En 2013, cuando de nuestras canillas salió agua con olor desagradable y en algunos casos incluso con color, se marcó un antes y un después en la gestión del agua potable. En el sistema político hubo una concientización de la vulnerabilidad de los ecosistemas y sobre todo de las consecuencias nefastas de la producción sin control, y en la población hubo una primera toma de conciencia –por si nos faltaba– de que el recurso más extendido en nuestro planeta es finito, sumamente delicado y, por ende, preciado. Sin embargo, no está claro que eso sea suficiente.

Hay que remontarse muchos años para atrás para encontrar un desabastecimiento de agua en Montevideo. Sin embargo, en la Costa de Oro, y sobre todo en verano, los cortes de agua son frecuentes. Según el presidente de OSE, Raúl Montero, son tres los niveles de demanda insatisfecha: “Por un lado, a los clientes que ya tenemos no les damos toda el agua que quieren, sobre todo en verano. Más al este, cerca de Jaureguiberry, hay casas y no hay redes, desde hace casi diez años que se les lleva agua en camiones. Por último, creemos que esa es una zona con alto potencial, sobre todo para la clase media, para instalarse al retiro de la vida activa laboral, pero de momento el abastecimiento es insuficiente”, explicó a la diaria.

Actualmente el suministro de agua a la zona es de entre 1.500 y 1.800 metros cúbicos por hora, con margen de 500 más, pero sin capacidad ociosa durante mucho tiempo. Las fuentes que aseguran ese suministro son variadas: la usina del arroyo Sarandí, una gran cantidad de perforaciones repartidas en el área, 500 metros cúbicos que se extraen del sistema de agua de Montevideo y principalmente la Laguna del Cisne, en la localidad de Salinas, una cuenca relativamente pequeña que tiene una usina con capacidad para proveer 700 metros cúbicos de agua potable, pero que para OSE es insuficiente.

La solución tomada, la información omitida y la fragilidad del cisne

La Laguna del Cisne, denominada así porque en una época supo albergar cisnes de cuello negro, provee a la usina de OSE Salinas, que abastece de agua potable a gran parte de la Costa de Oro desde 1971. Cuando, algunas décadas después, se dejó de utilizar el arroyo Pando como fuente de agua para potabilización porque su calidad pasó a estar comprometida por sus niveles de nutrientes, la Laguna del Cisne pasó a ser la fuente de agua superficial con mayor nivel de nutrientes del país.

En paralelo, a partir de 2008, se comenzó a expandir la frontera agrícola en la zona, principalmente de soja transgénica, con la utilización de glifosato en las plantaciones que llegaban hasta los bordes mismos de la laguna. Esto fue causa directa de afectaciones en la salud de vecinos de la zona que manifestaron síntomas como diarreas, sarpullidos en la piel, ardor en los ojos, tos y alergia, hecho que derivó en el más grande conflicto ambiental de la historia del país. Esto provocó un mayor control por parte del gobierno del uso de suelos en la producción agrícola y un contralor por parte de varios actores representantes de la sociedad civil. Así, en 2014 se creó la Comisión de Cuenca de la Laguna del Cisne, para su gestión sustentable, amparada por la reforma constitucional de 2004 y en el marco de la Ley de Política Nacional de Aguas de 2009.

Ante la sequía de otoño de 2020, OSE tomó una decisión que Montero califica como adoptada “bajo presión”. En setiembre los integrantes de la comisión de la cuenca se enteraron por la prensa de que OSE estaba construyendo rápidamente, por medio de una empresa privada, una tubería de PVC orientado de seis kilómetros y 40 centímetros de diámetro para el trasvase de agua bruta desde el arroyo Solís Chico a la altura del puente de la ruta 8, por un monto –inicial– de 50 millones de pesos, con la intención de finalizarla para diciembre.

Dos errores: la omisión de la información y la decisión del trasvase a la cuenca que actualmente expertos califican como la de mayor riesgo en todo el país. Ante lo primero, integrantes de la comisión solicitaron a su secretaría una convocatoria urgente para advertir sobre consideraciones ambientales que no se estaban teniendo en cuenta. El eventual trasvase de agua del Solís Chico a la Laguna del Cisne generaría lo que se considera un cambio catastrófico en el sistema.

