Poco después de las elecciones departamentales, el nombre del ex intendente de Canelones Marcos Carámbula empezó a sonar como uno de los posibles candidatos a la presidencia del Frente Amplio (FA). Ante la emergencia de otras posibles candidaturas, el ex senador y presidente de la Administración de Servicios de Salud del Estado resolvió dar un paso al costado, porque entiende que es un momento de “consenso”.

A modo de autocrítica, considera que el FA sigue siendo esencialmente una fuerza política “Montevideo-céntrica” y no alcanza con “recorrer el interior”. Para Carámbula, es necesario capitalizar las experiencias de gestión en los departamentos donde el FA gobernó. El objetivo, dice, tiene que ser ganar las próximas elecciones, “pero nos tenemos que preguntar para qué. Ese es para mí el gran tema del debate y creo que hay algunos ejes principales”.

¿Cuáles serían esos ejes?

Álvaro García Linera [ex vicepresidente de Bolivia] habla de ideas predictivas del futuro que generen esperanza. [Andrés Manuel] López Obrador en México analiza las distintas etapas del país, como la independencia, la reforma, la revolución, y habla de la cuarta transformación. Tenemos que ir hacia una república de derechos en 2025, hacia la afirmación de la democracia. Para eso necesitamos un modelo productivo con una apuesta a la sustentabilidad ambiental, que se base en la soberanía alimentaria, la agricultura familiar y la defensa de la agroecología. Otro eje central es el rol del Estado. La pandemia mostró que aquellos estados donde la salud quedó en manos del mercado colapsaron. La transparencia, la eficacia y la profesionalización del Estado son temas centrales que nos quedan pendientes de aquella línea que tuvo el FA en esos 15 años. Asimismo, tenemos que instalar en nuestro pensamiento hacia 2025 el rol de las Fuerzas Armadas, porque sigue predominando la doctrina de la seguridad nacional. El rol de las Fuerzas Armadas tiene que ser para la paz. Otro elemento central es que logramos reducir la pobreza y la indigencia, pero no logramos superar la marginalidad. Por ejemplo, no podemos identificar los asentamientos como una uniformidad. Es una de las asignaturas pendientes que siento en Canelones. Hicimos mucho, pero falta mucho. Tenemos que abordar la integración e inclusión social con un concepto claramente progresivo. Para todo esto necesitamos participación. Creo que al FA como fuerza política en el gobierno le faltó esa dialéctica artiguista de “conductor conducido”. Es decir, la relación continua y permanente con las expresiones tan potentes que tiene la sociedad uruguaya, como la central obrera, el movimiento de los derechos humanos, el movimiento de las mujeres, de la diversidad, de la vivienda y de los jóvenes. En el FA reconozco, con mucha alegría, que hay toda una renovación. Un querido compañero de los jóvenes me decía: “Hay que darle paso a la ebullición”. Y yo estoy de acuerdo. Cuando me plantearon la posibilidad de ser candidato de consenso del FA, dije que el objetivo no es sólo volver sino para qué hacerlo.

El para qué parece estar relacionado con lo que le quedó pendiente al FA. ¿Estos son los puntos de su autocrítica?

Sí, y al mismo tiempo de proyección. Hablo con entusiasmo de generar un pensamiento de unidad, que tenga una continuidad con los 15 años que hicimos, pero avanzando en democracia, en derechos. Otro tema que es central es el educativo. Volcamos enormes recursos y se hizo mucha cosa buena, como la descentralización de la universidad, la extensión de las UTU. Hubo mucha inversión y dedicación en la educación, pero tal vez nos faltó ver cómo seguir avanzando en la profundización de la calidad. Hay otro tema que creo que es fundamental en la autocrítica y es la necesidad de pensar la política cultural.

Hace pocos días se recordó a mi hermano, Gonzalo [director de Cultura de la Intendencia de Montevideo y de la Secretaría de Comunicación de Presidencia]. Él decía que la política cultural es la mayor política social para el país. La cultura es cardinal, y no fue un tema central del gobierno de izquierda. Se hizo mucha cosa en Montevideo, en el interior, pero no fue suficiente. La política cultural tiene que estar en el centro de una república de derechos.

