“Trillando y gastando suela” en la calle para hablar con cada sanducero: así se encuentra hoy Jorge Larrañaga Vidal, hijo del exministro del Interior fallecido en mayo de 2021. Si bien dice que no es momento de que sobrevuele la idea de ser candidato a intendente de Paysandú, asegura que “de más” está decir que “cualquier sanducero que trabaje en política soñaría con tener esa responsabilidad”, pero que para llegar a esa conclusión “hay que trabajar mucho para poder estar a la altura”, máxime con la “historia” que dejó su padre, dos veces intendente entre 1990 y 1999.
Hasta el momento, la valoración que hace del gobierno del que supo ser parte su padre es “buena” y entiende que el cambio de “actitud” en el Ministerio del Interior (MI) se traduce en la baja de los delitos, no así de los homicidios, cuestión que hay que “atender” porque las cifras son “preocupantes”. Sobre la marcha del gobierno, el wilsonismo y el período preelectoral, la diaria conversó con el dirigente de Alianza Nacional (AN).
¿Cómo estás viendo al gobierno?
El gobierno anterior entregó un país en el cual dijeron que iba a quedar con un déficit de 2,5% del PIB y lo dejaron en el doble. Eso quiere decir que al gobierno le iban a faltar 1.400 millones de dólares y le faltaron 2.800. ¿Quién los puso? Este gobierno. Dijeron también que iba a haber una inflación de tres puntos por debajo de lo que hubo, que iba a haber crecimiento de 3,5% de la economía y hubo cero; más bien, estancamiento y recesión. Y hubo 10,5% de desempleo, tres puntos más que ahora. Teniendo en cuenta todo eso, yo realmente lo veo bien.
Creo que en los primeros años se enfrentó una pandemia con una conducción sanitaria que fue única en el mundo o, por lo menos, de las mejores. Es cierto también que fue gracias a que los uruguayos le pusimos el hombro a la situación y pudimos salir muy bien parados. Por supuesto, con un montón de pérdidas de compatriotas, que lamentamos, pero si uno compara la situación que atravesó Uruguay con la de otros países del mundo e incluso con otros países de la región, creo que Uruguay ha sido un ejemplo.
Una vez que se superó lo peor de la pandemia, Uruguay entró a andar con reformas que habían estado postergadas durante años, como la reforma de la seguridad social y la educativa. Termina el año con noticias muy importantes para el país, como la baja de los combustibles, obras de saneamiento en 61 localidades del interior, entre las cuales tenemos a Guichón y Quebracho en Paysandú; también la baja de los intereses de préstamos a las cooperativas de vivienda, la suba por tercer año consecutivo del salario mínimo sobre la inflación, entre otras buenas noticias.
La imagen internacional de nuestro país es muy buena. Creo que estamos frente a uno de los mejores gobiernos que ha habido, sin desconocer que hay un montón de uruguayos que la están pasando muy mal y que están en una realidad que hay que atender cuanto antes. Confiamos en que el gobierno las va a enfrentar con muchísima responsabilidad.
El gobierno no terminó el año con muy buenas noticias; entre ellas, están los casos Marset y Astesiano. ¿Tenés críticas para hacerle al gobierno sobre estos casos?
Lamento mucho el caso Astesiano, que alguien tan cerca del presidente haya traicionado su confianza; ni que hablar que no le restamos importancia y que es grave lo que ha sucedido, pero nosotros somos un ejemplo en el mundo en lo que refiere a republicanismo y separación de poderes. Estoy completamente seguro de que la Justicia va a actuar con rigurosidad para encontrar las responsabilidades que considere competentes y que le caiga todo el peso de la ley a quien se ha apartado de ello.
¿No creés que a nivel internacional la imagen de Uruguay se vio afectada?
La imagen de Uruguay a nivel internacional es muy buena, y creo que esto si lo pudo haber afectado es en forma muy marginal, muy poco. Uruguay ha mostrado muchísimas más cosas buenas que este traspié muy importante. No merma la buena imagen que este gobierno viene dejando a nivel internacional con el Partido Nacional [PN] a la cabeza.
Una de las carteras más cuestionadas es la de Interior, secretaría de Estado que encabezó tu padre. ¿Qué balance hacés de la gestión de Luis Alberto Heber?
