Desolación. En muchos sentidos, esta es la palabra que define las escenas que presenta la ciudad de Paysandú por estos días. El lunes, en torno a las 7.00, un fenómeno ambiental se desató en Paysandú con lluvia, granizo y vientos de hasta 120 kilómetros por hora, que arrancaron árboles, volaron techos y tiraron paredes abajo. Se estima que entre 500 y 1.000 familias sufrieron daños en sus viviendas.

El martes es la contracara del lunes. El sol brilla, hasta el frío parece haber dado descanso, pero las ramas y algunas de las casas semiderruidas, en el barrio Curupí, atestiguan el paso del temporal. El martes es la contracara del lunes porque hoy, además, hay cámaras.

El presidente de la República, Luis Lacalle Pou, llegó a Paysandú alrededor de las 11.00 y, tras reunirse con el Centro Coordinador de Emergencias Departamentales (Cecoed) y recorrer las inmediaciones del Palacio Municipal, al mediodía comenzó su recorrido por algunos de los barrios afectados.

En Curupí, justamente, el mandatario visita una olla popular, donde es abordado por una delegación de vecinas. “Lo que queremos saber es si podemos arreglar, aunque sea precariamente, porque estamos arreglando pero no sabemos si vamos a recibir ayuda una vez que arreglemos nosotros, porque llega a venir otro temporal y se nos moja lo poco que nos queda”, dice una de ellas al presidente, quien a su vez mira al intendente interino, Fermín Farinha.

Farinha, que ocupa el sillón departamental temporalmente en lugar de Nicolás Olivera, de licencia en España, intenta tranquilizar a las vecinas al asegurarles que están en camino las “chapas para darles el mínimo confort”, y les pide que hagan la denuncia “a nivel de la Policía”, en donde se está centralizando todo para llevar el registro de lo que se necesita y así evaluar el esfuerzo económico que tendrá que hacer la comuna.

“Nosotros entendemos que hay muchísima gente en Paysandú en la situación nuestra, hicimos la denuncia por teléfono. ¿O sea que también tenemos que ir a hacer la denuncia a la comisaría?”, pregunta la interlocutora, e insiste: “Las casas están sin techo, sin ventanas, sin paredes”.

Una de esas casas es la de Jacqueline. El techo del dormitorio -con alero y todo- se desprendió y voló hasta el medio de la calle. “Fue un segundo”, cuenta, mientras los bomberos intentan podar un árbol que yace en posición diagonal contra una de las paredes de su casa y ella observa al presidente desde el portón, al otro lado de la calle.

La rapidez es algo en lo que coinciden todos los relatos: un segundo no había nada y al siguiente la fuerza del viento les azotaba las casas. “Justo me había levantado al baño con uno de los nenes, miré para afuera y vi que había viento”; de un momento a otro, el techo del cuarto se empezó a desprender, la luz se cortó y Jacqueline fue a despertar a su otro hijo para encerrarse en otra habitación de la casa. “Cuando pasó, salimos para afuera y estaba todo el desastre”.

Alma vive en el terreno contiguo al de Jacqueline y sólo puede repetir la palabra “horrible” sin dejar terminar la pregunta. “Fue horrible. Yo ya me estaba levantando, me tiré de la cama cuando sentí el viento fuerte y el ruido de las chapas, que eran las chapas de la vecina que estaban volando”, relata; en su casa el techo se movió pero no llegó a volar. “Fue horrible”, insiste, “muchos nervios y mucha amargura, es algo impresionante”.

“Nos levantó el techo, se nos mojó la ropa y los pañales del bebé y por eso andamos en vueltas”. Manuel, su compañera Vanessa y su hijo Caleb también fueron al encuentro de Lacalle Pou. El bebé, de unos meses, duerme en el coche, tapado y protegido del sol. Suele despertarse a las 6.30 y es entonces cuando alguno de sus padres se levanta a darle de comer. El día del temporal, le tocó a Manuel: “Me dio el tiempo para calentar la leche y para aprontar el mate, yo me suelo quedar levantado; después, cuando se apagó la luz y al rato vino el viento, manoteamos al nene y tuvimos que levantar la cama y poner muebles” para proteger la estructura. Se atrincheraron en la cocina, que se encontraba a salvo, hasta que pasó el temporal.