Un herrerismo con lenguaje moderno

“El gobierno de Lacalle está haciendo lo que siempre dijo que iba a hacer. No deja de ser otra cosa que el herrerismo de los años 90 pero con lenguaje moderno. Tiene una concepción muy nítida del Estado, del rol de las empresas públicas y del mercado”, evaluó sobre el gobierno. A su entender, es un modelo “más pragmático” y “explícito” que el que promovió su padre, Luis Alberto Lacalle, y a su vez la pandemia lo ha obligado a jugar un rol desde el Estado que “no imaginaba”.

Carámbula opinó que los altos niveles de aprobación del presidente están relacionados con algunos aciertos vinculados a la pandemia, como convocar al Grupo Asesor Científico Honorario o apostar, “con inteligencia, a la responsabilidad y solidaridad de los uruguayos”. “El pueblo uruguayo está apostando a salir y respalda al gobierno en torno a la pandemia. Hay que ver más adelante, con la situación económica, que ya está golpeando muy duramente, con un presupuesto achicado, un rol del estado achicado, una baja de inversión pública”.

¿Cómo ve parado al FA como oposición?

Creo que el FA ha actuado muy bien en el análisis de presupuesto, ha dado una gran batalla con respecto a la ley de urgente consideración (LUC) y se apronta ahora a definir con las distintas expresiones del movimiento social la estrategia para juntar las firmas para el plebiscito. También hace bien en seguir atentamente el modelo de seguridad. El FA tiene que estar atento a que no se instale un falso dilema de represión a los jóvenes y, en cambio, se instale un dilema real sobre la construcción de ciudadanía, convivencia y seguridad.

Hace un año que perdimos y no hemos hecho un balance adecuado de la relación Montevideo- interior. El FA es esencialmente una fuerza política Montevideo-céntrica. Más allá de que en los 15 años de gobierno el FA impulsó la descentralización, cumplió rigurosamente con los gobiernos departamentales en materia de partidas, transparencia, aumentó notoriamente los recursos a los gobiernos departamentales y se aprobó la ley de municipios.

¿Por qué eso no se tradujo en votos?

Porque al FA le falta una lectura sólida y profunda de la realidad del interior; no es decir: “Vamos a ir al interior”. Muchas veces esa es la tendencia de los dirigentes. El interior es una realidad en sí mismo. No es lo mismo Tacuarembó o Rivera que Salto y Paysandú. Reconocernos implica conocer nuestra realidad en el interior del país. Arrancamos con ocho gobiernos frenteamplistas con claras señas de identidad. Hoy el FA no conversa con los ex intendentes Juan Giachetto, Gerardo Amaral, Ramón Fonticiella, [Julio] Nino Pintos o Patricia Ayala, que increíblemente fue la primera intendenta mujer de Artigas, un departamento profundamente conservador. Luego conquistamos seis gobiernos, hacen todos excelentes gestiones, pero perdemos. Ahora perdimos en Rocha y hay que incluir en el análisis a Aníbal Pereyra y a Artigas Barrios. Tenemos que pensar cómo incluimos el reconocimiento del interior, con personas del interior. Ahora perdimos porque la coalición creciente formó alianzas y los partidos votan dentro del mismo lema. Un tema central en el interior y en el país es preguntarnos qué busca la derecha en el mundo. La respuesta es aislar a la izquierda, aliándose con otros sectores, ya sea religiosos, evangelistas, y caminar hacia lo que en Argentina se llama la grieta.

¿Cree que en el interior se está instalando una especie de grieta?

No, por suerte. Tenemos que apuntar a superar todo intento de la coalición multicolor por instalar la grieta. Nosotros en el Congreso de Intendentes hicimos permanentes acuerdos con intendentes blancos. En Tacuarembó vienen gobernando desde hace 20 años Wilson Ezquerra y Eber da Rosa, y con ellos tenemos mucha sintonía. Lo mismo con Guillermo Besozzi en Soriano o con [Omar] Lafluf en Río Negro. Te pongo nombres porque son experiencias que ya tuvimos. Tenemos que trabajar en posibilidades de acuerdo.

