“Pasear, ir a la playa, salíamos mucho a recorrer”, dijo Gladys Schmeisser, la esposa del bioquímico chileno asesinado en Uruguay Eugenio Berríos, cuando le preguntaron qué hizo en Montevideo a fines de 1991. Sus palabras forman parte de un cuestionario policial vinculado a la desaparición de su marido, cuyos fragmentos ahora pueden escucharse en la plataforma Spotify. Basta tipear Berríos, los cassettes secretos y darle play al podcast realizado por el Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la Universidad Diego Portales (UDP), en el marco de los 50 años del golpe de Estado en Chile.

Como anuncia su nombre, este trabajo se basa en una serie de audios registrados por el propio Berríos. Poco tiempo antes de escapar a nuestro país encubierto por militares chilenos y uruguayos, el responsable de la elaboración del gas sarín que se utilizó contra opositores en la dictadura de Augusto Pinochet se dedicó a grabar sus conversaciones porque tenía miedo de que lo secuestraran. Además de ser “acosado y asediado por prestamistas”, Berríos “estaba metido en una red de narcotráfico de cocaína”, contó el periodista Alberto Arellano, director del CIP, a la diaria.

Pese a lo asiduo de su práctica, esta fue desconocida por su entorno. De hecho, la única que estaba al tanto era su esposa, quien más tarde entregó los cassettes con las cintas de audio a la Justicia para aportar al proceso de investigación sobre la muerte del conservador de bienes raíces Renato León Zenteno, asesinado con gas sarín por enfrentarse a la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

Al descubrir la existencia de las grabaciones, en enero, el equipo de la UDP se embarcó en una búsqueda lenta pero exitosa. “Identificamos a la persona que los tenía y tardamos meses en generar la confianza suficiente para poder tener acceso” a ellos, recordó Arellano. Cuando finalmente lo lograron, se encontraron con que Berríos “aparece hablando con su esposa, sus amigos, sus contactos o familiares”. Así, gracias a estas cintas y las de la investigación policial sobre su desaparición, la mayoría inéditas hasta el momento, se materializó Berríos, los cassettes secretos, estrenado este miércoles, que consta de cuatro capítulos de un poco más de 20 minutos de duración.

Antes, “el único registro que se tenía de él era de 1984, cuando dio una entrevista en televisión”, dijo Arellano. Por lo tanto, si hay que evaluar el contenido de la producción, se debe destacar la novedad de escuchar al bioquímico hablando “en su intimidad”, consideró. También “cuenta todo lo que sucede en la casa de Lo Curro cuando estaban reproduciendo el sarín, cuántos programaron y cómo él se enteró de que iban a asesinar a [el integrante del gobierno de Salvador Allende] Orlando Letelier en Washington, con una bomba”.

El audio más importante para Arellano es aquel en el que Berríos afirma que a la casa de Michael Townley “llegaron dos señores con identidad protegida”. Según las palabras de Berríos, “uno era el señor, según no lo vi yo, a uno lo reconocí que era don Vernon Walters, que en ese entonces era ex subdirector de la CIA cuando estuvo aquí en Chile, después de lo de Letelier”. Por otro lado, “a la noche el padre de Townley estuvo, y estuvo un señor que había sido exdirector de la CIA, que se llamaba George Bush, que no era ni siquiera vicepresidente de Estados Unidos”, dijo en el audio.

El gobierno uruguayo “no quería saber nada de esto”

“No me contó nada, ni yo tampoco le pregunté, y cuando quise abordarlo me dijo que no preguntara”, relató Schmeisser al detective de la Interpol Nelson Jofré al ser consultada sobre la salida del país de Berríos. Actualmente, se sabe que primero fue trasladado a un cuartel del Batallón de Inteligencia del Ejército, luego a Buenos Aires y, por último, a Montevideo. Una vez en Uruguay, compartió un apartamento con el agente Carlos Herrera Jiménez, quien declaró a la Policía que le pidió que se fuera porque, entre otras cosas, “era muy bueno para beber”, de acuerdo a lo presentado por el CIP.

Tiempo después, Berríos –en ese entonces encubierto bajo el nombre Tulio Orellana– vivió en Pocitos, custodiado por tres militares con los que compartía la nacionalidad. Cuando en 1992 comenzó a manifestar sus deseos de volver a Chile, los agentes de la DINA coordinaron algunas visitas de sus allegados, pero más tarde lo secuestraron en Parque del Plata, en una casa que pertenecía a los padres de Eduardo Radaelli, militar, asesor y amigo personal de Guido Manini Ríos, y presidente de la Junta Departamental de Cabildo Abierto (CA), extraditado a Chile en 2006 por esta causa.

El último período de la vida de Berríos es retratado en el cuarto y último episodio. Allí, además del testimonio de su esposa y el de otras personas que estuvieron relacionadas a su estadía en Uruguay, se relata cómo en noviembre de 1992 Radaelli lo acusó ante la Policía de “desequilibrado mental”, luego de que este denunciara su secuestro.

“Había un gobierno que no quería saber nada de esto”, aseguró Jofré en su momento. “Cada vez que íbamos nosotros, la Interpol le informaba a [el coronel] Tomás Casella”, y de esa forma, “nos dimos cuenta de que ahí en Uruguay teníamos cola”, agregó. Según el detective, el hecho de que “nadie de las instituciones quería meterse en este tema” prolongó la investigación.