“El trasvase de cuenca es un procedimiento que provoca un impacto ambiental inmenso, en el sistema donante y en el receptor y, en este caso, la Laguna de Cisne es muy frágil”, sostiene uno de quienes firmaron la convocatoria a la citación de urgencia de la comisión en noviembre de 2020, el investigador de Ecología y Rehabilitación de Sistemas Acuáticos del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional Este (CURE) de la Universidad de la República Guillermo Goyenola.

La Laguna del Cisne ya presentaba un alto grado de contaminación por nutrientes (un proceso denominado “eutrofización”) en la década de 1980, pero el proceso se aceleró debido a cambios en los usos del suelo. A su vez, la intensificación de las actividades agrícolas llevó a un incremento aún mayor de la presencia de fósforo en la laguna en las últimas décadas. La normativa establece un límite en el nivel de fósforo de 25 microgramos por litro, y desde hace diez años la Laguna del Cisne nunca ha tenido menos de 275 y llegó a 700 en 2012.

A modo de ejemplo, Goyenola señala que “entre 1990 y 2015, el nivel de fósforo presente en la laguna se había multiplicado por siete respecto de los niveles de los años 80”. Sin embargo, no hay registro –o no había hasta principios de 2019– de cianobacterias. Esto se explica por el gran Humedal del Estero, que le brinda el agua roja como un té. Esa sustancia coloreada disuelta hace que, por la atenuación de la luz, las floraciones tóxicas no ocurran. “Este es el factor que hace que la Laguna del Cisne tenga buena calidad de agua a pesar de tener una productividad potencial tan elevada”, explica Goyenola.

Ya en 2011 un informe de la Intendencia de Canelones consideraba que “en la actualidad los principales riesgos a los que se ve sometido el sistema [de la Laguna del Cisne] son vulnerabilidad frente a intervenciones que generen disminuciones de la turbidez o aumente la transparencia del agua”. “Eso nos habla de un sistema que está muy inestable y forzado, y una intervención del impacto que se propone probablemente genere algunos cambios irreversibles, por ejemplo, la introducción de especies invasoras exóticas, que generan un detrimento de la calidad de agua y un cambio catastrófico del sistema de su forma de funcionamiento y estructura, que seguramente hagan que esa fuente de agua no esté disponible a mediano o largo plazo”, continúa Goyenola.

Los técnicos del CURE no fueron los únicos molestos por la omisión de la presentación de la obra ante la comisión de cuenca. “Si bien no es vinculante con las decisiones tomadas por el gobierno, es una herramienta que está creada por ley y el lugar donde todos nivelamos la información y aportamos lo que cada uno puede para solucionar el problema y a la vez preservar el recurso”, dijo a la diaria el alcalde de Atlántida, Gustavo González. “Lo que sí comunicó la OSE a la Intendencia [de Canelones] es que iba a hacer una canalización y a eso nunca se le dice que no. Lo que no supimos era que se hacía para trasvasar agua de un lado a otro. Nos enteramos después, cuando empezamos a averiguar”, agregó.

Por su parte, el presidente de OSE se excusó diciendo: “Estábamos en una situación de emergencia. Hubo un momento que pensamos que íbamos a tener que abandonar esa usina. En otoño pasado, antes de que lloviera en junio, la laguna no tenía agua como para más de una semana. Puede ser que la urgencia nos haya hecho actuar de forma más rápida que lo aceptable, pero luego cumplimos con todas las etapas que correspondían. Ahora tenemos una autorización de la Dinagua [Dirección Nacional de Aguas del Ministerio de Ambiente] aceptada con algunos controles de monitoreo”.

En este momento los técnicos del CURE no pueden entrar a la Laguna del Cisne a tomar muestras por falta de autorización por parte de OSE.

La segunda alternativa y el potencial en la sal

La respuesta de OSE ante la citación de la comisión, en diciembre, fue que el proyecto ya estaba empezado y que se seguiría por ese camino. Pero todavía restaba un problema más: según manifestó la propia OSE a la Dinagua, las muestras tomadas donde se realizó la obra superaban los valores máximos permitidos por la normativa de agua potable, por lo que solicitó permiso para construir hacia otro punto la toma de agua: hacia la ruta 8 nueva, kilómetro 51. Pero otra vez surgieron problemas: el caudal allí es insuficiente.