¿La clave entonces era tender puentes, como hizo la coalición?

Exactamente. Los partidos de la coalición fueron inteligentes en unirse, pero siempre fue con un solo objetivo: sacarnos del gobierno. Pongo siempre un ejemplo. En 2005 tuvimos en Canelones una serie de situaciones críticas, vinculadas a eventos climáticos que nos golpearon muy duramente. Me acuerdo de que convoqué a todos los diputados del departamento, entre ellos, al actual presidente de la República, Luis Lacalle Pou, que fue muy claro. Él me dijo: “Intendente, nosotros los vamos a acompañar y a apoyar en este tema porque entendemos que está en juego el departamento, pero sepa que nuestro objetivo es sacarlos a ustedes del gobierno”. Lo dijo cuando empezaba nuestro gobierno departamental, y en la autocrítica nosotros, desde luego, debemos ser colaboradores con el país en los temas de salud, de soberanía, de ambiente, de educación y de ciencia, pero al mismo tiempo tenemos que fijarnos que en octubre de 2024 vamos a ganar las elecciones.

Fijate que se está dando todo el proceso de autocrítica, después tenemos el plenario, el congreso y las elecciones en mayo. Las nuevas autoridades del FA asumirán en junio. Ahí vamos a estar a 40 meses de las elecciones nacionales. Lacalle perdió las elecciones con Tabaré [Vázquez] en segunda vuelta, en 2014, y al otro día estaba trabajando y pensando en las elecciones de 2019. Hay que ver todo eso. Al contrario de las teorías apocalípticas que pueda haber por ahí, el FA tiene, por suerte, una enorme capacidad de renovación. Tiene hoy una primera línea de dirigentes formidables; pongo dos ejemplos, Carolina [Cosse] y Yamandú [Orsi].

¿Son las figuras para 2024?

Son referentes de lo que va a ser esta construcción colectiva del FA a futuro. Yamandú entró conmigo a la Intendencia de Canelones como secretario general con 36 años. Trabajó diez años conmigo como primer secretario y asumía como intendente cada vez que yo no podía ejercer. Esa es la apuesta. Hoy Yamandú es un formidable cuadro. Tiene inteligencia, sensibilidad y contacto con la gente. Carolina perdió en las internas. Luego se dio ese proceso que tuvimos, que no fue acorde a lo que es la tradición del FA, que fue la elección de la vicepresidenta. Le tengo enorme respeto a Graciela Villar, no cuestiono a la persona, cuestiono el proceso, y eso es un insumo para la autocrítica. Carolina se suma a la [lista]1001 con su propia fuerza política, sale senadora, hace un gran trabajo en la LUC, tiene una presencia muy directa de oposición al gobierno, respetuosa, pero con argumentos. Hacen una campaña central cuestionando su decisión del Antel Arena y ella sale con muchos fundamentos. Carolina es un ejemplo de cómo asumir una oposición responsable, con diálogo, pero al mismo tiempo con firmeza. Con Yamandú instalamos una forma de gobernar con acuerdos con un sector del Partido Nacional [PN], con el diputado [Alberto] Perdomo, que lamentablemente falleció, pero en todas las situaciones, en la cancelación de deudas, fideicomisos, políticas de desarrollo tuvimos los votos suficientes del PN. Son dos modos bien interesantes. Hay también emergencia de otros jóvenes, como Gonzalo Civila, que no tiene 40 años, [Óscar] Andrade, Mario Bergara, Charles Carrera, Alejandro Sánchez, Martín Couto, Verónica Mato. Dirigentes jóvenes y muy pujantes. En el interior también conozco a un montón de jóvenes que tienen un enorme potencial. Hay que rodearlos ya, el FA tiene que construir con ellos una perspectiva a futuro. Ese es el gran desafío que tenemos.

