“No quito la pata del lazo de entender que mi nombre está entre los cuatro o cinco que hoy hay sobre la mesa en clave de futuros liderazgos”, dice el senador del Frente Amplio (FA) Mario Bergara. El expresidente del Banco Central del Uruguay y exministro de Economía y Finanzas es el líder del novel sector Fuerza Renovadora, pero le parece importante remarcar que hay una diferencia entre liderazgos y candidaturas, y que una no necesariamente lleva a la otra. Ese fue uno de los temas sobre los que Bergara conversó con la diaria, además de la pandemia, el gobierno y las medidas económicas, sociales y de restricción de movilidad –o la falta de ellas–.

Hace pocos días el presidente Luis Lacalle Pou dijo que no iba a tomar más medidas de restricción de movilidad, y que “obviamente, todos sabemos que depende de las conductas particulares de cada uno de nosotros”. ¿Qué opinás?

Es una discusión que venimos dando desde hace unas cuantas semanas. Por supuesto que el comportamiento individual es importante –respetar todas las recomendaciones que se hacen en el terreno sanitario–, pero también ha quedado demostrado, por experiencias internacionales, que son imprescindibles medidas de restricción de la interacción social. Los países que han tenido estas medidas por tres o cuatro semanas –nadie plantea que duren toda la vida– han bajado las tasas de contagios, por lo tanto, también las de fallecimientos. Son medidas de gobierno que se tienen que sumar a las decisiones de comportamiento individual. Si logramos bajar la tasa de contagios, la vacunación va a tener efectos más rápidos y va a ser más potente. Por eso seguimos pensando que es necesario tomar esas medidas y que está claro que si uno restringe actividades, las tiene que compensar desde el punto de vista económico. Mi sospecha es que, justamente, el gobierno no toma más medidas en esa dirección porque no está dispuesto a volcar más recursos. Además, no puede ser que cuando las cosas iban bien eran mérito del gobierno, y ahora, que tenemos la situación sanitaria que tenemos, la culpa es de la gente.

¿Qué análisis hacés de cómo actuó el gobierno en el primer año de la pandemia?

Hasta noviembre de 2020, nosotros, incluso como FA, reconocimos que el manejo de la pandemia desde el punto de vista sanitario había sido razonable. Hay que recordar que en los primeros meses se tomaron medidas drásticas de reducción de la interacción social –a veces el gobierno lo olvida–: el “quedate en casa”, junto con otras medidas, implicaba una restricción mucho mayor que la que tenemos hoy. Esa gestión de la pandemia en lo sanitario contribuyó a que hasta noviembre la situación sanitaria fuera muy razonable. Pero discrepamos desde el arranque con el enfoque de las medidas económicas y sociales. El FA, en la única reunión que tuvo con el presidente, en marzo [de 2020], planteó no solamente tender la mano para buscar acuerdos para combatir la pandemia, en el entendido de que es enemiga de todos, sino también un conjunto de medidas económicas y sociales. Desde entonces ya se planteó la renta de emergencia para las familias más necesitadas, y el mayor apoyo a comercios y servicios, a micro y pequeñas empresas, para evitar cierres. Pero el gobierno no tomó estas medidas.

¿Cómo ves las medidas económicas tomadas en lo que va de este año?

A medida que se acumula el efecto negativo de la pandemia, empeoró la situación y el gobierno no reacciona. Este año está planteado que vuelque menos recursos que el año pasado para ayudar a las familias más necesitadas y a las micro y pequeñas empresas en dificultades. Porque se plantea que en el Fondo Coronavirus van a volcar 900 millones de dólares, pero 420 son las cuestiones sanitarias: las vacunas, los test y las camas. Obviamente que eso es imprescindible y está muy bien que pase por el Fondo Coronavirus, pero no es la ayuda de la que estamos hablando, como la renta de emergencia –que es de un salario mínimo nacional por familia, una cifra que nadie puede decir que es descabellada–.

¿Qué balance hacés de las medidas económicas, entonces?

