“Trabajo, pan y techo”. Con esta consigna, la Coordinadora Popular y Solidaria (CPS) organizó una concentración frente al Ministerio de Desarrollo Social (Mides), previo al Día Mundial de la Alimentación. Pancartas con mensajes como “basta de hambre”, “basta de desigualdad”, “basta de precariedad”, “basta de negociar con la necesidad de la gente” rodearon el Monumento al Gaucho en la plazoleta ubicada frente al edificio del Mides. Ollas populares y merenderos se concentraron en reclamo por comida “decente” y trabajo luego de un año y medio de pandemia.
La protesta tomó fuerza sobre las 14.00, cuando llegaron al lugar tambores que acompañaron los cánticos de los presentes, que aprovecharon la luz roja del semáforo de 18 de Julio y Constituyente para cortar la calle y alzar la voz al grito de “se siente, se escucha, arriba los que luchan”. Pese al reclamo y la urgencia, la calidez en el ambiente se sintió en todo momento y el día acompañó. En el lugar, integrantes de diferentes ollas y merenderos prepararon un guiso para el que se quisiera “arrimar”. Estaba previsto para las 14.30, indicó Paola, una de las cocineras integrante de la Red de Ollas del Cerro, y así fue. Adultos, jóvenes, niñas y niños pudieron disfrutar de un plato caliente de guiso que no se hizo esperar, pese a la extensa fila que se formó para recibirlo.
Hugo Ariel Leivas, miembro de Redes de Ollas del Cerro, dijo a la diaria que “en un país agroganadero como Uruguay, hoy se reivindica el derecho a la comida porque los insumos que se brindan por parte del Estado hacia las ollas populares han bajado, como también la calidad”. En este sentido, agregó que a muchas ollas han llegado gallinas “en mal estado, raquíticas y con coágulos de sangre”. Al momento la CPS cuenta con 256 ollas y 17 redes que nuclean la organización. El integrante resaltó la necesidad de que el gobierno “se haga cargo”. “Basta con el negocio de la comida y la precariedad”, sentenció.
“Todos aquellos que éramos monotributistas o que vivíamos el día a día vendiendo un caramelo arriba de un ómnibus pasamos a quedarnos sin ese ingreso, sin un pan y sin un plato de comida en la casa”, manifestó. Apuntó que desde el gobierno sólo se reciben insumos y que lo demás es “voluntad” de vecinas y vecinos que integran el colectivo.
Por su parte, una de las integrantes de la olla Casa del Abrazo, conformada en su mayoría por madres solteras, denunció que la comida que se les entrega “no alcanza” y agregó que “ya que tenemos que comer de una olla, queremos tener una mejor alimentación”. En esta línea, exigen trabajo, dignidad y comida decente. “Es nuestro derecho y estamos luchando por salir adelante”, expresó.
La organización Mujeres del Oeste también se hizo presente en la concentración. El colectivo trabaja en el Cerro y tras el comienzo de la pandemia creó una olla popular que ahora continúa como merendero para “toda la gurisada del barrio”. Lo que las convoca, dicen, es “la necesidad del pueblo”. “Las gallinas que están dando a las compañeras de la olla para que puedan cocinar son palomitas”, reclamó una de ellas. En la misma línea que sus compañeros, sostuvo que el Mides “no se hace responsable” y que ellas no pueden estar ajenas a esa realidad. “Es la gente del barrio la que está dando una mano y no el gobierno”, manifestó. Valoró que ellas no son las que se tienen que hacer cargo de la situación de la gente, sino el Estado.
La protesta también es por educación y salud. “Vas a buscar remedios a los centros de salud pública y la mitad de los remedios no están”, expresó otra de las manifestantes, y agregó que es una “vergüenza” y que nadie se hace cargo.
Cecilia Sarasola, vocera de la Coordinadora, señaló a la diaria que semanalmente se reparten 150.000 porciones de alimento en todo el territorio de Montevideo y Canelones. Esteban Corrales, otro de los integrantes de la coordinadora, remarcó que el objetivo es que no se pierda la visibilidad de las ollas populares y que sean “tenidos en cuenta”. Contó que los problemas de alimentación se “agudizan” y que de parte del Estado sólo hay “puertas cerradas y oídos sordos”.
Corrales también recordó que la tarea es cotidiana y formativa. “Hay otros derechos que están siendo vulnerados en los mismos territorios y eso nos obliga a articular nuestro pensamiento de manera crítica, ante un contexto social en el que los más vulnerados, las personas que están en una situación más expuesta a la desigualdad social son las que más sufren”, subrayó.
Sobre la organización Uruguay Adelante, opinó que maneja los fondos de manera “discrecional” y que desde la coordinadora no tienen un control de “qué se compra ni cómo se compra ni a cuánto”. “Las ollas populares tuvimos que salir a comprar con nuestros escasísimos recursos para poder hacer los guisos en invierno”, señaló, y agregó que los recursos muchas veces vienen en “mal estado y son de mala calidad”.
Lo que se exige, explica, es una política pública de largo plazo que se haga cargo de la situación. “En un país que no es pobre, es desigual, hay gente que acumula ganancia y hay decenas de miles de personas que tienen que ir a comer a una olla popular”, planteó. Remarcó que las ollas populares no pueden ser una política a largo plazo, porque nacieron desde la solidaridad, pero no se pueden pensar como solución definitiva para la alimentación.
Concluyó que “podemos pensar en la sociedad en otros términos que no sean solamente los de la acumulación y la desigualdad, sino en los términos de la solidaridad y la complementación”.