Los otros nombres

En la última semana surgieron varios nombres de posibles candidatos a la presidencia del FA. Según informó Búsqueda, el ex presidente Tabaré Vázquez propone a Víctor Rossi, ex ministro de Transporte y Obras Públicas, como posible postulante. La intención de Vázquez de promover al ex ministro trascendió luego de que la senadora Lucía Topolansky dijera que el ex mandatario veía con buenos ojos la candidatura de Carámbula.

“No decidimos nada. Peloteamos ese nombre porque era el nombre que estaba. Los tres hablamos del FA, de la perspectiva del futuro y de lo que hay que plantear en el Plenario de diciembre y el 5 de febrero [en el aniversario del FA]. En ese marco salió el nombre de Marcos, pero no fue una conversación orgánica ni política, sino de componentes de amistad, y soy cauta: no sé si no aparecerán otros nombres”, dijo Topolansky a la diaria tras la reunión con Vázquez y José Mujica.

También se maneja el nombre de la ex candidata a la vicepresidencia, Graciela Villar, y el de la ex diputada Ivonne Passada. Esta última fue sugerida por la ex ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, quien escribió el martes en su cuenta de Twitter que el FA debe presentar más de una candidatura y “debe haber mujeres”.

Todo este análisis sobre el rumbo que debe tomar el FA parece estar atado a su posible candidatura. Ha dicho en charlas informales que va a aceptar la candidatura si es de consenso, ¿por qué le parece tan importante esa condición?

Hay un tema que los partidos de izquierda no hemos resuelto bien. Le pasó al Partido de los Trabajadores (en Brasil) y nos pasó a nosotros: tuvimos problemas en la relación fuerza política- partido de gobierno-sociedad. De alguna manera el FA volcó una importante cantidad de dirigentes al gobierno y ahí empieza a producirse esa disociación del conductor conducido. Entonces elegir a un presidente del FA no es elegir a un secretario de organización, a un articulador de agenda, es elegir a un conductor de la principal fuerza política del país, que ahora está como oposición, pero que se prepara, en 45 meses, para gobernar. El consenso, decía [Liber] Seregni, es una síntesis armoniosa de diferentes posiciones, muchas veces aparentemente antagónicas, para construir juntos. Seregni criticaba a los partidos tradicionales por el deshilachamiento ideológico y la atomización en partidos pequeños. Yo reconozco la diversidad que hay hoy en el FA y la valoro, pero si algo tiene de importante el FA es que cuando nace lo hace con una unidad plural. Fijate la pluralidad de aquel entonces, teníamos a Juan Pablo Terra, con un pensamiento claramente cristiano; a [Zelmar] Michelini, que venía del batllismo; al Partido Socialista, que venía de una crisis profunda tras el fracaso de la Unidad Popular; al Partido Comunista, que definió en 1955 su perspectiva de la crisis con la conducción de Eugenio Gómez; al nacionalismo independiente expresado en [Francisco] Rodríguez Camusso; a los independientes con el pensamiento formidable de Carlos Quijano y Julio Castro. Entonces, esa unidad plural llega a consensos y a la construcción armónica de las candidaturas de Seregni, [Juan José] Crottogini y [Hugo] Villar [a la Intendencia de Montevideo], del programa del FA, de las 30 medidas que nos identificaron. Hoy, con todo esto que nos está pasando, con la crisis económica, de salud, económica, ambiental, siento que en la unidad plural del FA, con diversidad de expresiones, le tenemos que ganar a la atomización y al deshilachamiento ideológico. Tenemos que pensar el para qué, las líneas principales del pensamiento ideológico, y debemos avanzar en democracia. Cuando a mí me lo plantearon dirigentes jóvenes, que les tengo un gran respeto, les dije que era el momento del consenso.

¿Con qué jóvenes conversó?

