La pandemia de covid-19 profundizó e hizo visible la vulnerabilidad alimentaria en distintos puntos del país. En ese marco, el rol de las denominadas “ollas populares” se volvió clave y tomó protagonismo en la agenda pública. En ese momento, el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) realizó el primer relevamiento nacional sobre ollas y merenderos populares. Luego de obtener datos relativos al 2020, primer año de la pandemia, el trabajo se repitió en 2022. Este mes se está presentando la tercera edición.

Según recoge el estudio de diciembre de 2025, al que accedió la diaria, los datos relativos a ollas y merenderos populares son presentados en un contexto en el que la inseguridad alimentaria en el período 2022-2025 tiene una “enorme persistencia”. Según datos relevados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Ministerio de Salud Pública (MSP) y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), entre 2022 y 2025 “la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en hogares pasó de 15,0% a 13,2%, mientras que la inseguridad alimentaria grave descendió de 2,6% a 1,9%”, explica el informe.

En ese sentido, el trabajo de la FCS expresa que las “variaciones acotadas” no modifican “sustantivamente el orden de magnitud del fenómeno”. A pesar de esto, según el informe, se pasó de 542 ollas y merenderos activos en 2022 a 415 en funcionamiento en 2025. En 2020 había 645 espacios de estas características en actividad.

“Lejos de ser una respuesta coyuntural a una situación de emergencia sanitaria y socioeconómica en la pandemia de covid-19 en 2020, se configuran tramas vecinales, familiares y organizacionales que sostienen la vida en los barrios en el mediano y largo plazo”, sostiene el estudio partiendo de los mencionados datos, y dejando claro que el 29% de estos servicios populares surgió antes de 2020.

La caracterización: ollas y merenderos

En los datos generales del período 2020-2025 se reporta una caída del 35% de la cantidad de ollas y merenderos, a su vez, las personas que participan en la organización pasaron de ser 6.100 en 2020 a 2.738 en 2025 (una reducción del 55%). Por último, las porciones servidas se redujeron 66%, pasando de ser más de 506 mil porciones semanales en el primer año del período a más de 173 mil en este último relevamiento. “Esto puede estar indicando que las experiencias priorizan sostener los espacios funcionando, aunque menos personas puedan hacerse cargo de la labor semanal, y sirvan menos porciones”, analiza el trabajo.

En esa línea, se señala que “se prioriza el punto de acción y encuentro comunitario, más allá de la materialidad concreta”. Esto queda evidenciado, según se explica, en el “conjunto de acciones que realizan las iniciativas, además de cocinar y entregar alimentos”. Según el reporte, los merenderos y ollas que realizan al menos una actividad –más allá de lo alimentario– pasaron de ser el 84% en 2022 a ser el 93% en 2025. Se deja asentado que aumentaron “todas las categorías de acción” y “especialmente” las que refieren a “actividades recreativas, culturales, deportivas y educativas”.

“Aun cuando un conjunto significativo dejó de operar, nuevas ollas y merenderos se han creado en años posteriores, lo que revela una dinámica viva y en constante recomposición: surgen aproximadamente 30 iniciativas nuevas por año desde 2021”, indica el informe. Se reporta asimismo un “aumento proporcional de los merenderos respecto de las ollas”, algo que ya se había notado en 2022. Se detalla que el 85,5% de las iniciativas tiene merendero en 2025, de las cuales 43% también tiene olla.

En este tercer relevamiento se incorporaron datos de “entrega de canastas como práctica semanal exclusiva” –en lugares donde hubo anteriormente merendero u olla– y se registró que el 5,5% lleva adelante ese tipo de práctica. “La expansión relativa de los merenderos y la emergencia de las canastas como forma de apoyo revela un cambio en las formas del cuidado comunitario en un escenario marcado por el desgaste organizativo, el cansancio y la reducción de manos disponibles para sostener”, explica el informe.

Agrega que los merenderos atienden a niños y adolescentes (84,98%) y, en menor medida, a “otros perfiles”: trabajadores zafrales (2,89%), jefas de hogar (2,51%), personas mayores (2%), personas en calle o refugio (1,55%). Las ollas, en tanto, tienen presencia de niños y adolescentes (26,5%) y perfiles como familias (12,1%), trabajadores zafrales (11,8%), personas en situación de calle o refugios (11,3%), entre otros.

Las organizaciones, por su parte, tienen diferentes características. El 34,6% de ellas son vecinales y el 23,6%, familiares. También tienen preponderancia las instituciones religiosas (21%) y clubes deportivos (12%). Otras que aparecen en el reporte son las ONG (3,1%) y los sindicatos (0,7%).

El territorio y los recursos

A nivel territorial, la investigación de la FCS detalla que “las iniciativas se concentran crecientemente en Montevideo”, representando las ollas y merenderos de la capital el 64% de las que están activas en el país. Según se explica, la “consolidación” de estas experiencias en Montevideo surge de la “convergencia” de varios factores, como la presencia de la coordinadora de ollas y “redes territoriales más densas”. También se repara en los “mayores niveles de apoyo institucional y un ecosistema urbano que favorece la persistencia y concentración de iniciativas”, así como en los “niveles de pobreza y exclusión social”, que son “más graves y territorialmente consolidados” que en el interior.

En estos espacios, quienes más participan del trabajo de alimentación son las mujeres. Estas representan el 72% de quienes forman parte de las distintas organizaciones. Asimismo, se subraya que “el 40% de las experiencias articula con otras ollas y merenderos, ya sea mediante redes formalizadas o colaboraciones directas”, en el marco de “lógicas de cooperación territorial”.

En cuanto al origen de los recursos para la alimentación que se brinda, se destaca el crecimiento de la relevancia de “los recursos de las propias experiencias”, lo que en otras palabras son aportes de integrantes de la iniciativa o fondos recaudados colectivamente. Esta fuente de insumo está presente en el 68% de las experiencias. Por su parte, en un 41% se reportan donantes particulares, en el 26% vecinos y en el 25% comercios locales. En tanto, el 91% de las iniciativas mencionaron aporte del Estado.

El reporte se detiene también en las “necesidades expresadas” por las iniciativas encuestadas. El 66% marca la falta de insumos suficientes para cocinar, el 36% se refiere a falta de apoyo técnico psicológico y social, el 28% se detiene en la falta de leña o gas y el 24% en la falta de un espacio adecuado para cocinar.