Rayadxs estamos todxs. Narrativa de una lucha se titula el libro de la Asamblea Instituyente por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna, que salió a la luz durante el II Encuentro Latinoamericano de Derechos Humanos y Salud Mental, a comienzos de octubre, y que se presentará mañana a las 18.00 en Tristán Narvaja 1578, en el espacio cultural Íbero-Ibirapitá.

La Asamblea Instituyente “es un colectivo de trabajo, un espacio político y de participación que tiende a un movimiento social; surge en el año 2012 con el propósito de dar visibilidad a las vulneraciones de derechos de las personas que han sido y son psiquiatrizadas. La forma de funcionamiento es horizontal, a través de prácticas colectivas que promueven vínculos solidarios y de encuentros”, reseña el primer capítulo del libro, dedicado a los orígenes del organismo.

Muchos de los textos de este trabajo dan cuenta, de diferente manera, de ese funcionamiento horizontal; incluso está firmado de manera colectiva, por 19 personas, pese a que algunos de los textos estén escritos en primera persona. Hay poemas, dibujos, fotos, narrativas, afiches, décimas. Esta publicación es la primera de ensayos de la editorial independiente Pez en el Hielo, pero la prosa no es típicamente académica sino que tiene una escritura “más suelta” que “habla de las experiencias desde lo humano, desde el corazón”, tal como explicó a la diaria Dani Olivar, de Pez en el Hielo.

Según contó a este medio Mattías Bruni, psicólogo e integrante del colectivo, el libro intenta “difundir lo que se hace y seguir llevando este tema a debate público más allá de los ámbitos académicos, sanitarios” y a caballo de lo literario; “abrir otras puertas, llegar a otro público”.

“Toda persona que crea algo y se proponga desprenderse de eso y que pase a la cuestión de lo público trata de que eso llegue lo más lejos que pueda. Eso es lo que nos propusimos: tenemos cosas que contar, que nos han dado satisfacciones; tuvimos momentos más vinculados a la bronca, a las frustraciones, a sostener una militancia”, explicó Bruni, que clasifica el libro como “híbrido, diverso”, de un “género inclasificable”.

El texto sitúa el germen de la Asamblea Instituyente en 2009, cuando empezó a discutirse un proyecto de ley de salud mental que aggiornara la vieja ley de 1936, pero que quedó encajonado en esa legislatura. Habla de talleres de plástica, de pintura, de música y de literatura que se dieron en lugares de encierro, pero también de proyectos comunitarios, como el de Unión Ibirapitá, en el barrio montevideano Bella Italia, una experiencia de “venta de ropa y electrodomésticos, reciclaje de aceite usado, construcción de obra, talleres para niños, meriendas”. Según el cronista, ese espacio dio la oportunidad de poner en práctica lo aprendido en Psicología, de “conocer la locura de cada barrio”. “Conocerla no para capturarla en una horita semanal donde una persona tiene que revelar su intimidad a un ajeno, simplemente porque estudió y tiene un título que lo avala” sino “conocerla para enamorarse de ella. Para participar de la vida de un barrio”, expresa el texto, que clasifica a ese espacio como de salud mental porque “también hay salud cuando la comunidad discute y decide acerca de sus propios temas”.

Esas frustraciones de las que habla Bruni tienen que ver con la aprobación de la nueva Ley de Salud Mental, en agosto de 2017, porque pese a haber participado de la discusión junto a otros colectivos, la Asamblea Instituyente terminó reprobando, entre otras cosas, que el órgano revisor no haya sido independiente, que la ley usa “terminología peyorativa”, como “trastorno mental”, y la vulneración de derechos que implican las internaciones involuntarias.

Más alegría tienen los capítulos dedicados a repasar las marchas antimanicomiales que ha impulsado la Asamblea desde 2012 cada 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, por la avenida 18 de Julio. La marcha es vivida “como una fiesta, como una celebración de la locura y una burla a la normalización”, tal como reseña el libro, y tiene por lema la frase que ahora es el título del libro y la imagen de la cebra, que ilustra la portada y algunas páginas, junto con cánticos de las marchas.

La experiencia de “los bares antimanicomiales”, que se han hecho desde agosto de 2016, también mereció un capítulo, por ser un emprendimiento del colectivo y otra forma de abordar la locura. Es así que se proponen un “análisis crítico” de “verdades tales como ‘trastorno mental’, ‘enfermedad mental’, ‘aislamiento terapéutico’, para no reproducir nuevamente viejas lógicas que queremos superar”, dicen, porque “esas concepciones sobre la locura han generado prácticas de aislamiento, de vigilancia, de tutela, arrasando con ellas las posibilidades de encuentro y de nuevos modos de convivir con la locura propia y ajena”.

Así como el texto critica los tratamientos que no llevan sino a enajenar a la persona, reprueba la falta de información de la Administración de los Servicios de Salud del Estado y del Ministerio de Salud Pública sobre intervenciones y tratamientos, que se desprende de un pedido de acceso a la información pública que hicieron en 2016 la Asamblea, el Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay y el Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública.