Miguel Soler fue un referente de la educación en Uruguay a partir de su trabajo en las escuelas rurales y su impulso a las misiones sociopedagógicas. Decía que los maestros están obligados a ser agentes de cambio. “Nosotros no podemos trabajar para perpetuar esta sociedad; esta sociedad tiene problemas y defectos, cosas a corregir, y debemos educar para facilitar esa corrección, para que haya un cambio social”, afirmó en 2015, en entrevista con la diaria.

Su extensa y prolífica vida, que culminó este miércoles a los 99 años, comenzó en 1922 en Cataluña. De niño se mudó a Uruguay. Estudió magisterio, se graduó en 1943 y enseguida comenzó a trabajar en escuelas de las zonas más pobres del país. “Los maestros debatíamos sobre la educación y la evolución del país, y nuestra premisa era denunciar la pobreza. Médicos y maestros nos juntamos y reclamamos medidas que modificaran la estructura de nuestro campo en términos de distribución y uso de la tierra. Cuando uno trabaja en una zona ganadera, rodeado de estancias de cinco mil hectáreas, pobladas de vacunos, y llena el aula con algunos alumnos bastante desnutridos que no tienen satisfechas sus necesidades vitales, uno se plantea cuestiones esencialmente políticas”, recordó, entrevistado en 2011 por este medio.

En 1945 fue uno de los fundadores de la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM), que precisamente celebró su primera convención anual sobre el tema de la reforma agraria y la escuela rural. Entre 1954 y 1961, el maestro Soler coordinó el emprendimiento educativo del Núcleo Experimental de La Mina. En 2011 se bautizó con el nombre “Misiones Sociopedagógicas Miguel Soler Roca” a una colonia del Instituto Nacional de Colonización ubicada en Cerro Largo.

Soler fue, además, un gran amigo del maestro y periodista Julio Castro, detenido-desaparecido por la dictadura militar, cuyos restos fueron hallados en 2011 en el Batallón 14. El reclamo de verdad y justicia estuvo muy presente en sus declaraciones públicas: “Falta mucho para hacer justicia por Julio Castro. Julio Castro fue secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido durante más de 30 años. Con la aparición de sus restos no termina el caso Julio Castro. De ninguna manera. Falta un ingrediente fundamental, que es la justicia. Él no se asesinó, no se torturó; los responsables por ese crimen no han sido juzgados. Eso no se ha reparado, y yo voy a seguir reclamando justicia”.