El Ministerio del Interior es un fierro caliente. Ahora estoy en Paysandú y te puedo decir lo que miro desde acá: la gente siente que hay más respuesta policial en la calle. No en vano han bajado las rapiñas, los hurtos… Está fuera de discusión que hay una situación que atender, que es el caso de los homicidios, pero tengo fe en que se van a revertir los últimos números, que han sido muy preocupantes. Por supuesto que no es lo ideal, porque todos quisiéramos que la totalidad de los delitos estuvieran bajando permanentemente, pero me da tranquilidad saber que hay un gobierno que pone la cara frente a estos problemas, que no se esconde y le echa la culpa a la gente diciéndole que si le pasó algo es porque andaba en algo raro o porque tenía la ventana abierta.
La gestión de mi padre al frente del MI fue muy buena, con tres ejes muy bien marcados: a los delincuentes, la ley; a la Policía, el respaldo; y a los ciudadanos, paz pública. Creo que lo más saliente, por sobre todo, y que a veces queda medio escondido, es que hubo un cambio de actitud. La mayor política de Larrañaga fue su actitud en cuanto a los problemas de los uruguayos respecto de la inseguridad, estando permanentemente cerca de la gente, en los operativos a cualquier hora, llamando a las comisarías, a los destacamentos, trabajando 24/7; estaba dedicado exclusivamente a la gestión, como siempre hizo en todos los espacios, en todos los roles ejecutivos que le tocó afrontar.
Lo mismo hizo cuando le tocó ser intendente a muy joven edad acá en Paysandú. Estuvo diez años siempre cerca de la gente, arriba de los problemas, recorriendo los barrios, charlando con los vecinos. Esa cercanía con la gente es fundamental cuando se encara una responsabilidad muy grande y cuando se ve y entiende bien la política como una poderosa herramienta para transformar la realidad.
Tras el fallecimiento de tu padre, ¿el ala wilsonista se encuentra dispersa y sin un referente claro?
Creo que sí. Hay mucho wilsonismo, hay muchos dirigentes que siempre siguieron las ideas de Wilson, pero está muy disperso. La expresión más genuina del wilsonismo fue Alianza Nacional [AN] en los últimos 20 años. Celebro que, aunque dispersa, hay una efervescencia de muchos grupos wilsonistas que se están preparando para lo que viene.
Creo que el fortalecimiento de AN de acá a lo que viene, hablando en lo particular, es muy importante para el país y para el PN. Siempre ha sido así. Siempre ha cumplido un rol fundamental; por ejemplo, en las elecciones pasadas fue clave para que pudiéramos llegar al gobierno. Creo que tiene que seguir siendo así. AN tiene muchísimos compañeros que están desempeñando grandes tareas en todos los niveles de gobierno, como también legislativo.
Hay un montón de compañeros que vienen desempeñando la tarea con muchísimo compromiso, con los cuales tenemos un diálogo bastante asiduo, bastante recurrente, mucho más ahora que, a falta del líder, nosotros tenemos que entablar una dinámica de un proyecto colectivo. Estoy orgulloso de todos esos compañeros. Sin excepciones, vienen haciendo una gran tarea. Es lógico que este sector esté haciendo lo que tiene que hacer para seguir dándole su aporte a la vida política del país. AN tiene mucha territorialidad. ¿Qué quiere decir eso? Que tiene militantes de a pie en todos los rincones del país, que están dispuestos a seguir el legado que dejó el Guapo, con muchísima entereza y decisión, conectándolo con el principio también con ese origen wilsonista.
Cuando la dinámica de un sector estaba basada en la potencia de un líder, estaba centralizada en una persona, no es fácil cambiarla hacia un nuevo proyecto, hacia un proyecto de liderazgos múltiples, de coordinación muy profunda, de estrategia, de organización permanente. No es fácil, pero nosotros tenemos una enorme alegría de poder continuarlo y de estar todos los días abocados a sostenerlo.
Antes el líder establecía el rumbo, era el que proponía también las ideas y el resto acompañaba con su impronta, pero siempre acompañaba esos carriles. Ahora no estará el líder; lo que tiene que desarrollarse es un trabajo colectivo, una mesa donde estén todos los integrantes, que puedan dialogar, estar en permanente contacto y debatir sobre los temas importantes del país.
