El primer gobierno posterior a la dictadura fue el que estableció en 1988 relaciones comerciales con China, y desde que a comienzos del siglo la nación asiática se consolidó como un fuerte comprador de materias primas, las exportaciones hacia ese destino tuvieron un crecimiento exponencial. A partir de 2015 se transformó en el primer socio comercial de Uruguay, habiendo acaparado 27% del total exportado el año pasado y un aumento de 63% en los ocho primeros meses de 2021. Con este contexto, el martes el gobierno comunicó que había recibido el aval de China para comenzar a explorar un tratado de libre comercio (TLC) bilateral, esto es por fuera del Mercosur.

El día después de la noticia se dispararon diversas reacciones. El presidente Luis Lacalle Pou informó que el primer paso será un estudio de prefactibilidad sobre los impactos que traería el TLC, que se espera quede pronto antes de final de año. En ese marco, los actores políticos, los analistas económicos y de relaciones internacionales, sindicatos y cámaras empresariales empezaron a pensar en posibles sectores ganadores y perdedores de concretarse el acuerdo comercial con el gigante asiático.

Uno de los aspectos que destacaron los analistas refiere a la trascendencia que le dio Lacalle Pou al tema al convocar a una reunión a dirigentes de todos los partidos políticos con representación parlamentaria. Marcos Soto, economista y decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Católica del Uruguay (UCU), dijo a la diaria que “la política de inserción internacional de los países debe ser concebida como política de Estado” que trasciende gobiernos, por lo que es positiva “la apertura al diálogo del gobierno y esa relevancia que le dio al consenso político”.

Por otro lado, indicó que el camino hacia el TLC con China “es una construcción que viene de lejos, que tuvo un mojón muy importante con la visita de [el expresidente] Tabaré Vázquez en octubre de 2016”. El gobierno de entonces, señaló, “volvió con una hoja de ruta que finalizaría en un TLC”, con “las intenciones ya allí plasmadas, por tanto es una política de continuidad”. También marcó la necesidad de tener participación de la sociedad civil en el proceso, de sindicatos, empresarios y “diversos representantes de sectores que pueden estar involucrados o afectados”.

En la misma línea, el economista Agustín Iturralde, director del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), consideró en diálogo con la diaria que el TLC “debería ser la ‘antigrieta’, porque la postura de este gobierno con respecto a los gobiernos del Frente Amplio, del último especialmente, es muy similar en tratar de generar acuerdos, de pedir flexibilización”. En ese sentido, señaló que “en un tema en el que parecía que no se podía, que era muy difícil, aparece un camino posible de lograr algún cambio sustantivo”, y si bien apuntó que “hay que ver la letra chica” del eventual acuerdo, en principio afirmó que “es una buena cosa”.

Agroganador

El objetivo del estudio de prefactibilidad es arrojar luz sobre las consecuencias esperables de un eventual acuerdo en la economía nacional; sin embargo, ya es posible prever algunos pros y contras de un potencial TLC dadas las características de nuestra matriz productiva y exportadora. Entre las ventajas, en primer lugar aparece el incremento de las exportaciones de productos del sector agrícola-ganadero que Uruguay ya vende a China –que absorbe un tercio de las exportaciones de bienes uruguayos, según el CED–, como carne bovina y ovina, soja, lácteos o lana.

“El perfil de los bienes que China nos va a comprar son los actuales; quizá se pueda avanzar un poquito más en los eslabones de valor, pero no mucho más”, consideró Soto, y opinó que es “muy difícil que se diversifique mucho la oferta” en un eventual TLC.

¿Qué pasa con el mercado laboral en ese escenario? Al comparar la velocidad de recuperación de las exportaciones en el último año, “con todos esos productos como motores de la recuperación”, con la recuperación del mercado de trabajo, se puede percibir una “brecha” entre ambas variables que refleja el bajo impacto del sector agroexportador en el mercado laboral, señaló Soto. “Podemos exportar muchísima más carne, pero eso por ahí no tiene un impacto concreto y rápido en el mercado de trabajo”, apuntó.

“Obviamente a China le interesa la provisión de producción agrícola y comida, entonces ese tema es parte central de la discusión. Creo que se puede esperar cierta diversificación pero dentro del sector agroexportador”, sostuvo Iturralde. Explicó que la carne, la soja y la madera ya la exportamos sin TLC “porque somos realmente muy competitivos y tenemos buena calidad, e igual logramos entrar”, por lo que es previsible que un acuerdo de este tipo “nos permitiría obviamente seguir expandiendo esos sectores, pero de repente pensar en otros que hoy son una parte muy chiquita del comercio con China, como el sector lácteo o el sector vitivinícola”.

Foto del artículo 'Tras anuncio del gobierno, analistas prevén sectores ganadores y perdedores de un TLC con China'

Iturralde coincidió en que “no son sectores intensivos en mano de obra”, no obstante lo cual afirmó que la bonanza económica del sector agroexportador entre 2004 y 2014 muestra que “demora un poquito pero a la larga encadena; cuando ese sector cobra dinamismo, el sector no transable de la economía [la parte no exportable], los servicios internos y el comercio terminan sintiendo eso”, aseguró. Asimismo, consideró que será necesario “desarrollar estrategias para compensar a los perdedores y ayudarlos a reconvertirse” porque “hay mucho más para ganar que para perder”.

En la misma línea, el economista Ignacio Bartesaghi, director del Instituto de Negocios Internacionales de la UCU, expresó que un TLC con China significa “entrar a un país que te abre oportunidades”, aunque reconoció que no es posible decir que “100%” de los sectores productivos uruguayos van “a ganar” en este negocio: “Algunos van a ganar y otros van a perder. Lo que tiene que hacer el presidente Lacalle Pou es tratar de que sean más los que ganen que los que pierdan”, expresó en el programa Doble click de radio Del Sol.

