Muchos niños a lo largo y ancho del país amanecieron este lunes 6 con la alegre noticia de haber recibido un regalo de los Reyes Magos. Y muchos burreros, como niños inquietos, recorrieron el país para recibir su regalo de cada 6 de enero: el Gran Premio Ramírez. Fueron 17 las carreras que, por varios segundos, pusieron al público en un estado poseso del que sólo lo sacaba la bandera a cuadros. Sombreros aludos, boinas, viseras y capelinas marcaban el tono de la fiesta en un Hipódromo de Maroñas colmado desde antes del mediodía.
El caballo, animal con el rol de acortar distancias a lo largo de la historia de la patria, parece seguir cumpliendo, aunque en menor medida, esa función. Brasileños, argentinos, uruguayos, dueños, peones, vareadores y jockeys rondaban la pista con la misma ilusión e igual nerviosismo. En la parte baja de la pista, los ojos bien abiertos sobre los palos y, desde los palcos, la mirada atenta sobre la televisión. Celulares y planillas delataban a los burreros versados, y la comida y el alcohol le iban subiendo el tono a la jornada.
Camuflados en ese mundo, si de acortar distancias hablamos, distintas figuras del arco político se sumaron a la fiesta. Algunos del gobierno electo -el ministro del Interior designado, Carlos Negro, y el futuro prosecretario, Jorge Díaz- y otros del actual -el subsecretario de Salud Pública, José Luis Satdjian-, además de disfrutar de la fiesta, coincidieron en la decisión de, en esa instancia, no hacer declaraciones a la prensa.
Mientras se corría el Premio Jorge Batlle llegó el presidente de la República, Luis Lacalle Pou. En la que será, seguramente, una de sus últimas apariciones públicas, el mandatario brindó varios titulares a la prensa: renunciará a su banca del Senado y firmará el contrato para concretar la construcción de Arazatí antes de traspasar el mando.
En paralelo a esas noticias del quehacer político nacional, la intensidad del turf seguía invariable y, con el ruido de fondo de las pisadas de caballos, se acercaba la hora de la carrera central. La 127 edición del Gran Premio Ramírez, con la presencia de importantes caballos de la región -entre ellos, El Kódigo, ganador de la competencia-, tenía como hito principal la vuelta del turf uruguayo, después de 20 años, al Tomo I del libro azul de la Federación Internacional de Autoridades Hípicas (IFHA por su sigla en inglés).
Manifestantes reclamaron el fin de la “explotación” de los caballos
Silencio, gritos, silencio, gritos: entre la alternancia se terminó la jornada. Alrededor de 15.000 espectadores participaron y fueron muchos quienes desarrollaron una extensa jornada de trabajo en torno al evento. En paralelo, un grupo de personas se congregó afuera, junto a la entrada principal, para expresar sus reclamos: que desaparezcan la industria del turf y su “explotación de caballos”, así como las “condiciones precarias de vivienda y de salud” que deben enfrentar muchos de sus trabajadores.
Con una serie de puestas en escena y carteles, la movilización del colectivo Acción Directa Montevideo llamó la atención de muchos de los asistentes antes de entrar al hipódromo. Según explicó a la diaria Nicolás, integrante del colectivo con presencia internacional, la explotación que denuncian hacia estos animales tiene que ver con que pasan “encerrados 20 horas en los studs” y son “sacados solamente para el vareo”, para después tener que enfrentarse al “peligro” que significa cada carrera.
“Maroñas lo que hace es borrar todos los materiales que hay de accidentes de caballos; cuando tiene un accidente un caballo, se pone una lona verde y se lo sacrifica en el momento y eso no se ve”, apuntó el integrante del colectivo. “Si Maroñas no tuviera nada que ocultar, no mandaría un ómnibus de la Policía a sacarnos de la puerta; si Maroñas no tuviera nada que ocultar, tampoco taparía un mural que hicimos [próximo a la puerta de ingreso]”, concluyó.