Andrés Bargas vivió gran parte de su vida en la calle. Cuando lo incendiaron estaba durmiendo bajo un techo en Ciudad Vieja. “Él ama ese lugar”, cuenta Teresita Bargas, una de sus hermanas. Es la única que ha estado acompañándolo de manera ininterrumpida desde que el 15 de julio de 2020 una persona en bicicleta pasara por donde dormía, lo prendiera fuego y siguiera su curso. Son hijos de la misma madre pero no del mismo padre, crecieron en La Unión con una familia que los adoptó y vivieron juntos hasta que Andrés, a los 15 años, “se fue a hacer su vida”, cuenta Teresita. Aunque de manera esporádica, nunca dejaron de verse y siempre mantuvieron contacto.

“Cuando me enteré de lo que le hicieron a Andrés estaba en mi casa, a punto de irme a trabajar. Mi hermana tenía el celular apagado; al otro día de recibir el aviso lo enciende y se entera de que a mi hermano lo habían prendido fuego. Salimos corriendo, ella vive en El Pinar, así que salí y llegué antes”, relata. “Parece mentira. Natalia, una vecina de Ciudad Vieja, la noche anterior le había dicho a Andrés por qué no venía a mi casa, ya que hacía mucho frío, pero él se negó”, cuenta Teresita, y agrega que lo que sí hizo su hermano fue “ir a un refugio del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), pero no tenían lugar, entonces le dijeron que se fuera a otra sede ubicada en el barrio Carrasco, pero él no quería, porque tenía a Pampero, su perro, y no iban a dejar que lo entrara”, explica.

Los meses pasaron antes de que pudiera tener un diálogo con su hermano; la pandemia y las visitas limitadas retrasaron mucho más el contacto entre ellos. “Hablé con él a los meses de lo sucedido; una vez me preguntó qué le había pasado, porque antes un doctor le preguntó si él sabía qué le había ocurrido, a lo que él le respondió que no, así que el doctor le contó que el motivo era que lo habían prendido fuego, no sé si en aquel momento cayó en lo que el médico le dijo”, se pregunta.

El agresor fue identificado pocos días después del hecho y lo capturaron en el Cerro. El imputado declaró que lo ocurrido fue un accidente, que pasaba por el lugar y tiró un cigarrillo, pero sin voluntad de incendiar a su víctima. Sin embargo, Teresita dice que ella vio que no fue así. “Es un conocido de la familia, ahora está preso pero por otra causa. El abogado dice que le van a sumar intento de homicidio, pero a un año todavía eso no sucedió. Yo vi las cámaras y hasta que no se prendiera fuego no se retiró, así que eso de que fue un accidente es una completa mentira”, cuenta. Agrega que el agresor “estaba con la bicicleta y la botella de cerveza en la mano y esperó a que mi hermano se prendiera fuego”. 

Hasta el momento no está conforme con el proceso judicial. “Si no estoy detrás del abogado nadie me avisa nada. A mi hermano le van a tomar declaración, pero como está en el hospital y además sordo, lo harán cuando se venga para la casa”. Cuenta sobre la condición actual de Bargas: “Está en un estado delicado, algunos días avanza pero muchos otros retrocede, entonces un día le pregunté al abogado qué pasa si mi hermano fallece. ‘Pasa que la causa será homicidio culposo’, me dijo”.

Andrés vivió toda su vida en Ciudad Vieja. Antes de estar en situación de calle convivía con su otra hermana, hasta que los desalojaron. “Vivir en la calle fue una elección de él, porque después del desalojo, al igual que yo, podría haber tenido una casa humilde, pero quería vivir en la calle”, cuenta Teresita. Agrega que un sábado fue a llevarle una campera, lo buscó pero no lo encontró y tan sólo dos días después, al siguiente lunes, lo incendiaron. “El domingo estaba pensando qué sería de él, porque hacía mucho frío”, recuerda.