Conversé informalmente con Gonzalo Civila, Óscar Andrade, Yamandú Orsi, Charles Carrera, Álvaro Villar y con un grupo de jóvenes que están nucleados en diferentes expresiones dentro de El Abrazo. En todos los casos les planteé que era momento de consenso. Además, por los mismos tiempos. En la medida que hay diversidad de candidaturas, yo ya no soy candidato. Pero no por mí, sino por el FA. Entiendo que el FA tiene que dar un paso hacia una candidatura consensuada. No sólo para elegirla, sino fundamentalmente para gobernar. En eso tuve una linda reunión con Javier Miranda evaluando lo que fue su trabajo. Quien presida el FA, como en aquel tiempo, tiene que estar rodeado de las principales figuras de la fuerza política y de las bases. Seregni se reunía semanalmente con Juan Pablo Terra, Michelini, Rodney Arismendi, Héctor Rodríguez. Esa tiene que ser la construcción.

¿Cuál sería el problema con que hayan múltiples candidaturas?

Si en el FA predomina la idea de múltiples candidaturas y convocatoria a elecciones, la respeto profundamente. Mi postura, netamente personal, es que tiene que haber una candidatura de consenso. Han aparecido candidatos muy interesantes, que a todos respeto y valoro muchísimo, gente joven, mayor, con experiencia. El FA tiene que valorar mucho los tiempos. En junio vamos a estar a 40 meses de las elecciones por el gobierno. Además, estamos en un momento crítico de la pandemia: hay una segunda ola en el mundo y aquí también. Si el FA piensa en elecciones en mayo para elegir su presidencia y autoridades, tiene que ser profundamente respetuoso de las circunstancias de la pandemia. Entonces lo ideal, por la historia del FA y por el momento actual, es que tiene que ser de consenso. Si aparecen otros nombres, no tengo ningún problema, bienvenidos sean, pero ojalá se llegue a un consenso. Esperemos que sean elecciones que expresen, como me dijo un compañero, la ebullición del FA y predomine un criterio de respeto, convivencia y fraternidad. Una vez electo, no alcanza decir: “Elegimos a tal”. Las principales fuerzas políticas, dirigentes y las bases tienen que apoyar esa conducción política del FA. Vuelve a ser esencial que quien conduzca al FA tenga un respaldo muy importante.

¿Cree que Miranda se quedó sin respaldo?

Javier trabajó estos cuatro años de manera incansable. Le tocó momentos sumamente difíciles a lo largo de su conducción. Buscó siempre el diálogo, fue muy respetuoso de los partidos y buscó llegar a situaciones de acuerdo. No le fue fácil. Yo creo que ahí es necesaria la construcción colectiva: las responsabilidades también se tienen que asumir desde los partidos y desde las bases.

¿Entonces no va a ser candidato a la presidencia del FA?

No, en estas circunstancias no.

Un mundo colapsado y algunas pistas históricas

Carámbula dice que hay que volver a la historia para poder pensar el FA a futuro. “En un mundo donde tenemos una pandemia que va por una segunda ola, una notoria crisis económica, ambiental y política, con explosiones de populismos de derecha, hay un ‘cansancio hegemónico’, dijo hace poco García Linera en una conferencia magistral, y estoy de acuerdo”.

Para Carámbula, el FA tiene que volver sobre tres grandes instancias fundacionales: el legado del artiguismo, el batllismo y la derrota de la dictadura. Sobre el primero, nombra un concepto de José Pedro Barrán sobre Artigas como “conductor conducido” y lo repite a lo largo de la entrevista para hablar del vínculo de los gobiernos frenteamplistas con la fuerza política y la sociedad. También se centra en el nacimiento del batllismo y el manejo de las contradicciones con el riverismo, dentro del Partido Colorado y, finalmente, considera que es necesario aprender de la lucha de la sociedad por la vuelta a la democracia. “Desde antes de 1973 se instala la doctrina de la seguridad nacional que buscaba no sólo en el país sino también en la región quitar todo brote de organización popular y de expresión de izquierda unitaria. Eso es lo que el pueblo uruguayo enfrentó”, dice y menciona el plebiscito de 1980 como “el triunfo uruguayo que es un hito similar al éxodo del pueblo oriental o de la construcción batllista”. Ante “expresiones claramente nostálgicas de la dictadura”, dice Carámbula, es “necesario que el FA trabaje en construir una república de los derechos y afirme la democracia”.

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