“Al pie de la cumbre de históricas victorias brotan mensajes, canciones; Juventud Brazo Oriental. Homenaje de familiares y alumnos a Juan Sarasola, quien supo entendernos y sacar lo mejor de nosotros. 08/06/1936-31/07/2012”. La placa con esta inscripción fue descubierta el sábado en la explanada de la iglesia del Cerrito de la Victoria. Estaba cubierta por la bandera uruguaya y la ikurriña, la bandera del País Vasco, donde nació “Juanito el Vasco”, que se radicó en Montevideo el 10 de marzo de 1964.

Primero fue ecónomo y después párroco del Cerrito de la Victoria. En 1971 se retiró a la vida civil y se casó con Mirta. “Con un coro de más de 60 gurises de Brazo Oriental, 30 guitarras, tres arpas, platillos, recorrimos todo Uruguay y me di el gusto de dirigirlo en el Solís, en un festival de coros que organizó la Comisión Municipal de Fiestas, en el cual participaron Guarda e Pasa, Juventudes Musicales, un coro portoalegrense y este, y nosotros fuimos los únicos que hicimos el bis. Actuábamos también en los carnavales. En el barrio, la calle María Uriarte Herrera se llenó hasta Propios y hasta Quesada para ver nuestro espectáculo”, contaba Sarasola en una entrevista en La Onda Digital.

La iniciativa de colocar una placa en homenaje a Sarasola partió justamente de “un grupo de personas, actualmente adultas, que en su niñez y adolescencia formaron parte de los grupos de música folclórica y popular” que desarrollaron él y su esposa, según cuenta a la diaria Cecilia, una de las dos hijas de ambos. “No sólo integraban esos grupos musicales de instrumentos y coros, sino que además convivieron con mi familia en una etapa política compleja del país. Se les fomentaba a estos niños y jóvenes la expresión por medio del arte, y eso fue algo que los marcó mucho en su desarrollo”, agrega.

Durante un tiempo pensaron en pedirle a la intendencia capitalina un espacio público y designarlo con el nombre de Sarasola, pero una de estas personas, que integra un coro, comenzó a concurrir a la iglesia del Cerrito de la Victoria y un día, casualmente, conversando con el actual cura párroco, le contó la historia de “Juanito el Vasco” y planteó la idea de homenajearlo de alguna manera. Entonces, el cura actual ofreció un espacio en la explanada de la iglesia para colocar la placa.

En la mira

Después de que Sarasola quedó a cargo de la parroquia, “además de ejercer sus labores como sacerdote tradicional, empezó a generar un perfil militante y de compromiso social con el barrio y con el contexto político particular en el que se encontraba”, continúa Cecilia. Cuando abandonó el sacerdocio, su padre pasó de vivir en la parroquia a vivir “cinco cuadras más abajo”, y “siguió desarrollando la misma labor pero sin sotana”. Cecilia añade que previo a la dictadura, su padre les dio refugio en la iglesia a personas que eran perseguidas políticas y eso “hizo que ya estuviera en la mira desde temprano”. “De hecho, subyace la idea de que haber conocido a mi madre [Mirta dirigía un coro de niños y adolescentes que iba a cantar los domingos a la iglesia] no fue lo único que lo hizo dejar de ser sacerdote, sino que él se sentía acorralado por la concepción que tenía de su lugar en esa institución para con el resto de la sociedad”, afirma su hija. Tanto él como Mirta “tuvieron que ir al Penal de Libertad o a Buenos Aires a llevar cosas a familiares. Fueron años bastante complejos y ellos ya sabían que estaban en riesgo”.

Sarasola nació en Itxasondo, en Guipúzcoa, y fue militante por la independencia del País Vasco. Viajaba regularmente a visitar su país natal, y falleció en 2012 en aquellas tierras. Fue integrante del Consejo Directivo de Euskal Herría de Uruguay y durante años enseñó euskera.