Al seguir la lista de medidas que van enumerando en conferencias de prensa, cuando uno pasa raya y hace la cuenta, siguen siendo volúmenes muy pequeños. Por lo tanto, ahí también tenemos una discrepancia de fondo. Durante las crisis no hay que ayudar al “malla oro” para que después todo mejore, sino que está demostrado que es el Estado el que tiene que volcar los recursos para sostener la situación y evitar que la economía caiga más. Es lo que está pasando hoy en el mundo, menos en Uruguay, que en lugar de volcar recursos se hace un ajuste fiscal. En el medio de las crisis hay que evitar que las cosas empeoren, y eso sólo lo puede hacer el Estado, porque el sector privado no lo hace. Con medidas excepcionales y transitorias, porque en Uruguay nadie está planteando volcar cifras astronómicas, a pesar de que en el mundo los déficit fiscales aumentaron cinco, seis u ocho puntos del producto [interno bruto, PIB]; acá decimos gastar un punto más del PIB, algo totalmente manejable desde el punto de vista fiscal y financiero. Hay un problema de diferencia ideológica, sin duda, pero también en términos de política económica: este gobierno no incorpora aprendizajes de la economía de los últimos 90 años. La ministra [de Economía, Azucena Arbeleche] el otro día en la conferencia de prensa dijo que toda la sociedad está recibiendo los recursos necesarios para paliar la pandemia. Que diga eso es absolutamente insólito. Son recursos magros, insuficientes y las consecuencias las estamos viendo todos los días.

Lo del “malla oro”, la cuestión ideológica en general, se sabía de antemano que es la visión de este gobierno. ¿Te sorprende?

¿A qué te referís con “de antemano”? Porque en la campaña electoral la coalición prometió que no iba a haber más impuestos, y se aumentó el IVA con las compras de medios electrónicos, que son más de la mitad de los pagos del país; que no iba a aumentar tarifas, y se aumentaron ya varias veces; que los salarios y las jubilaciones se iban a mantener, y cayeron –y no sólo por la pandemia, sino también por las pautas del gobierno–; que no iba a haber recorte en las políticas sociales, y hay un recorte brutal... Es relativo decir qué es lo que se esperaba de este gobierno. Seguramente, muchos compatriotas apoyaron a este gobierno pensando que iba a cumplir esas promesas que evidentemente no cumplió.

El escenario cambió con la pandemia. ¿Pensás que eso puede servirle al gobierno como una excusa o escudo para tomar o no ciertas medidas económicas?

Es que, justamente, tenemos la visión contraria: la pandemia no es razón para gastar menos sino para gastar más, de manera transitoria. Por lo tanto, la pandemia no puede ser excusa para gastar menos; en todo caso, es razón para volcar más recursos durante la crisis en el terreno sanitario, social y económico. Uruguay está en los últimos lugares del mundo en cuanto al esfuerzo que el gobierno ha hecho para paliar y combatir la pandemia.

Mencionabas la conferencia de Arbeleche. ¿Destacarías el trabajo de alguno de los ministros del gobierno?

No, no estoy para hacer rankings ni para poner calificaciones. Tenemos un gobierno en el que muchos ministros están bastante desaparecidos. No digo que no trabajen, ojo, pero hay un cuasi monopolio de visibilidad del presidente, que ha optado por gobernar prácticamente sin convocar Consejos de Ministros y también prácticamente sin convocar a sus socios de la coalición. Y, comunicacionalmente, hay una abrumadora participación de la Torre Ejecutiva, del presidente y, en su momento, del secretario de Presidencia [Álvaro Delgado]. Es un gobierno que está muy centralizado en el presidente. Por lo tanto, es más difícil catalogar a los ministros, porque tienen apariciones más bien esporádicas.

¿Cómo te cayó cuando a principios de abril Lacalle Pou dijo en una entrevista para un diario argentino que es muy difícil saber qué y quién es el FA?