No hay que desconocer que luego del fallecimiento de mi padre ha habido gente que ha dejado el sector. Por un gran tiempo afrontamos una decisión muy difícil, pero poco a poco, con el tiempo, estamos encontrando la forma de trabajar, la forma de dialogar entre nosotros. Muchos de nosotros no sabíamos bien cuál era la dinámica de cada uno para trabajar, y de a poco la vamos encontrando. Ahora puedo decir que estamos saliendo hacia un buen momento del sector, con objetivos y miras hacia el futuro diferentes de lo que era antes.
¿Le llama la atención la salida de algunos dirigentes que ostentan un cargo hoy? Por ejemplo, ¿le molestó la renuncia de Santiago González a AN?
No, no molesta. Tiene la libertad de tomar la decisión que mejor le parezca. Hubo alguna frase desafortunada, por ejemplo, que dijo Gustavo Delgado [vicepresidente de la Ursec] sobre que “el corazón del Guapo ya eligió dónde latir”. La verdad es que en esa expresión le pifió.
¿En referencia a la posible precandidatura de Álvaro Delgado?
Están en todo su derecho de mantener charlas con Delgado, lo respetamos absolutamente, pero AN, institucionalmente, no tiene definido qué posición va a tomar hacia la interna del partido, e independientemente de que lo haga, el corazón del Guapo en el plano político eran sus ideas, sus acciones, sus militantes y no un puñado de dirigentes políticos.
En ese marco, ¿AN debe apostar por un candidato wilsonista?
Está en veremos. Veremos cuáles son las candidaturas que puedan emerger con fuerza.
¿No convencen hoy los nombres que surgen?
Son los nombres que vemos dos por tres en la prensa. Creo que este es un año en el que van a emerger con fuerza algunas candidaturas y nosotros veremos, con el paso del tiempo, en función del debate y del análisis con todos los compañeros del sector, cuál de todas ellas es la que mejor nos pueda llegar a representar. Esa es la realidad.
¿Hay una hegemonía del herrerismo dentro del PN?
Veo una efervescencia muy grande en compañeros que están decididos a impulsar y llevar adelante un ideal wilsonista. Desde hace mucho tiempo hay algunos que lo vienen propiciando. Veremos después cómo se conjugan esas expresiones, por supuesto que la otra ala ha ganado muchísimo terreno.
Con esto último, ¿fue un descuido del wilsonismo no poder capitalizar sus votantes?
Sin duda que uno tiene que siempre ser crítico con el desarrollo, con sus movimientos, en donde está o en el lugar que le toca asumir o que le toca encarrilar. Puede haber habido un poco de las dos. Quizá un poco de falta de estrategia como para captar ese bloque, y también mérito de la otra ala, que habrá hecho bien las cosas.
No todos los wilsonistas se conducen exclusivamente en función de las ideas wilsonistas. Ha habido ideas buenas en todos los bloques y corrientes del partido. A veces tengo mis reparos con respecto a los “ismos” hoy en día. Creo que la política ha trascendido esas fronteras. Lo importante es que las ideas se mantengan presentes, sobre todo por quienes peleamos, luchamos en esta divisa en el PN.
Todo el panorama va a cambiar. El PN no va a tener en el terreno a los dos líderes naturales más claros de los últimos años, como [el presidente Luis] Lacalle Pou y Larrañaga. Eso también va a marcar un poco los diferentes rumbos que se puedan encontrar. Esa es la realidad.
Cada día que pasa veo más agrupaciones que salen a la luz que se definen wilsonistas. En todo caso, lo que falta es organización para que se agrupen bajo una misma opción electoral en el futuro.
¿Deberían apostar a eso, a aunarse en un solo sector?
Veremos si hay alguien que pueda emerger y lograrlo. Quien pudo con eso, en los últimos 20 años, fue Jorge Larrañaga. Ahora eso está siendo más difícil, sin perjuicio de que hay muchísimos wilsonistas. Espero que en el futuro haya alguien que entusiasme y pueda aglutinar todas esas expresiones que están dispersas. Si no lo hay, no lo podemos forzar y veremos cuál es el rumbo que después tome cada uno. Hoy falta esa persona que pueda generar ese entusiasmo arrollador.