detenido en el marco de las operaciones represivas el 21 de mayo de ese año.

Durante la noche del 24 de mayo, efectivos militares se dirigieron a la casa de la familia de Nucho solicitando los remedios para los problemas del corazón del detenido. La familia les informó que él jamás había tenido problemas del corazón ni había tomado medicamentos para alguna patología relacionada.

En la mañana del 25 de mayo, se le informó a la familia que Nucho había fallecido a causa de un paro cardíaco, y que les entregarían el féretro cerrado con el cuerpo.

Entonces entró en escena un vecino, amigo y compañero de militancia de Nucho en el PDC: Francisco Laxalte, devenido edil departamental electo en las elecciones de 1971.

Al enterarse de la noticia de la muerte y sus circunstancias, le expresó a la familia de Nucho sus dudas en cuanto a los motivos del fallecimiento. Con el permiso de la familia, inició una serie de gestiones con el entonces senador Juan Pablo Terra, electo por el Frente Amplio y también integrante del PDC, y finalmente se hizo presente en Treinta y Tres el diputado del PDC Daniel Sosa Díaz.

En presencia del legislador y de la familia de Nucho, se solicitó la apertura del féretro. Francisco Laxalte y dos médicos de Cerro Largo darían el parte médico. El resultado de la autopsia fue: anemia aguda causada por ruptura traumática del hígado.

Años más tarde, ya en la reapertura de la democracia, varios ex presos políticos, entre ellos Antonio Pereira, perteneciente al Partido Socialista y detenido al mismo tiempo que Nucho, relatarían lo que eran las sesiones de torturas empedernidas de los efectivos militares y lo que fueron los últimos momentos con vida de Nucho Batalla.

El parte médico fue fulminante: Nucho había muerto por torturas, y las fuerzas militares habían tomado la decisión de encubrir el asesinato y de mentirle a la familia refiriéndose a una presunta afección cardíaca.

Los legisladores tomaron la decisión de llamar a sala e interpelar al entonces ministro de Defensa Enrique Magnani. La interpelación fue realizada el 22 de junio en la Cámara de Representantes por el diputado Daniel Sosa Díaz. Los elementos probatorios vertidos, conjugados con una claridad contundente por parte del interpelante, determinaron que el ministro interpelado terminase por admitir que habían sucedido “situaciones anómalas” en el Batallón de Infantería 10 de Treinta y Tres. Pocos días más tarde, el ministro dimitió.

Un tiempo después, Juan Pablo Terra vendría a Treinta y Tres en el marco de una actividad del PDC, y dio una oratoria (amparado en la inmunidad parlamentaria) en la calle en la que denunció la muerte por torturas acaecida semanas atrás en el destacamento militar.

Nucho Batalla fue el primer muerto por torturas en un centro militar. Desde 2015 hay una Placa de la Memoria que lo recuerda en una plazoleta ubicada frente al Batallón de Infantería 10, colocada por el Ministerio de Educación y Cultura en el marco de la Ley 18.596. Cada año desde 2015, las marchas del silencio en Treinta y Tres, organizadas por el colectivo Jóvenes por la Memoria del departamento, utilizan ese lugar como punto de partida, para recordar a Nucho Batalla pero también, y sobre todas las cosas, para promover una construcción de ciudadanía que nos permita generar garantías de no repetición del terrorismo de Estado.