Ernesto Talvi estuvo un año y medio en campaña electoral y cuatro meses en el gobierno. Lo que empezó a toda pompa en el Club Larre Borges, en agosto de 2018, cuando lanzó su precandidatura, terminó casi dos años después, un domingo de noche, con una carta en la que anunció que dejaba la política, con cuatro palabras que resumieron el motivo: “No es lo mío”.

Talvi, hijo de inmigrantes y economista de profesión (Universidad de la República y Universidad de Chicago), venía del ámbito académico: dirigió por más de 20 años ‒desde 1997‒ el Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres). En el último tramo, de 2016 a 2018, llevó adelante “encuentros ciudadanos” a lo largo y ancho del país, donde expuso sobre políticas públicas. En esos eventos ya proponía tomar el liceo Impulso como ejemplo para los barrios vulnerables. “Las políticas públicas son demasiado importantes para ser monopolio de los gobiernos o de los partidos”, dijo Talvi en un evento organizado por la Confederación de las Cámaras Empresariales en mayo de 2017.

Mucho antes, durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), Talvi trabajó en el Banco Central del Uruguay (BCU), cuando era presidido por Ramón Díaz. En plena crisis de 2002, el entonces primer mandatario Jorge Batlle le ofreció asumir la presidencia del BCU, pero se negó. Talvi diría luego, en varias entrevistas, que el motivo para no aceptar fue que a esa altura la crisis ya era un problema político, no técnico, y lo ilustró con la metáfora del Titanic: chocaron con el iceberg y había que decidir quiénes se salvaban y quiénes se hundían con el barco.

Muchos después, en 2015 y 2016 y ya pensando en las próximas elecciones, Batlle tanteó a Talvi como posible candidato del Partido Colorado (PC); en campaña electoral no se cansaría de repetir que el ex presidente lo había impulsado a meterse en política. En agosto de 2018, después de meses de rumores y mucho hermetismo dentro del PC, fundó el sector Ciudadanos y salió a la arena política, con 61 años. “Progresistas, liberales e internacionalistas” fue la tríada de conceptos con la que eligió definir su novel grupo en aquel acto debut.

Lo nuevo se viene

Dentro del PC Talvi intentó diferenciarse, en lo simbólico y en los hechos. En aquellos primeros meses de campaña el rojo no predominaba en la estética de su sector y, cuando se cocinaba su lanzamiento, llegó a reunirse con dirigentes afines al ex presidente Julio María Sanguinetti, a los que luego descartó. “Sanguinetti sí, el viejo aparato electoral sanguinettista no”, diría Talvi después.

Fue así que armó un cuadro formado en parte por ex dirigentes ‒algunos, legisladores‒ de Vamos Uruguay, el sector del entonces senador Pedro Bordaberry, que ya había cantado la retirada de la política. El núcleo duro del sanguinettismo, que llegó a pensar en Talvi como un posible precandidato, se vio huérfano y obligó a Sanguinetti a volver al ruedo, bajo el paraguas de un sector “nuevo” bautizado Batllistas.

En 2019, cuando la campaña electoral empezó a tomar forma y color previo a las elecciones internas, la estética de Ciudadanos se puso colorada del todo y Talvi anunciaba “una nueva forma de hacer política”. A fines de junio de 2019 presentó el programa de gobierno del sector, de 288 páginas, titulado “Un pequeño país modelo”, parafraseando a José Batlle y Ordóñez. Allí materializó parte de lo expuesto en los eventos de Ceres e hizo de la propuesta “136 liceos públicos modelo en zonas vulnerables del país” su caballito de batalla electoral.

El 30 de junio de 2019 ganó la elección interna del PC en forma holgada, 21 puntos por arriba de Sanguinetti (99.280 votos contra 60.635). “[Ganamos] en los descuentos, con un gol de cabeza y en el área chica, ¿qué más podemos pedir?”, dijo aquella noche, y luego afirmó: “Quiero aclarar que al doctor Sanguinetti se le puede ganar en votos, pero en política no se le puede ganar nunca”.

Ya como candidato único del PC, a mediados de agosto de 2019, Talvi llegó a acariciar e incluso sobrepasar el 20% de intención de voto según algunas encuestas, acercándose al segundo lugar, que por entonces estaba martillado con el nombre del ahora presidente Luis Lacalle Pou (25%). Con viento en la camiseta, le ofreció a Sanguinetti la secretaría general del PC, algo que no fue visto con buenos ojos por importantes dirigentes de Ciudadanos, según señalaron en su momento fuentes del sector.

A fines de agosto Talvi estuvo fuera del ruedo un par de semanas por una contractura, que fue caldo de cultivo para muchas especulaciones. “No imaginaba que una contractura muscular podía generar tanto revuelo. De chicos le llamábamos ‘quedarse duro’. Es muy dolorosa y dificulta la movilidad pero estoy muy bien. Gracias a todos por preocuparse”, dijo el entonces candidato en su cuenta de Twitter.