“Nunca se vio una cosa igual”

Nuevo Paysandú es de esos barrios que comenzaron siendo un pueblo aparte, pero que luego la urbe fagocitó. Hoy en día está integrado a la ciudad, aunque la falta de saneamiento -por la que los vecinos reclaman hace años- no lo refleja así. Jean Paul Miller, presidente de la comisión de vecinos, es uno de los encargados de realizar el relevamiento de casas que tuvieron pérdidas “para que, cuando llegue la Intendencia, poder tener la carpeta más o menos armada para ir con los vecinos y decir ‘acá están los materiales, acá está la brigada del Sunca [Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos]’”.

“Hay derrumbes de casas en el barrio, hay voladuras de techos -literalmente-, casas partidas por la mitad, casas rajadas, casas que decís ‘¿qué pasó acá?'. No queda nada”, relata. Está junto a su vicepresidente, Ruben Gómez, un hombre mayor que lleva la carpeta con el registro de las casas afectadas apretada bajo el brazo, como si fuera a salir corriendo. “Hicimos un relevamiento en dos horas y media, 15 voladuras de techo en cuatro manzanas, y el barrio es muy extenso”, explica, y calcula que “no menos de 100 techos tenemos para arreglar”.

“En mis 66 años de vida nunca había visto una cosa igual, he pasado unas cuantas tormentas en el lomo y nunca vi una cosa igual”, continúa Ruben, y explica que si bien cuentan con la mano de obra de las brigadas solidarias, que el sindicato de la construcción organiza desde el primer momento, necesitan “conseguir un banco de materiales”, puesto que “hay situaciones de vecinos que están enfermos, situaciones de vecinos de edad a quienes se les ha volado el techo”. Extiende la mano hacia una de las calles perpendiculares y señala un punto indefinido, donde dice haber visto este martes a un vecino “que lloraba desconsoladamente porque está en la calle”.

Nuevo Paysandú “es un barrio que está muy olvidado, un barrio que en muchos años no se hizo nada, y lo último que se hizo fue el liceo en 2008”, sostiene Ruben, y recuerda que, por ser el barrio pegado al puente Internacional, “es la primera visión que tiene un turista que ingresa de Argentina a Uruguay, y está muy descuidado”.

“Estamos trabajando para cambiarle la cara al barrio y se nos atravesó esta emergencia que lamentablemente es lo primero, estamos todos abocados a solucionarle al vecino, al que le vemos la cara todos los días”, insiste.

Las autoridades

Lacalle Pou habló directamente con la prensa antes de irse al aeropuerto. “El daño es grande”, consideró, y valoró el “muy buen trabajo de todos los niveles de gobierno” y la “buena coordinación de todas las reparticiones del Estado”.

“Por suerte los vecinos hicieron un listado de aquella gente que tiene más urgencia, la capacidad de tener material, [porque] a veces los tiempos del Estado no se condicen con las urgencias. Estamos haciendo un esfuerzo extra para que el material no falte”, aseguró.

Al presidente lo acompañaron en su recorrido el ministro de Defensa Nacional, Javier García, el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, y el intendente Farinha. Si bien Delgado optó por no hablar, sí lo hizo García, que en declaraciones consignadas por Telemundo estimó que “podría haber sido un desastre desde el punto de vista humano si en lugar de haber sido a las 7.00, cuando la gente estaba en la casa, hubiera sido a las 11.00 o 12.00 del mediodía, cuando la ciudad está activa”.

“En el Ministerio de Defensa tuvimos la circunstancia de que estamos de los dos lados del mostrador”, continuó, en vista de que “cuando hay una emergencia el soldado va a asistir, pero acá el Batallón fue uno de los principales focos de destrozos”, al tiempo que hay “25 soldados que perdieron a su vez el techo de su casa”. García aseguró que “se está viendo una forma para comprar materiales de forma rápida, ayudar a emprolijar lo que es la situación”.

Desde UTE, que en su momento informó de cortes de luz en unas 30.000 casas, anunciaron que aún son 9.000 los clientes que esperan el retorno del servicio mientras algunos son evacuados al Estadio Cerrado 8 de Junio y unas 39 personas se recuperan de lesiones leves. En tanto, la ciudad comienza, poco a poco, a reconstruirse.