En su llegada al Parlamento en una moto vespa cuando se convirtió en diputado; en su juramentación como presidente de la República en 2010 ante la Asamblea General; con el rey de España, sentado en el banco hecho de tapas recicladas; en viajes oficiales y con mandatarios de todo el mundo; en actos por todo Uruguay; en el acto de cierre de campaña del Movimiento de Participación Popular (MPP) en octubre, que se convirtió en una suerte de despedida; en la asunción de Yamandú Orsi en marzo; en la clandestinidad, en el fusca, en el Palacio, en la Torre Ejecutiva y siempre en la chacra de Rincón del Cerro. Hay una constante en todas esas imágenes de las múltiples vidas del expresidente José Mujica: está Lucía Topolansky, su compañera de vida, a quien muchas veces le agradeció la propia.

Enfermera y guardiana del Pepe desde que, hace más de un año, enfermó de cáncer de esófago, Topolansky, exvicepresidenta de la República, “ponía los límites” porque “el Pepe siempre decía que sí, jamás se negaba a una visita o un llamado”, contó el periodista Juan Elman, quien conversó con el expresidente en diciembre, en una entrevista y crónica que se publicó este martes en Cenital. Este domingo de elecciones departamentales, Mujica, un votante madrugador y esperado por todos los medios, estuvo ausente debido a su frágil estado de salud. Topolansky anunció que se encontraba en “una situación terminal” con cuidados paliativos, y expresó: “Yo estoy hace más de 40 años con él y voy a estar hasta el final; eso fue lo que prometí. Lo que tratamos de hacer es reservar la intimidad de nuestra familia, pero con un personaje como Pepe es medio imposible”.

Los comienzos de su relación y la dictadura

“Más de 40 años”. No está del todo claro cuándo se conocieron Mujica y Topolansky, lo que se sabe es que el vínculo comenzó en el marco de su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, más sobre los 50 años que de los 40. En una entrevista para la BBC, Mujica relató que el primer encuentro fue en setiembre de 1971, cuando escapó de la cárcel de Punta Carretas: “Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho un túnel”, recordó, y aseguró: “La vi casi accidentalmente y seguimos la vida (…). Era muy bonita y joven”. En ese entonces, Mujica tenía 36 años y Topolansky 27.

Topolansky reconoció al mismo medio que el recuerdo de ese primer encuentro es difuso porque “se parece bastante a esos relatos de las guerras, donde las relaciones humanas tienen un marco de distorsión porque tú estás corriendo, podés caer preso, te pueden matar. Entonces no tiene los parámetros de una vida normal”, explicó. Mujica llegó a comparar, en diálogo con The New York Times, aquel primer encuentro como “un destello de luz en la noche”.

Durante el encarcelamiento, sólo lograron intercambiarse una carta porque los militares confiscaban el resto, recoge el reportaje del medio estadounidense. Al terminar la dictadura y recuperar la libertad, no tardaron en reencontrarse: “Al otro día empezamos a buscar un local para juntar a los compañeros y reunirnos. Había que empezar a militar”, recordó Topolansky. “Unimos dos utopías: la utopía del amor y la utopía de la militancia”, afirmó en el documental El Pepe, una vida suprema, de Emir Kusturica.

La chacra, hijos y el casamiento

Entrevistado por Sala de Redacción Julio Castro en 2020, Mujica contó que al salir de la cárcel pidieron con Topolansky “su primera licencia militante” para comprarse una chacra más grande. Así es que vieron en el diario un terreno a la venta, “se subieron a sus bicicletas y se acercaron hasta Rincón del Cerro”, y, con préstamos y ahorros, compraron esa propiedad, la chacra que se volvió famosa a nivel mundial, la que aparece en Google Maps, la que recibió a los más ostentosos líderes, quienes se acomodaron en sillas de plástico o bancos de material reciclado; donde vivieron, trabajaron la tierra, donde está enterrada la perra Manuela, fiel compañera de Mujica, y donde falleció este martes el expresidente.

Nunca tuvieron hijos: la guerrilla, la cárcel y la militancia postergaron esa posibilidad hasta que la naturaleza se negó. En una entrevista con AFP en 2014, al final de su mandato, al ser preguntado sobre si se arrepentía de no haber tenido hijos, Mujica respondió: “Sí, lo lamento. Me dediqué a cambiar el mundo y se me fue el tiempo”.

Se casaron 34 años después de ese “destello de luz en la noche”, en 2005, cuando Mujica ya había sido diputado y senador, y ese año, con el primer gobierno del Frente Amplio, se convertía en ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. Topolansky ya ocupaba una banca como representante nacional, luego de ser edila de la Junta Departamental de Montevideo. El 1° de marzo de 2010, como dicta el protocolo, a Topolansky le tocó tomarle juramento a Mujica cuando se convirtió en presidente, al ser la senadora más votada en ese entonces. Luego de pronunciar “queda usted investido en la calidad de presidente de la República”, Topolansky lo abrazó con su brazo derecho y le dio un beso en la mejilla, con una sonrisa de oreja a oreja.

Mujica llegó a calificarla como una “laburanta” infernal: “No de esas que hacen un hecho histórico, sino de las que levantan paredes”, dijo a la BBC. En los últimos tiempos, con el recrudecimiento de su enfermedad, la definía como un premio y le agradecía públicamente sus cuidados y su amor, el cual, a su edad, consideraba “una dulce costumbre” y una “forma de evadir la soledad”.