Adriana salía junto a su hermana, Micaela, a tomarse el ómnibus para ir al edificio de Ciudad Vieja en el que trabajan para una empresa de limpieza. Eran las 20.30 cuando quedaron en medio de una balacera en General Enrique Castro y Burgueño, en el barrio Marconi. Adriana atinó a tirarse a la cuneta, pero a Micaela le dieron en el pecho. Lo mismo le pasó a Gabriel, que salía del almacén y murió en el acto. Micaela murió mientras la trasladaban a la policlínica Capitán Tula. Él tenía 25 años; ella, 29.
“Los tiroteos en el barrio son de hace años, son niños los que andan armados, son menores”, contó Adriana a la diaria este lunes, a un costado de General Flores, donde los vecinos invadieron ambas veredas y el cantero central de la avenida para, cuando los semáforos se ponían en rojo, colocarse frente a los autos con pancartas, al tiempo que otros aplaudían y gritaban los nombres de los muertos, con bronca.
Tanto Adriana como Yanet, otra hermana de Micaela, integran el colectivo del barrio Mujeres de Bambú; es esta última la que habla con más vehemencia, pide por las autoridades, a las que les “paga el sueldo”.
“Hay una ausencia del Estado grande en el barrio hace rato, es una lástima que tengan que pasar estas cosas para que ellos recién ahí nos escuchen a nosotros acá”, indicó, y apuntó contra el trabajo policial: “La Policía nunca está, la Policía aparece de vez en cuando, ahora aparecieron. ¿Sabés por qué? Porque están apretados. Ellos pasan, ven las situaciones y no hacen nada, no se animan a meterse adentro de un pasaje”.
Además de los nombres, se repetía el cántico de “no más niños con armas”, siempre con los aplausos acompasando el ritmo. Ana, también integrante de Mujeres de Bambú y amiga de la infancia de Micaela y sus hermanas, tiene un hijo adolescente, “y es difícil sacarlo adelante”, sostuvo. “Mi hijo tiene miedo de ir al liceo, me pide que lo acompañe. Nosotros, que vivimos acá, que nacimos y nos criamos en el barrio, dentro de todo pudimos salir adelante y es injusto que la juventud de ahora no pueda salir”.
El tránsito en la tardecita, hora pico en cualquier parte de Montevideo, es insoportable. Quienes se colocaban, de un lado o de otro de la avenida, para cortar el paso a los autos, tenían que estar atentos al cambio de luces para correrse; algunos autos acompañaban con la bocina, otros −los más− eran indiferentes.
“Soy vecina de acá del barrio hace 33 años, crié a mis seis hijos acá, ya son todos grandes”, contó otra vecina, de las que sostenían las pancartas y atravesaban la avenida. “Esta movilización especialmente es pidiendo justicia, porque nos consideran ciudadanos de segunda”, sostuvo, también, con la indignación en la garganta forzada para hacerse oír entre el tránsito y los aplausos.
“Cuando hay una balacera y muere alguien, sea o no implicado en esa balacera, lo primero que se dice públicamente son los antecedentes penales”, marcó, como una de las injusticias, y entendió que “tengas o no tengas antecedentes penales, sos un ciudadano de este país y te merecés que digan tu nombre y que alguien haga justicia por vos”.
De todas formas, si bien esta movilización fue convocada por los asesinatos de Micaela y Gabriel, no es algo espontáneo. “Nosotros desde hace mucho tiempo, desde 2016, cuando tuvimos otro problema en el Marconi, comenzamos a juntarnos como intersocial y plenario de vecinos; desde ese momento estamos intentando que se nos trate como cualquier ciudadano de este país”.
“El Estado no está presente porque se está retirando, porque nosotros supimos tener cinco días por semana al Mides [Ministerio de Desarrollo Social] y ahora lo tenemos un solo día. Supimos tener programas focalizados en las zonas con más vulnerabilidad y se retiraron, iban a venir otros y los que vinieron trabajan con las individualidades y no con los colectivos, nosotros somos vecinos y somos colectivos, no es un vecino acá y otro allá”, añadió, y lanzó una pregunta retórica: “¿Sabés qué hacen los niños, niñas y adolescentes de mi barrio cuando escuchan un disparo? Cuerpo a tierra”, respondió al instante. “No estamos en una guerra, pero vivimos como en una”, sentenció.
Los vecinos, añadió, sienten que “del otro lado de avenida Italia no hay balaceras, pero está toda la policía protegiéndolos; de este lado, que están las balaceras, no está la Policía”, a pesar de que han tenido “tres reuniones en el último mes y medio” con el director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Santiago González.
Algunos vecinos, más retirados, acompañaban con velas, otros, con fotos de Micaela. En el caso de otra vecina que habló con la diaria, sostenía ambas. Tiene 73 años y hace 70 que vive en el barrio, y la palabra que usa para definir la situación no es rabia ni indignación, es “impotencia”.
“Crié ocho hijos, ninguno se me torció”, aseguró, y entendió que “no es justo lo que está pasando; siempre pasaron cosas, pero como están pasando ahora, nunca, y vos ves que te matan a un gurí que conociste cuando era un bebé, te llena de impotencia, me paro en el medio de mi casa y empiezo a llorar sola”.