“Estoy convencido de que en la práctica médica muchos colegas recetan algo porque es más fácil recetar que explicar”, afirmó el subsecretario de Salud, Jorge Quian, el jueves, al abrir el Primer Congreso Nacional de Farmacovigilancia, que se tituló “Contribuyendo al uso racional del medicamento”. “Estamos en una sociedad medicalizada”, reconoció, y pidió discutir al respecto. Ese fue, justamente, el objetivo del congreso, organizado por el Ministerio de Salud Pública (MSP), que jueves y viernes reunió a responsables de farmacovigilancia de la salud pública y privada, de laboratorios titulares de registros de medicamentos, de la Universidad de la República (Udelar), de universidades privadas, de sociedades científicas y de farmacias.

La función de la farmacovigilancia es investigar y evaluar los efectos de medicamentos, productos biológicos y plantas medicinales con el fin de identificar reacciones adversas y prevenir daños, tal como lo define la Organización Mundial de la Salud (OMS). En nuestro país, la Udelar fue la primera en iniciar esos estudios; recién en 2006 comenzó a implementarse el Sistema Nacional de Farmacovigilancia como una actividad de salud pública.

“La farmacovigilancia es una actividad de salud pública, es la vigilancia que se hace del medicamento una vez que sale al mercado: vas a ver qué ocurre con ese medicamento en la realidad, de acuerdo a la población, con sus usos, con sus costumbres, con su genética”, explicó en diálogo con la diaria Salomé Fernández, médica y responsable de la Unidad de Farmacovigilancia del MSP. Puntualizó que “muchas veces hay efectos que podemos decir que son reacciones adversas al medicamento, pero otras están vinculados a un uso inadecuado”; pidió hacer un uso racional y “pensar qué tantos medicamentos se indican que realmente están justificados”. Pero no sólo está lo que se prescribe: “La población a veces accede a medicamentos mucho más fácilmente de lo que pensamos y desconoce el riesgo que existe, más allá de que sea un analgésico”, alertó.

El número de notificaciones que ha recibido desde 2006 la Unidad de Farmacovigilancia del MSP va en ascenso (ver gráfico), tal como lo detalló en el congreso la química farmacéutica Andrea Sosa, integrante de esa unidad. A eso se apunta. “Si no notificamos, es imposible que podamos hacer un cambio”, sostuvo Fernández, que valoró que “poco a poco hay una conciencia de notificar; nos falta mucho, pero yo creo que se va trabajando en eso”.

La vía fundamental de notificación es la que hacen de manera espontánea el personal de salud –químicos, médicos, nurses– y los usuarios; luego está la vigilancia activa de medicamentos que, por ejemplo, tengan algún efecto teratogénico –que puede causar algún defecto congénito en el feto–, como es el caso de la isotretinoína (indicada para el tratamiento del acné), o un efecto a nivel de toxicidad hematológica, como el que puede tener la clozapina (psicofármaco), explicó la médica. Al indicar ese tipo de medicamentos, el médico debe informarle al paciente sobre los riesgos; este firma un formulario de consentimiento informado, que debe ser reportado al MSP, así como informes mensuales de su seguimiento. El MSP también recibe notificaciones de medicamentos que no están registrados en Uruguay y que ingresan, por ejemplo, extranjeros durante su estadía en el país (fueron 650 los informes de ese tipo en 2017).

Al recibir la notificación de un efecto o de una reacción adversa, la unidad estudia el caso; para eso se establece contacto con el médico y puede estudiarse la historia clínica del afectado. Para los casos graves, que son pocos, a partir de este mes el MSP pondrá a disposición un número telefónico para recibir notificaciones del personal de la salud y responder de forma más inmediata que por la vía electrónica; según Fernández, esa vía está pensada “en caso de que haya que hacer una acción inmediata”, como un retiro de medicación.

En 2014 se creó el Sistema Nacional de Farmacovigilancia, en el que participan personal de salud y representantes de farmacias y de centros de salud, que hasta ahora han aportado 33 “nodos periféricos”, es decir personas que se comprometen a hacer la farmacovigilancia en sus instituciones. A partir de notificaciones, pero también a raíz del trabajo de la red de nodos, el MSP ha instrumentado cambios, por ejemplo, en la presentación de etiquetas de medicación que llevan a la confusión, o porque el nombre de un medicamento es similar al de otro o porque no esté claro en el prospecto la forma de administración. Para reforzar el trabajo, el MSP saldrá a hacer inspecciones tendientes a ver cómo están trabajando las instituciones. En base a los datos que obtiene y analiza, la unidad del MSP le informa al programa internacional de farmacovigilancia de la OMS; al mismo tiempo, puede acceder a la base de datos internacional y a las notificaciones que otros hacen, lo que amplía la visión.