Cuando se recuperó, en setiembre, volvió con todo. En Twitter ‒una red que usó mucho durante la campaña‒ publicó una gráfica y señaló: “La cifra de desempleo del gobierno es un espejismo. El real es más alto hoy que cuando asumió el FA [Frente Amplio] en 2005. Y la única razón por la que las cifras muestran un desempleo de 9% cuando en realidad es de 13%, es que desde el 2005 el FA agregó 70 mil empleos públicos”. Al otro día llamó a una conferencia de prensa en la sede de Ciudadanos para ampliar lo expuesto.

“Proscripción”

En la previa a las elecciones internas, Talvi había debatido en Canal 4 con Óscar Andrade, uno de los precandidatos del FA. “Vamos a terminar con la diplomacia de cóctel. Como Nueva Zelanda y Chile, vamos a una diplomacia comercial, una gran fuerza de venta desplegada en todos los mercados para vender productos uruguayos al mundo con trabajo uruguayo y no mandar uruguayos al mundo porque aquí no encuentran trabajo”, dijo, cuando todavía no imaginaba que sería el próximo canciller.

El debate le dio visibilidad en horario central y Talvi quiso repetir el plato en octubre, con Daniel Martínez (FA) y Lacalle Pou, pero el intercambio televisivo se dio sólo entre estos dos, que a la postre serían los que competirían en la segunda vuelta. En la semana previa al debate, cuando se confirmó que no iba a participar y las encuestas le daban 12%, Talvi dijo en una conferencia de prensa que los medios de comunicación eran “socios” de una “proscripción”.

Antes del debate, escribió en Twitter: “Un éxito la coalición de Martínez y Lacalle para evitar que otros estuvieran en televisión. Quizás es la cultura del reparto, tan arraigada en nuestra política. Perdimos. Perdieron los ciudadanos. Tema superado. Seguimos con más fuerza nuestra campaña”.

En las elecciones generales de octubre Talvi quedó tercero, con 300.000 votos (12,34%), 5.000 menos de los que obtuvo Bordaberry en 2014. “Nos hubiera gustado lograr mejores resultados”, dijo en la noche de la primera vuelta, y enseguida convocó a sus votantes a elegir a Lacalle Pou en el balotaje.

Pero la campaña de 2019 trajo la novedad de Cabildo Abierto (CA), el partido liderado por Guido Manini Ríos, con el que Talvi dijo que lo separaba una distancia “oceánica”. A fines de enero de 2020, cuando la “coalición multicolor” estaba trabajando en la transición del gobierno y no lograba definir los candidatos para la Intendencia de Montevideo (IM), CA propuso que fuera Manini, Ríos y un par de horas después dirigentes colorados pusieron sobre la mesa el nombre de Talvi. Todo eso, como se sabe, quedó en la nada.

En el nombre del padre

Talvi dejó de hablar con Sanguinetti incluso antes de que asumiera el nuevo gobierno. Como varias fuentes coloradas señalaron en su momento, el disparador fue un detalle. El lunes 24 de febrero de 2020, feriado de carnaval, Sanguinetti fue a la sede de campaña de Lacalle Pou, donde funcionaban las oficinas de la transición, en Bulevar Artigas y Chaná, para dejarle un obsequio al presidente electo: una serigrafía de Alfredo Testoni.

En un feriado de carnaval no abundan las noticias políticas, por eso en el comando había un enjambre de periodistas tratando de cazar alguna. Sanguinetti les confesó que pensaba que no iba a haber nadie. El regalo del ex al futuro presidente fue una de las notas de color de la tarde, pero a Talvi no le gustó que Sanguinetti fuera por su cuenta a hablar con Lacalle Pou, ya que él, como ex candidato y líder del PC, era el que comandaba las negociaciones. Según un dirigente sanguinettista, ese día Talvi “armó un berrinche, un escándalo”, porque se sintió “agraviado”, ya que el ex presidente había ido a hablar con Lacalle Pou “sin avisarle”.

El lunes 2 de marzo Talvi asumió como canciller. En la ceremonia dijo que las relaciones son “con estados y no con gobiernos”, por lo tanto, la política exterior no iba a estar basada “en afinidades ideológicas circunstanciales”. Además, anunció que iban por una cancillería “profesional, que se enriquezca de los funcionarios de carrera diplomática, profesionales, administrativos y de servicios”.