Para el próximo verano, Montero cree que las necesidades van a estar cubiertas. “Se está instalando una UPA [unidad de potabilización autónoma] de las grandes en el arroyo Sarandí. Es algo parecido al contenedor, es transportable y de fácil colocación. Hay que conectarlo con la fuente de agua y la red, una solución rápida a esa necesidad de potabilización de agua superficial para transformarla en potable. Se están estudiando posibilidades de embalses en la cuenca del arroyo Sarandí. Eso sería complementario de esos refuerzos a la usina del arroyo Sarandí en Costa Azul. También [se está estudiando] una arenera con una capacidad de agua muy importante e indagando otra UPA capaz de producir más de 100 metros cúbicos por hora. Y habilitar algunas perforaciones de apuro. Están hechas, pero no tienen bomba”. Para los siguientes veranos el presidente de OSE también maneja como posibilidad la desalinización. “Hay todo un tema de costos y de factibilidades técnicas, así que estamos corriendo en paralelo con estos estudios. En primera instancia, si se concreta sería como algo complementario”, dijo.

Sobre la Laguna del Cisne, asegura que aún no se ha hecho el trasvase. “Tenemos una habilitación de la Dinagua ahora. No ha hecho falta, pero queremos tener disponible esa opción para que nos dé mayor tranquilidad. Tenemos una obligación prioritaria, que es darle agua a la gente. Vivimos pendiente de esos equilibrios, pero ¿qué vale más? Por supuesto que una desmejora de la calidad de agua de la Laguna del Cisne nos complica el tratamiento, pero creo que el mal mayor siempre es no tener nada de agua. La Laguna del Cisne tiene un equilibrio difícil, sí, con una gran influencia humana. Estamos hablando de llevarle agua a la zona desde una cuenca cercanísima, no estamos hablando de llevar agua desde el Atlántico al Pacífico, como hizo Perú, sino de seis kilómetros. Seguramente de donde saquemos el agua sea la cuenca más parecida a lo que era la Laguna del Cisne, pero obligados por cumplir un mandato. No hay un capricho”, dijo Montero.

Además de la desalinización, hay un camino muy poco explotado que es la concientización de la población acerca de la carencia mediante campañas explícitas. Al respecto, Montero sostiene que “la campaña de OSE quizás no sea tan agresiva en el sentido publicitario o tenga tanta presencia”, y agrega: “Nuestra propia tarifa progresiva apunta a fomentar un menor consumo. Vamos por ese lado”.

“Hay un derecho humano de acceso al agua potable que hay que garantizar”, dice Goyenola, y agrega que “el asunto es poner eso de la mano con una línea de desarrollo que sea sustentable, que no sea explotar ecosistema tras ecosistema, descartándolos de a uno, como se viene haciendo”. Para Goyenola, en este aspecto “el proyecto de la Laguna del Cisne es un sinsentido. Es una señal de desesperación”.

“En otros lugares del mundo la demanda por el agua y las tensiones que esto genera surgieron antes; en Uruguay hemos llegado recién en esta década a enfrentarnos a esta problemática, y por eso es un momento clave para decidir cuál va a ser el futuro de nuestra gestión y si nos vamos a asegurar de una forma sustentable o no la capacidad de disponer de agua en el futuro y de los que vengan atrás de nosotros. Y qué vamos a dejar en el camino. No es sólo agua, sino el medio donde muchos ecosistemas se desarrollan, donde se extiende la diversidad del territorio, en gran medida. Hay que cambiar la lógica”, opina Goyenola.

Nombre: Laguna de Cisne
Ubicación: Salinas, Canelones; delimitada por las rutas 8 (vieja), 11, Interbalnearia, 87 y 34
Superficie media: 1,8 km²; su cuenca es de aproximadamente 50 km²
Color del agua: rojizo
Principales explotaciones cercanas: soja (400 hectáreas)
Nivel de fósforo: entre 275 y 700 microgramos por litro.