Inaceptable y provocador, porque si sabrá Lacalle Pou lo que es el FA, si lo habrá sufrido. Tener que explicarle qué es el FA... No vamos a gastar ni media columna de esta entrevista en eso porque la sociedad entera lo conoce. Pero es totalmente provocador decir [que no sabe] quién es el FA. Fijate que esas declaraciones salieron el mismo día que el Parlamento conformó la comisión de seguimiento de la pandemia, con un espíritu de diálogo, reivindicado por todos los legisladores y las legisladoras de todos los partidos que intervinieron en esa sesión del Senado. Ese mismo día en que hay un gesto de apertura al diálogo, el presidente genera esa provocación, en un medio del exterior, además. Sería un atrevimiento de nuestra parte preguntar quién es el Partido Nacional [PN] o el Partido Colorado. Todos sabemos que si queremos dialogar con el PN hay que ir a su honorable directorio, que tiene su presidente. En el FA pasa lo mismo, tiene sus autoridades, y si quiere hablar con el FA, todo el mundo sabe con quién tiene que hacerlo.

¿Qué opinión te merece lo que dijo la senadora del PN Graciela Bianchi, que le consta que hay vínculos entre las ollas populares y la izquierda?

Las ollas no están ligadas a la izquierda sino al hambre. Hambre que surge de una situación en la que el gobierno, lamentablemente, no está a la altura con las medidas de ayuda a la gente que realmente lo necesita. La gente no va a las ollas porque le guste ir sino porque no tiene alternativas. Obviamente, es un tema ideológico, pero es directo, no hay mucho para explorar en eso.

¿Cuál es el camino que debe seguir el FA en la campaña de recolección de firmas contra la ley de urgente consideración (LUC)?

El FA tiene como una de sus prioridades trabajar arduamente para conseguir las firmas necesarias para que haya un referéndum. Ese es un objetivo en el que tenemos que seguir avanzando. El FA no puede desensillar. Tenemos que lograr las firmas necesarias, con los cuidados sanitarios, y si no llegamos a esas firmas, estar cerca.

¿Cómo ves un tema que quizás no se discutió lo suficiente: la reforma de la caja militar?

Sin duda, no se discutió lo suficiente en los gobiernos del FA. Se discutió largo y profundo y se llegó a una reforma de la caja policial, lo mismo para la caja bancaria, y cuando tuvimos sobre la mesa la caja militar, no se hizo. La reforma que se votó el último año de gobierno del FA fue una cosa con poca discusión, y más bien eran parches, no hubo una discusión integral del sistema, por lo tanto, era una reforma muy tibia y muy insuficiente. Ahora, esto se tiene que insertar en la discusión de todo el sistema de seguridad social.

¿Cómo se debe resolver el tema de la presidencia del FA?

Lamentablemente, la pandemia llevó a distorsionar el cronograma que teníamos planteado originalmente. Javier Miranda planteó que se retiraba el 1º de junio, es una posición que veo bastante firme y tenemos que respetar. El problema del FA no es la presidencia sino toda la conducción, que incluye un equipo: presidente, vicepresidente, las cabezas de las comisiones principales, el Secretariado y la Mesa Política. Con las elecciones el FA tiene que apostar a resolver de manera integral todo eso. No alcanza con cambiar una figura por otra en la presidencia. Nosotros no manejamos nombres para la presidencia, porque primero hay que cerrar el proceso de balance y autocrítica y generar las líneas de acción. El presidente o la presidenta en el futuro tiene que ser alguien que encarne esa línea de acción, ese enfoque autocrítico, y también un enfoque de renovación de la fuerza política y de nuevas formas de funcionamiento orgánico que el FA debe tener para ser más representativo y más participativo.

¿Qué análisis hacés del FA en este año y poquito que lleva como oposición, luego de 15 años de gobierno?

Evidentemente, hay un cambio de chip que uno tiene que hacer y que no es automático. No lo hace el FA como fuerza política, ni la sociedad ni los frenteamplistas. Creo que hay muchos, tanto del lado frenteamplista como del lado del actual gobierno, que todavía no asumieron que hay una nueva realidad, en la que lo que antes era oposición ahora es gobierno y viceversa. Porque hoy hay gente del lado del gobierno que sigue en campaña, casi como si fuera oposición, porque en realidad lo que los unió como coalición fue el antifrenteamplismo. Entre los frenteamplistas también hay personas a quienes no les ha caído del todo el hecho de que ya no estamos en el gobierno. A veces hay discusiones que me da la sensación de que tienen esa diferencia en el fondo. El FA procura pararse como oposición, y lo ha hecho, con respecto a las políticas, con bastante firmeza. En el caso de lo más regresivo de la LUC, se paró duro. También en la discusión de la rendición de cuentas y las normas presupuestales, porque ahí es donde el gobierno procura implantar sus políticas, con las cuales discrepamos, porque son anti Estado, debilitan el rol del Estado y tienen esa visión liberal del “malla oro”. Un partido que estuvo 15 años en el gobierno no puede salir como si no hubiera estado nunca.

