Centrado en el artículo titulado “Uso de las ciencias sociales y del comportamiento para informar las políticas públicas durante el covid-19 en Uruguay”, realizado por las psicólogas Alejandra López Gómez y Denisse Dogmanas, el psicólogo Nicolas Brunet-Adami, el pediatra y especialista en psicoterapia, Nicolas Bagattini, y el psiquiatra Ricardo Bernardi, el jueves la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó un webinar para intercambiar sobre el uso de datos comportamentales y evidencias para diseñar políticas públicas e intervenir a través de ellas, en respuesta a la pandemia.

“Comprender el comportamiento humano ha sido una parte fundamental de la respuesta al covid-19”, se lee en la presentación de la charla. En ese marco se hizo referencia a la recopilación y utilización de datos sociales y de comportamiento, a partir del desarrollo de nuevas herramientas o adaptaciones de otras ya existentes, que utilizó América Latina, Europa y África.

El artículo de referencia fue publicado en setiembre de 2021 y narra, en primera instancia, las medidas tomadas por el gobierno ante la presencia de la covid-19 en el país. Se indica que durante 2020 el manejo de la pandemia uruguaya fue considerado “un éxito” y uno de los factores que influyeron en ello fue la creación del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). El grupo fue el puntapié para que se cree el Observatorio Socioeconómico Comportamental (OSEC) para “producir y difundir conocimiento sobre las dinámicas conductuales y los efectos socioeconómicos y de salud mental del covid-19 en la población uruguaya”, se señala en el informe.

El primer estudio del observatorio se efectuó en febrero de 2021, y según el documento, el objetivo fue analizar la “percepción del riesgo” de la población sobre la covid-19, “considerado como un constructo psicológico que incluye variables sociales, emocionales, cognitivas y espacio temporales”. Su trabajo se llevó a cabo en alianza con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Usina de Percepción Ciudadana.

A un año de la pandemia, y con base en informes de Google sobre la movilidad comunitaria, afirman que “los comportamientos de protección de la salud entre los uruguayos disminuyeron mientras que la movilidad aumentó”. En enero de 2021, según el GACH, Uruguay tenía el mayor nivel de transmisión comunitaria del virus y alta cantidad de casos. En consecuencia, propuso ciertas medidas para “frenar el avance” de la covid-19. Según se recuerda, el grupo afirmaba que “varias de las medidas propuestas no estaban siendo implementadas en el momento”.

“La burbuja”, el concepto utilizado por el gobierno para restringir la movilidad y el contacto con las personas, fue una propuesta que, según la investigación, “no fue totalmente entendida ni aceptada por la gente”, y al mismo tiempo, se concluye que “las campañas de comunicación pública fueron ambiguas y no lo suficientemente claras”.

Falta de “claridad”

Según los datos que recopiló el OSEC durante febrero y marzo del año pasado, la gran parte de la población no estaba dispuesta a rechazar reuniones chicas, con allegados que no convivían. La falta de “claridad” en la transmisión del concepto de burbuja para “prevenir conductas de riesgo [...] no contribuyó a generar una percepción de riesgo acorde con la situación epidemiológica”, se resume.

En diálogo con la diaria, López explicó que comenzaron a generar datos que mostraban que la comunicación, principalmente gubernamental, “sobre cómo protegerse, qué hacer y qué no hacer, estaba generando comportamientos que no iban en sintonía con eso”. La psicóloga señaló que existía, en consecuencia, una falta de sensación de riesgo ante las reuniones en grupos pequeños, a pesar de que la información a nivel internacional “decía que justamente ahí era donde se producía la circulación mayor del virus”.

Aún así, también se afirma que, a medida que la situación epidemiológica se agravaba, también era mayor la percepción de riesgo y “la percepción de la eficacia de algunas intervenciones no farmacéuticas relacionadas con la reducción de la movilidad”.

Según se analizó, los resultados fueron replicados por distintos medios de comunicación y llegaron a diversas audiencias: “Los encargados de formular políticas, los profesionales de la salud y el público en general”. El estudio concluye que esto promovió la discusión pública “sobre la dinámica conductual de la población uruguaya” y que el observatorio, puntualmente, tuvo “un papel clave en la generación de debate sobre la promoción de intervenciones no farmacéuticas y comportamientos protectores de la salud”.

Sin embargo, López esbozó que quienes más hicieron uso de la información producida fueron los medios, la academia y el debate social, “más que los tomadores de decisión”.

Conclusiones

Sobre la influencia en la población a partir de la tensión entre las recomendaciones del GACH, que distaban de las medidas finalmente establecidas por el gobierno, López aclaró que “pueden haber distintas interpretaciones”, pero que en los puntos “más críticos” de la pandemia en el país, como en febrero y junio del año pasado, hubo “una incidencia en términos de la percepción de la población sobre el fenómeno”. A ello se les suman otras variables, como el factor socioeconómico y el género: las personas tenían mayores o menores dificultades para adherir a las medidas también “en función de su contexto”, afirmó.

Se visualizaron, a su vez, cuatro conclusiones evidentes. López remarcó, en primera instancia, a la larga tradición uruguaya de las ciencias sociales en la que escasea la incorporación de datos comportamentales y, por ende, algo “importante” fue que ese tipo de información sea “percibida como evidencia para comprender lo que estaba sucediendo y contribuir al desarrollo de intervenciones y comunicaciones de salud basadas en evidencias”. A modo de aclaración, especificó que la ciencia del comportamiento se trata de “aportar a salir de esa perspectiva racional de que sólo con información las personas cambiamos los comportamientos”. En resumen, en el documento se manifiesta la “relevancia de producir datos oportunos y útiles [comportamentales], que antes no estaban disponibles en el país”.

Como segundo punto, López comentó que durante el primer año de funcionamiento del Observatorio se tuvo “muy poco tiempo” y falta de financiamiento. En ese marco, la Usina de Percepción Ciudadana “jugó un papel importante para generar datos de calidad y a tiempo real”, en el que desde el observatorio se sugirieron algunas variables comportamentales que fueron un “desafío y lo es también a futuro, porque es un tipo de recogida de datos que precisa una plataforma para hacerlo”.

Otra conclusión, y parte de los “retos” que enfrentaron, fue “la relación entre generar datos y analizarlos casi al mismo tiempo”, a la vez que “hubo un reto de cómo comunicar los datos y modularlos” en un contexto de “sobreinformación”.

En suma, se señala que la evidencia generada no fue utilizada “para la estrategia de comunicación que involucrara a la población”. Si bien para López la vocería de Rafael Radi, uno de los coordinadores del GACH, utilizando datos producidos por el observatorio, “fue muy importante”, y en abril particularmente “tuvo un impacto social”, no se llegó a impactar en términos de “política pública ni en las intervenciones públicas”, es decir, en las medidas tomadas por el gobierno.

“Cómo armonizar entre los distintos actores es un ejercicio democrático y complejo, que no sólo requiere voluntad política sino construir puentes de confianza básica entre los actores, que no es fácil porque hay intereses y visiones diferentes”, afirmó la psicóloga, y finalizó: “Creo que ahí tratamos de hacer la contribución que pudimos en ese corto tiempo”.