Oficial a cargo de la representación de la FAO en Uruguay.
En los últimos años Uruguay ha experimentado diversos cambios sociales, económicos, políticos y culturales que impactaron en la salud de las personas. Si bien se ha observado una reducción progresiva de la malnutrición por déficit, el sobrepeso, la obesidad y otras enfermedades no transmisibles vinculadas con el estilo de vida muestran un crecimiento, sin precedentes, en todos los grupos etarios.
Se estima que 64% de la población uruguaya adulta presenta sobrepeso u obesidad; la proporción se sitúa entre las más altas de la región, con un incremento anual de 1%. Por otro lado, casi 40% de los uruguayos tiene hipertensión y cerca de 8% tiene diabetes, según encuestas de factores de riesgo de enfermedades no transmisibles realizadas en 2006 y 2013 por el Ministerio de Salud Pública (MSP).
En la población infantil la obesidad también es un grave problema. Los Primeros resultados de la Encuesta Nacional Desarrollo Infantil y Salud, publicados en 2015, evidencian que 11% de niños y niñas entre dos y tres años presentan obesidad. En el mismo sentido, la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular alertó, en 2017, que 40% de los escolares de diez a 13 años presentan sobrepeso y obesidad, y que en 15% se han observado cifras alteradas de presión arterial (esa cifra es aun mayor en quienes tienen sobrepeso).
Los principales factores que han contribuido a esta epidemia son el sedentarismo y la alimentación inadecuada, asociados a un cambio marcado de hábitos y costumbres alimentarias. La Organización Panamericana de la Salud señala en ello la incidencia del incremento acelerado del consumo de alimentos ultraprocesados –incluyendo bebidas– altos en grasa, sal y azúcares.
Estado, familia y sociedad
El Estado lleva años trabajando en reducir los focos de hambre y en mejorar la calidad de la alimentación. Es parte de su tarea respetar y garantizar el acceso a alimentos saludables y generar las condiciones para que las personas puedan ejercer por sí mismas el derecho a una alimentación adecuada y nutritiva. Frente a esta problemática, la meta debe ser la desaparición de los ambientes obesogénicos.
El entorno, o ambiente alimentario, ejerce una fuerte influencia en los cambios de hábitos de las personas. Cuando el ambiente familiar y social no coopera en el desarrollo de hábitos de alimentación saludables, la meta se vuelve difícil de alcanzar. Eso supone un impacto negativo en la sociedad, pero también en la calidad y esperanza de vida de las personas, especialmente de la población infantil.
Las familias y los adultos referentes de niños, niñas y adolescentes también tienen un rol clave que cumplir, educando, desde temprana edad, el paladar con una dieta variada y enseñando a probar sabores diversos, sin la necesidad de utilizar sal y azúcar, además de dar el ejemplo.
Acostumbrar las papilas de los más pequeños a sabores excesivamente salados o dulces no contribuye al pleno disfrute de sabores y sensaciones que ofrece una dieta variada y equilibrada, menos a su salud. Entre otras estrategias, las acciones desde y hacia la educación formal y no formal son de capital importancia para estimular la preferencia del consumidor por alimentos sanos y nutritivos.
Por otro lado, es necesario que la sociedad asuma también su responsabilidad. Es importante la participación activa en la formulación de políticas y programas, así como monitorear mediante acciones del Estado y campañas de concientización, formular propuestas alternativas, producir información para mejorar la capacidad de las personas para hacer valer su derecho a la alimentación.
En Uruguay se han desarrollado redes y alianzas entre personas preocupadas por estos temas, que trabajan y cooperan con los decisores políticos para crear capacidades institucionales y empoderar a las personas como portadoras de derechos.
Las empresas del sector agroalimentario podrían ejercer debidamente su responsabilidad social empresarial ofreciendo mayor información y adaptando sus productos y sus campañas publicitarias para ser parte de la solución.
Está comprobado el valor de la agricultura familiar y de la pesca artesanal en la disponibilidad de alimentos frescos y nutritivos. Por eso, el ámbito productivo también tiene un rol positivo a jugar, con prácticas que apunten al manejo sostenible de los recursos naturales.
Tomar conciencia y cambiar la actitud
Hay diferentes razones por las que se justifica la falta de alimentación adecuada. La primera en la que se piensa es económica: “La buena alimentación es cara”, dicen algunos. Pero en verdad, las verduras y frutas de estación están disponibles a precios razonables y son mucho más económicas que productos preparados con altos contenidos de azúcares, sal y grasas, que resultan agradables al gusto pero no necesariamente son los más adecuados para ser consumidos con frecuencia.
Los hábitos alimentarios y de vida también están vinculados a la proporción de alimentos frescos, como frutas, verduras, legumbres y carnes, y a la forma de prepararlos.
Se ha modificado la forma de alimentarse. Hace falta recuperar el hábito de cocinar, una actividad que todos podemos hacer y disfrutar, solos, en familia y entre amigos, sea cual sea nuestro género y nuestra edad.
Compartir la mesa ha dejado de ser una práctica cotidiana. En algunos hogares hoy se come a cualquier hora y en cualquier lugar, frente al televisor, mientras se trabaja, e incluso conduciendo.
Las nuevas formas de comer impactan en el tipo de alimento que se consume, ya que con mayor frecuencia se seleccionan productos listos para el consumo que, en general, poseen mayores cantidades de azúcar, sal y grasas de peor calidad. Sumado a esto, las comidas ingeridas en un ambiente rodeado de otros estímulos influyen en cómo nuestro organismo registra qué y cuánto alimento ingerimos.
No menos importante es trabajar en reducir el sedentarismo, una dificultad particular de la sociedad uruguaya. Aumentar nuestra actividad física es trabajar por nuestra salud.
Por estas razones, la FAO ha convocado a instituciones nacionales con las que trabaja en estos temas para promover juntos, por este y otros medios, cambios de hábitos que mejoren la salud de la población uruguaya. Así se conformó el grupo de Alimentación y Salud, integrado por el Frente Parlamentario contra el Hambre de Uruguay, el Instituto Nacional de Alimentación, los ministerios de Desarrollo Social, de Industria, Energía y Minería, de Ganadería, Agricultura y Pesca, de Salud Pública y la FAO.
Lo hacemos porque tomar conciencia es bueno, pero ser actores del cambio en el día a día es lo que más falta hace.
Vicente Plata es el oficial a cargo de la representación de la FAO en Uruguay