“Nuestras acciones son nuestro futuro. Un mundo #HambreCero para 2030 es posible” fue el lema elegido este año por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) para conmemorar el Día Mundial de la Alimentación, que se celebró el 16 de octubre. Con el lema de la FAO y aprovechando la inauguración de la nueva planta física, la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República (Udelar) desarrolló ayer la primera jornada institucional para celebrar el día. Los diferentes departamentos de la escuela desplegaron espacios interactivos que fueron recorridos por estudiantes de escuelas, escuelas técnicas y liceos, desde las 10.00 hasta la tarde. Por ejemplo, en el “Paseo por los sentidos” se tenía que adivinar, por el tacto, qué fruta o verdura estaba dentro de una caja; en otro espacio, jugaban al ahorcado buscando adivinar nombras de vegetales, frutas y menúes. El equipo de Huertas Escolares de Agronomía hizo actividades teóricas y prácticas con estudiantes de Nutrición. Hubo espacio para que los niños dibujaran qué es para ellos el derecho a la alimentación, se mostraron trabajos de huertas con usuarios del hospital Vilardebó, con escuelas y con productores rurales.

Al mediodía, en paralelo a la muestra, se desarrolló un espacio de conferencias en el que quedaron claros los dos grandes problemas de nutrición a nivel mundial y también en Uruguay, donde “sigue existiendo una doble carga: por un lado están aquellos niños y personas con sobrepeso u obesidad y por otro lado sigue existiendo la inseguridad alimentaria, el hambre, la desnutrición. Hay que trabajar sobre las dos”, explicó luego, en diálogo con la diaria, Florencia Ceriani, integrante del Observatorio del Derecho a la Alimentación de la Escuela de Nutrición, quien reafirmó que “el objetivo es hambre cero para 2030”.

Cambiar la pisada

Florencia Cerruti, licenciada en Nutrición e integrante de Uruguay Crece Contigo (UCC), detalló que desde 2012, el programa de acompañamiento familiar de UCC ha beneficiado directamente a 29.375 personas (7.581 embarazadas y 21.794 infantes). Dicho programa acompaña a familias y mujeres embarazadas con niños menores de cuatro años que presentan indicadores de riego social y sanitario; el estado nutricional es uno de los criterios básicos para determinarlo, resumió Cerruti. Con ellas, se hace un trabajo de consejería, se articula con otras instituciones para alcanzar soluciones y cuestiones más prácticas, como es la medición de hemoglobina para controlar la anemia.

Gracias a esas intervenciones, Cerruti destacó que los niveles de prematurez y bajo peso al nacer de los participantes del programa son equivalentes al promedio nacional, esto es, mucho mejores que los resultados esperados sin la intervención. Cerruti valoró que se está logrando un cambio en las trayectorias que hubieran tenido aquellos niños, y que esas acciones permitirán que alcancen un mejor crecimiento, escolaridad y, en definitiva, mejores condiciones de vida en el futuro. “Es una oportunidad para romper el círculo intergeneracional de pobreza”, dijo, y destacó que al mismo tiempo que se atienden los aspectos nutricionales, se trabaja la “seguridad emocional” y la perseverancia, con niños y adultos.

Ximena Moratorio, responsable del área programática de Nutrición del Ministerio de Salud Pública, recordó que 31,5% de los niños de seis a 23 meses de edad tienen anemia y que 4,5% tiene retraso de talla; atacar esos dos puntos forma parte de los objetivos sanitarios nacionales que se fijó el MSP en 2016, que proponen reducir 5% la anemia moderada en 2020 y disminuir a 3% el retraso de crecimiento de talla de niños de dos a cuatro años. El otro eje es la disminución de la obesidad y el sobrepeso, que afectan a 60% de la población adulta, 10% de los niños menores de cuatro años y a uno de cada cuatro adolescentes. Para eso es que el MSP ha desplegado una batería de medidas, como las guías de alimentación y actividad física, el etiquetado frontal de alimentos, y la generación de entornos saludables en las escuelas.

En otro plano, presentó su trabajo la escuela rural 51 de Lavalleja, ubicada cerca del río Santa Lucía; la ciudad de Minas es el lugar poblado más cercano, a 40 kilómetros. La maestra directora Leidys Abreu y la auxiliar Gissell Cedrés presentaron la experiencia que desarrollaron con los ocho alumnos de la escuela, que provienen de seis familias de la zona. La producción ganadera es la predominante, y eso se ve reflejado en los platos. Para diversificar la alimentación y, al mismo tiempo, generar nuevas propuestas educativas, la maestra resolvió crear un invernáculo. Fue mostrando el proceso y la satisfacción de los niños al cultivar rúcula, brócoli, repollo, remolacha, acelga, lechuga, con las que cocinaron en la escuela y llevaron a sus casas. Grandes y chicos conocieron nuevas variedades y están aprendiendo a cocinar con ellas. La remolacha fue una de las introducciones con mayor aprobación.

Esa experiencia, junto con las que se desarrollan desde 2017 en escuelas rurales de Tacuarembó, fue exhibida ayer, y son parte del trabajo del Departamento de Educación Alimentaria y Nutricional de la Escuela de Nutrición. Las prácticas les permiten a los estudiantes de la carrera “articular la teoría con la práctica, haciendo actividades con los niños y fomentando hábitos de vida y de alimentación saludables”, explicó Paula Mendive, licenciada en Nutrición y docente del departamento.