Este miércoles se cumplen 22 años del fallecimiento de Luis Pérez Aguirre, más conocido como Perico. Sacerdote católico, jesuita, uno de los fundadores del Servicio de Paz y Justicia Uruguay (Serpaj), y de la revista La Plaza, integrante de la Comisión Nacional Pro Referéndum para derogar la ley de caducidad, integrante de la Comisión para la Paz, creada por el presidente Jorge Batlle para buscar información sobre los desaparecidos durante el período de terrorismo de Estado; pilar de la granja-hogar La Huella de Las Piedras.

El año pasado la Red de Amigos de Luis Pérez Aguirre lo homenajeó con una columna en la diaria en la que señaló que era “defensor de los derechos humanos, de la mujer, de las no personas, de los niños, de la ecología, un incansable luchador contra las violaciones de los derechos humanos ocurridas durante la dictadura cívico-militar de nuestro país, escritor”.

Pérez Aguirre falleció en un siniestro de tránsito. Un ómnibus lo atropelló cuando circulaba en bicicleta por La Floresta, Canelones, cerca de donde nació el 25 de abril de 1941. Pocos días antes había ido a hablar con una persona que tenía información sobre el traslado a Santiago de Chile, en 1976, de los hermanos Victoria y Anatole Julien, secuestrados junto a sus padres por la represión en el marco del Plan Cóndor. Lo que Perico averiguó no llegó a contarlo.

La exsubsecretaria de Relaciones Exteriores y exfuncionaria del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) Belela Herrera, integrante de la Red de Amigos de Perico, contó a la diaria que se conocían con Perico las madres ambos habían sido compañeras en el Colegio Sagrado Corazón y luego mantuvieron “una amistad familiar”.

“Perico para mí fue un referente. Él había fundado Serpaj y cuando yo venía en misión o de Chile para saber qué estaba pasando en el país, a quien veía regularmente era a él, que nos daba la información y su visión de lo que estaba pasando. Nos reuníamos siempre en la casa de mi madre y ahí me daba la información”, recordó Herrera. También trajo a la memoria que previo al plebiscito de 1980, cuando la dictadura cívico-militar quería que se aprobara una reforma constitucional para perpetuarse en el poder, Perico “no era muy optimista”, pero “se ganó” y “sin poder hacer propaganda ni nada”.

“Después que volví al país integramos la comisión del voto verde. Éramos los que estábamos para el exterior, para conseguir apoyos del exterior y que la información de cómo se estaba trabajando se propalara, se difundiera afuera. Pero perdimos y quedamos muy tristes. Él nos juntó y dijo: ‘El pueblo laudó’, pero meses después prestó el sótano del local de Serpaj para que se reuniera Madres y Familiares, para empezar a ver por dónde seguir con el tema, con la búsqueda de desaparecidos”, añadió Herrera.

“Madame Mitterrand lo conoció y desde su fundación France Libertés, junto con Anita, su secretaria, lo visitaron, ayudaron y protegieron. Ahí tuvimos la oportunidad de estar juntas conociendo el trabajo que nació en La Huella, el que hacía con las trabajadoras sexuales, y todo lo que él enseñaba a los niños en La Huella, y el cariño que los niños le tenían. Eso hizo que Madame Mitterrand lo tuviera como un gran defensor de los derechos humanos y quisiera llevarlo a Europa y promoverlo para que estuviera en las Naciones Unidas. Fue en representación de las Naciones Unidas a un encuentro en Nueva Delhi, donde publicó algo que llama la atención: el “derecho a intervenir”. Ahí explica cómo una persona que ve sufrir mucho a otra puede intervenir, ayudar para que no siga sufriendo los vejámenes que le están ocurriendo”, escribió Herrera en el homenaje a Perico el año pasado en la diaria.