Si bien señaló que “son muchos los bienes que se verían beneficiados”, empezando por los del sector primario que mencionaron sus colegas y siguiendo por “nuevas corrientes de productos preparados”, como grasas, alimentos preparados, frutas y vinos, Bartesaghi advirtió que el rubro que podría verse más perjudicado es el textil, concretamente el de vestimenta y calzado, así como los plásticos y químicos. En ese sentido, opinó que es necesario “atender” estas situaciones y “ver qué excepciones se pueden conseguir con China, cuánto tiempo da para liberar el mercado”.

Un beneficio de un posible TLC con China es la rebaja de aranceles “que nuestros competidores ya tienen”, por ejemplo, Australia y Nueva Zelanda, explicó Soto. “Si vos no lo tenés, ya el buque que sale de Montevideo arranca 2 a 0 abajo”, explicó. Asimismo, señaló que “en general estos acuerdos vienen acompañados, a posteriori, de flujos de inversión”, si bien no están estipulados de forma concreta. “Lo que provoca el fortalecimiento de los vínculos económicos entre las naciones es que empresas del origen chino tengan los ojos puestos en nuestro país”, indicó.

No obstante, Soto opinó que “todo esto hay que matizarlo”, porque los acuerdos de libre comercio “son instrumentos y, como tales, tienen sus limitaciones”. “No va a ser la fuente de solución de todos nuestros problemas”, apuntó. En ese sentido, señaló que si bien uno de los principales argumentos a favor del TLC tiene que ver con los aranceles, y “se ha dicho que nuestra producción paga para entrar a China entre 180 y 200 millones de dólares al año de aranceles”, se debe tener en cuenta “cuánto cobramos nosotros por los productos que entran”, porque “en general, Uruguay es más proteccionista que los chinos; esto quiere decir que cobramos más aranceles y tributos a las importaciones que lo que nos cobran ellos”, lo cual podría redundar en una renuncia impositiva significativa.

“A China le interesa un pie en el sur de América Latina”

Gabriel Rozman, empresario y consultor internacional, ocupa desde 2015 la presidencia de la Cámara de Comercio Uruguay-China, y conversó con la diaria sobre los intereses del gigante asiático en el país y la región, así como de los posibles efectos de un TLC. Alcanzar ese objetivo “significa que uno tiene una relación estratégica: podemos planear exportaciones e importaciones, inversiones. Un TLC empuja a que haya más reuniones para discutir asuntos en común”, manifestó.

Dijo que el acercamiento con China de los últimos años se logró “persona a persona”, es decir, mediante el diálogo y la relación entre presidentes, así como también los embajadores en cada nación. “Lo que escucho de chinos que vienen aquí es que aprecian a Uruguay, porque dentro de un lugar del mundo [América Latina] que conocen poco y no entienden a países como Argentina y Brasil –no comprenden cómo se mueven–, en Uruguay somos claros y pacientes”, evaluó.

Rozman agregó que “los chinos se frustraron al tratar de negociar con el Mercosur” y encontrar reticencias en los demás socios, pero de todas formas “a China le interesa tener un pie en el sur de América Latina por razones logísticas, y si Uruguay es el único que quiere avanzar lo va a aprovechar”.

Acerca de los impactos de un TLC en la canasta exportadora, consideró que hay “grandes potenciales” en sectores hoy no del todo explotados, como la pesca o la producción porcina y avícola, y sostuvo que podrían venir capitales chinos a instalarse e invertir en Uruguay en esos rubros.

También dijo que podrían venir inversiones en infraestructura por medio de fondos públicos de China, pero advirtió que para eso “los chinos deben entender que somos un país que sigue ciertas reglas, como las licitaciones públicas, y ellos prefieren negociar gobierno a gobierno; dicen ‘sos mi amigo’ te presto y acá no es así”.

La advertencia de Argentina

En la primera declaración pública de un jerarca del Mercosur sobre el tema, el ministro de Desarrollo Productivo argentino, Matías Kulfas, marcó la cancha y dijo que “Uruguay puede hacer un acuerdo bilateral con China por fuera del Mercosur o puede seguir en el Mercosur”. Según informó La Nación, sostuvo que la “normativa del Mercosur es muy clara” y para avanzar en negociaciones comerciales los demás países del bloque deben dar su visto bueno. “Uruguay ha planteado esto [negociar de forma individual] desde hace algún tiempo; con la idea de poder aumentar los acuerdos con otros países. Nosotros le hemos planteado que estamos de acuerdo en generar algunos esquemas de tratados desde el Mercosur”, dijo Kulfas, pero agregó que “los acuerdos se hacen en bloque; no se hacen de manera bilateral”.

Soto se refirió a los potenciales “problemas a futuro” por el avance con China y señaló: “Uruguay dice que su compromiso con el Mercosur está inalterado, hay que ver el compromiso del Mercosur con Uruguay” una vez que comience a transitar el camino del TLC en soledad. Advirtió que “la producción que compra [a Uruguay el] Mercosur no te la compran en todo el mundo, y es un perfil productivo diferente, mucho más industrializado”, por lo que “hay empresas locales que explican su existencia únicamente para poder venderle a Argentina y Brasil”.

Para Iturralde, el hecho de generar rispideces en el Mercosur “es un riesgo que vale la pena tomar”. “El Mercosur es una jaula de normas muy oscuras, que muchas no se cumplen, y esa discrecionalidad a un país chico como Uruguay no le sirve. Es un terreno muy gris en cuanto a lo legal, y en ese sentido Uruguay está tratando de hacer su juego”, señaló.