Hace pocos días, hablando sobre los nuevos escenarios de liderazgo del FA, el senador del Partido Comunista Óscar Andrade dijo a la diaria que hay “tres grandes espacios”, y el primero es “una pata muy grande que fue la de [Danilo] Astori y el Frente Liber Seregni”, y a quien ve con “mejores condiciones” para articularlo es a vos.

Hoy en el FA hay un nivel de atomización muy grande. Ya de pique hay 40 y pico de sectores, y hay 15 o 20 que están pidiendo ingreso. Evidentemente, no hay ni 50 ni 60 visiones diferentes de la realidad y del accionar político. Estamos en un proceso de renovación y de transición, salimos del gobierno y pasamos a la oposición, y también hay una transición en los liderazgos. Obviamente, después de tener el liderazgo de [Liber] Seregni tuvimos un trípode de liderazgos, [Tabaré] Vázquez, [José] Mujica y Astori, que de alguna manera ya están dando paso a una nueva estructura. Y la autocrítica también implica una transición: mirar el mundo tal cual es, la realidad de hoy, que es muy distinta de la de hace diez o 15 años. Por lo tanto, en esa renovación de liderazgos es natural que surjan muchas figuras y sectores, que después con el decantamiento del accionar político y de los resultados electorales van a ir consolidándose –porque, en última instancia, los liderazgos se consolidan con el respaldo de la gente y eso se manifiesta en lo electoral–. Nadie espera que el FA sea una constelación de 60 grupos. Uno tiene claramente visualizado un bloque cuyo eje es el MPP [Movimiento de Participación Popular], otro cuyo eje es el Partido Comunista –hay que ver ahí cómo se relaciona con el Partido Socialista– y después hay todo un amplio sector, que incluyó todo el sublema Progresistas, Asamblea Uruguay, el Nuevo Espacio y otros sectores, que creo que sería saludable para el FA que vaya hacia una lógica de consolidación. Pero hay que ver los procesos, no se puede imponer estas cosas.

¿Pero te ves tomando el testigo de Astori?

Yo no me veo reemplazando a Astori. Danilo es una figura enorme del FA, fue una figura enorme para el país y tuvo sus características como político y como líder, irrepetibles, como lo fue Vázquez, Mujica y ni que hablar Seregni. Nosotros aspiramos a construir nuestras propias formas, nuestro propio estilo de liderazgo. No quito la pata del lazo de entender que mi nombre está entre los cuatro o cinco que hoy hay sobre la mesa en clave de futuros liderazgos. También me parece importante distinguir que liderazgos no significa candidaturas. Hay compañeros y compañeras que tienen perspectivas para el liderazgo, y no necesariamente para las candidaturas, y otros que tienen perspectivas para candidaturas y no necesariamente para liderazgo sectorial.

Obviamente, no vas a dar ningún nombre.

No, ni que hablar, cada uno que haga la interpretación que quiera. Pero me parece que es importante distinguir eso, porque una cosa es conformar una estructura de liderazgos para el FA y otra distinta es conformar la oferta electoral del FA para 2024.

¿El ideal sería el dirigente que es líder sectorial y a su vez candidato?

Es deseable que algunos estén en los dos terrenos, pero no todos van a estar. Me parece, es una opinión. Obviamente, cada uno manejará nombres, yo no los voy a manejar. Pero te decía, entiendo que estoy en ese núcleo de compañeros no porque uno tenga una autopercepción determinada sino porque, como decía, esas cosas se refrendan en el terreno electoral. Fuerza Renovadora fue el tercer sector más votado en el FA, cuando es un grupo naciente. Por lo tanto, entiendo que está llamado a jugar un rol muy importante en la interna del FA y también tiene una responsabilidad mayor en la articulación de todos estos sectores, con los que tenemos mucha sintonía y afinidad en la visión política y en la forma de hacer política.