Hace unas semana, los 50 años del golpe de Estado y la huelga general fueron el pretexto para una jornada de intercambio desarrollada en la Sala del Concejo del Centro Universitario Litoral Norte de la Universidad de la República, en Salto. La actividad, denominada “A 50 años del golpe de Estado, miradas desde la Historia Política”, fue organizada por el Departamento de Ciencias Sociales y contó con exposiciones de los historiadores Silvana Harriett, María José Bolaña y Jaime Yaffé y el profesor de Historia Matías Berger.

En el encuentro se destacó que estos temas no están en la agenda cotidiana pero sí en la agenda de la historia reciente, porque se perdieron docentes valiosos, algunos de ellos están desaparecidos, pero también funcionarios y estudiantes. Yaffé consideró que en general “fue un golpe duro para la intelectualidad uruguaya porque mucha gente emigró”.

El Instituto de Ciencias Sociales se cerró en 1973 y recién se pudo reconstruir una masa crítica en el área de las Ciencias Sociales a partir de loa década de 1990. Yaffé comentó que la consigna “Nunca más terrorismo de Estado” es compartida con organizaciones sociales, y recordó un ciclo del canal oficial que transmitió la idea de que “a nosotros eso no nos iba a pasar, la idea que se vivió en los años previos a la dictadura, porque se estuvo en un limbo, a pesar de que se vivía un clima difícil. Pero se presumía que eso no iba a pasar, lo que pasaba en Brasil desde el ‘64 o en Argentina luego no iba a suceder en Uruguay, pero cayó la democracia y se cometieron desde el Estado flagrantes violaciones”.

Enfatizó que “la democracia es una construcción imperfecta y que en sus imperfecciones nada dice que no pueda volver a pasar, porque hubo sectores importantes de las élites empresariales, también políticas, que apoyaron el golpe. En un momento se cae en una etapa de desencanto y que para asegurar la convivencia pacífica se quiebre el estado de derecho. No fue una ruptura del momento, fue un largo proceso de la democracia y de descontento. Lo que no podemos descartar es que por una combinación de causas vuelva a pasar”.

“¿Y por qué duró tantos años?”, se preguntó Yaffé. Para el docente duró tanto porque “una parte de la sociedad uruguaya apoyó ese régimen, así como había una porción movilizada en la huelga, y luego en forma clandestina”.

La dictadura construyó ese apoyo y quiso mostrar a través de los textos de historia que se le enseñaba a los niños y a los adolescentes y a través de la propaganda oficial, que la dictadura no era un fenómeno destructivo, que estaba construyendo un nuevo país, un nuevo Uruguay para superar ese pasado de destrucción que precedió el golpe de estado de 1973, había concreción de proyectos como la represa de Salto Grande, los puentes sobre el río Uruguay, las relocalizaciones de poblaciones que vivían en zonas inundables, era un país que había derrotado a la subversión y había avanzado en una agenda promisoria de desarrollo y bienestar. Yaffé manifestó que en 1980 la gente le dio la espalda a los militares, y “en un solo acto no miramos que más del 40% apoyó, y que en 8 de los 19 departamentos ganó el Sí. Una parte importante de la élite política también apoyó, hubo apoyo de muchos civiles. En Salto, una parte importante siguió en sus cargos y colaborando abiertamente con el régimen militar. Una parte de las personas electas en 1971 prosiguió, hubo continuidad, no hubo ruptura total, fue un ajuste parcial. Sólo entendiendo lo que pasó podemos tratar que no vuelva a pasar”.

¿Cómo los militares contaron la historia?

Por su parte, Harriet se ocupó de hablar sobre la enseñanza de la Historia en primaria a partir de un manual de dos tomos que se elaboró desde el Consejo Nacional de Educación (Conae), que fue el manual de uso para los docentes de sexto año de primaria.

Hubo una concepción de la historia, “la de relatar un pasado en aras de la construcción de un futuro distinto. En todo régimen de gobierno hay un uso del pasado, en un régimen democrático tiene una mirada más plural, en regímenes dictatoriales hay una mirada más unívoca”.

“Yo me centro en algunos elementos en ese abordaje del pasado, en esos dos tomos. Por ejemplo sobre qué personajes históricos se enfatizan y se seleccionan”. Artigas no puede faltar. El período es extenso y abarca desde 1810 a 1978. Artigas fue presentado como el héroe de bronce que es, pero en sus rasgos militares como estratega y aparece la idea del Artigas preocupado por la seguridad del pueblo oriental, no necesariamente por la libertad.

También se exalta la figura del dictador Lorenzo Latorre, en la cantidad de páginas que se dedica, en contraposición al tratamiento de José Batlle y Ordoñez. Los militares quisieron destacar en su relato “la idea de que hay un período previo de desorden, tiene que ver con las cámaras, con la discusión, y las cámaras vistas como bizantinas en un sentido peyorativo, de remarcar que Latorre llega para terminar con esas discusiones inútiles”.

Hay también un relato del pasado reciente, de los años previos al golpe, que remite a los partidos políticos que aparecen como débiles. Se nombra al Frente Amplio como elemento disolvente y también a la Convención Nacional de Trabajadores. Hay un estado de necesidad que se muestra, el golpe fue necesario para salir de esa crisis y para restablecer la seguridad, acota Harriet. También aparecen allí, Wilson Ferreira como disolvente, y se lo ubica como “desestimado de febrero”.