Dos días después se hizo público que entre los primeros nombres del sector Batllistas puestos a considerar para cargos de gobierno estaba el de Julio Luis Sanguinetti, hijo del ex presidente. Su nombre se manejaba para integrar la Comisión Administradora del Río Uruguay, que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores. “En los órganos que dependan de la cancillería, y que por ende requieran la firma de este ministro, no vamos a designar a familiares de líderes políticos, y esperamos que esa decisión, que vamos a cumplir, sea respetada”, dijo Talvi en rueda de prensa. Finalmente, Julio Luis Sanguinetti fue designado vicepresidente de UTE.

De todas partes vienen

El 13 de marzo se hicieron oficiales los primeros casos de coronavirus en Uruguay y en los meses siguientes Talvi tuvo un rol protagónico gracias a la operación “Todos en casa”, para traer uruguayos que habían quedado varados por el mundo ante el cese de vuelos. “Todo el que quiera volver a casa en el Uruguay va a tener las puertas abiertas de su patria. Ningún uruguayo que quiera volver, sea varado o no lo sea, en la medida en que podamos, va a volver al país”, dijo Talvi a la prensa a fines de abril.

El 23 de mayo el crucero australiano Greg Mortimer zarpó del puerto de Montevideo luego de estar más de un mes varado por varios casos de coronavirus entre sus pasajeros y tripulantes ‒cerca de 80‒. Talvi monitoreó en todo momento la situación del crucero, y luego de que el barco zarpó, se encargó de compartir en sus redes los agradecimientos de los pasajeros. “No paran de sorprendernos y emocionarnos”, escribió en junio.

El cuarto mes de Talvi como canciller, que sería el último, traería varias turbulencias internas. En una entrevista con El Observador se negó a calificar a Venezuela de dictadura, como lo hizo durante la campaña. “Este canciller no va a decir en este rol esa palabra, y lo que yo piense personalmente respecto del régimen que gobierna Venezuela dejó de ser relevante en el momento en que asumí este cargo”, sostuvo Talvi en la entrevista.

“Ante versiones que circulan en las redes y consultas de varios periodistas, desmiento de manera terminante que haya presentado renuncia a mi cargo como canciller”, escribió Talvi el 10 de junio en Twitter. A las pocas horas brindó una rueda de prensa en el Parlamento, luego de reunirse con los legisladores de Ciudadanos, en la que contó que había hablado con Lacalle Pou sobre “la posibilidad” de jugar “un rol distinto en la coalición” para “poder liderar el espectacular equipo” que tiene su sector, “a nivel ejecutivo, técnico y legislativo”. Agregó que no tenía plazo para su alejamiento de la cancillería y que con Sanguinetti había “un distanciamiento, por formas muy distintas de entender, de ver y de sentir la política”.

A fines de junio Talvi consideró un error que el gobierno apoyara al candidato estadounidense Mauricio Claver-Carone para la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo –aunque en esto estaba alineado con la postura de Sanguinetti–. Un par de días después presentó la “nueva diplomacia económica y comercial” de la cancillería, cuando ya tenía los días contados en el ministerio y se había hecho público que lo iba a suceder Francisco Bustillo.

Eso es todo, amigos

Al final, el 1º de julio Talvi presentó su renuncia, con una carta enviada a Lacalle Pou que compartió en Twitter. En ella manifestó que su intención era seguir en la cancillería hasta fin de año ‒es decir, hasta estos días‒, durante la presidencia pro témpore de Uruguay en el Mercosur. “Comprendo, sin embargo, que los tiempos del gabinete los marca el Presidente de la República. Le presento entonces mi renuncia al cargo. Nada más lejos de mi intención que ser un obstáculo en su deseo de nombrar al ministro de Relaciones Exteriores que considere más apropiado para acompañar su gestión”, finalizó.

Acto seguido, Talvi pidió licencia sin goce de sueldo del Senado hasta el 3 de agosto, el lugar al que le correspondía volver luego de dejar la cancillería, y se dedicó a reflexionar sobre su futuro, mientras legisladores de Ciudadanos le pedían que asumiera la banca. La primera semana de julio Talvi hizo su última aparición en un acto político, en un evento de la candidata a la IM por la coalición, Laura Raffo, en la sede del PC. Allí Talvi dijo a la prensa que todavía no había hablado con Lacalle Pou y que “tampoco había necesidad”.

Finalmente, el domingo 26 de julio el ex canciller anunció su alejamiento de la política mediante una carta, que no compartió en su cuenta de Twitter sino que fue difundida por la prensa de Ciudadanos. “Queridos amigos, después de tomarme algunos días para reflexionar con serenidad con el apoyo de mi familia, he decidido dejar definitivamente la política activa, renunciar al Senado, no ocupar ningún cargo público y no presentarme en el futuro para ningún cargo electivo”, decía la carta, que luego detallaba: “Debo reconocer que sobreestimé mi capacidad de adaptarme del quehacer académico al quehacer político. Y aunque creo entenderlo y en todo momento intenté hacer lo mejor, no es lo mío”.