La recuperación ha sido lenta y larga. Estuvo casi un año en el Centro Nacional del Quemado (Cenaque), y el 1° de julio de este año pasó a estar internado en el piso 12 del Hospital de Clínicas. “Fue una lucha, entre mi hermano que no quería comer y los médicos que, a mi entender, no se preocupaban por él”, recuerda su hermana. En la actualidad tiene, además de gran parte de su cuerpo quemado y ocho dedos de las manos amputados, sondas, insuficiencia cardíaca e infección urinaria, y hace poco Teresita se enteró de que desarrolló una bacteria. “Hace unos días estaba en emergencias y cuando lo fui a ver lo habían aislado; le pregunté a un enfermero qué pasaba y me dijo que no lo podía ver porque tenía la bacteria SAMAR, es altamente contagiosa”, detalla. “Me puse como loca, nadie me había avisado; según entiende la última doctora con la que hablé, su cuerpo desarrolló esa bacteria cuando estaba en Cenaque”. 

Antes de estar en emergencias, Andrés fue trasladado al centro Tarará, ubicado en el Prado, que brinda alojamiento a usuarios de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, el Banco de Previsión Social y el Mides que no tengan otra posibilidad de alojamiento en Montevideo. “No es para él, necesita ser asistido todo el tiempo porque no se vale por sí mismo, y si bien no tengo palabras por lo bien que se portaron, al no ser atendido como necesita, lo vi entregado”. 

“Anímicamente siente que el proceso es muy lento. Yo le digo que coma, que tome los remedios, porque yo no puedo estar todo el año metida en el hospital y lo necesito en casa”, cuenta explicando cómo hace para intentar darle ánimos a Bargas. “Cuando me ve se pone contento, está muy solo y me dice: ‘entrá, hermana’, pero ahora ni puedo hacerlo, por lo de la bacteria”, lamenta. “Está muy mal, le amputaron casi todos los dedos, sólo le quedan los pulgares, como puede agarra para tomar agua o comer, pero hay cosas que no puede hacer, como cortar con el cuchillo, pobrecito”, dice. 

El caso de Bargas tomó estado público muy rápido y muchas personas se acercaron a colaborar. “Cuando él ingresó a Cenaque se empezaron a abrir colectivos y comenzaron a llegar las donaciones, de la sociedad civil, de la intendencia, del mismo Cenaque. Lo que yo quería era que él tuviera un espacio accesible y para eso gente muy solidaria estuvo acá un año, reconstruyendo mi casa, que antes era de chapa. Horas solidarias sin apuro, llegaron a irse de acá a las dos de la madrugada”, recuerda Teresita. “La gente fue muy solidaria y me dio todos los materiales, de un lado y del otro, me dieron todo”, remarca. 

“Él lo vio. Le muestro los videos y está feliz porque sabe que no va a quedar en la calle, pero espero que piense que todo lo hicimos por él, que lo entienda y que no lo olvide”, sostiene, preocupada, porque es consciente de que Bargas está “extraviado, ido y sin entender demasiado aún”, agrega. “A veces se pone a llorar. Suelo ir sábado y domingo, pero por dos días que no fui me preguntó qué pasaba que no iba, y lo que ocurría era que yo no tenía plata para pagarme el boleto, me quedaba en Ciudad Vieja, venía para acá, iba a trabajar y lo iba a ver a él”.

Su perro Pampero era muy importante para él y ahora está con una vecina que se lo había pedido antes de que lo incendiaran. “Le pedí que se lo quedara, para acá no va a venir, en las condiciones en que está Andrés no lo puede tener. Me pregunta por él, le muestro fotos y queda contento porque sabe quién lo tiene”. 

Por último, emocionada, Teresita quiere “agradecer mucho, porque fue un año difícil. Nunca esperas que te pase”, afirmó, y agregó: “En un momento hasta se dijo que era un ajuste de cuentas y no todos tenemos ajustes de cuentas. Yo trabajo desde los 15 años, crie sola a mi hija y nunca me involucré en eso, mi hermano tampoco, así que no es justo que le haya pasado a él, porque era una persona que no molestaba a nadie”. 

“Muchas personas creyeron que él había muerto”, cuenta su hermana. Pero no fue así, Bargas sobrevivió, lucha todos los días por recuperarse y lo espera una hermana que hace 14 meses lo sostiene ante la lucha de quererlo vivo y va lidiando con todo lo que eso conlleva.