“Una crianza afectiva y estimulante impacta en el desarrollo cerebral del niño. Hablar con los niños, jugar con ellos, leerles cuentos y contarles historias son actividades absolutamente claves para su desarrollo, no sólo en el presente: se ha demostrado que estas prácticas tienen impactos duraderos en el desarrollo, en los aprendizajes y en las oportunidades sociales que tengan más adelante en la vida. Así como las prácticas positivas impactan en el desarrollo positivamente, también hay evidencia de lo contrario: aquellas exposiciones prolongadas a situaciones de negligencia en la infancia, a experiencias poco estimulantes, producen alteraciones en el desarrollo presente de los niños y repercusiones más adelante en la vida, en sus habilidades sociales, incluso en problemas psiquiátricos”, expresó Ivone Perazzo, coautora de la investigación “Prácticas de crianza y desarrollo infantil. Un estudio longitudinal sobre la bidireccionalidad de este vínculo” (ver recuadro). Como lo dice el título, el trabajo tiene una segunda vuelta de tuerca: busca detectar la bidireccionalidad del vínculo, algo que ha sido escasamente explorado en los países en desarrollo, según dijo Perazzo. Concretamente, los investigadores apuntaron a conocer en qué medida “las actitudes de los padres hacia la crianza puedan estar moldeadas o determinadas por los problemas de comportamiento o de desarrollo del niño”, resumió la investigadora.

Información básica

El insumo fundamental del trabajo son las primeras dos rondas de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS) –desarrollada por Uruguay Crece Contigo y el Instituto Nacional de Estadística, con el apoyo de la Universidad de la República–, que ha estudiado la trayectoria de más de 2.000 niños y niñas que nacieron entre 2010 y 2013. La primera ronda se había hecho en 2013, cuando los niños tenían entre cero y tres años, y la segunda fue entre fines de 2015 y comienzos de 2016, cuando tenían de tres a seis años (en setiembre comenzará la tercera etapa, para relevar cómo están al tener entre cinco y ocho años).

El estudio destaca la riqueza de la ENDIS, que aplicó diferentes pruebas para medir el desarrollo infantil. Una de ellas es el cuestionario de edades y etapas ASQ:3 (Ages & Stages Questionnaires), que mide dominios de cinco áreas: comunicación, resolución de problemas, sociopersonal y motricidad fina y gruesa. La otra es el test de conducta CBCL (Child Behavior Checklist), usado para identificar los problemas socioemocionales totales o separados, es decir los “problemas externalizados”, como la falta de atención y la conducta agresiva, y los “problemas internalizados”, como lo son la ansiedad, el repliegue o el aislamiento, detalló Perazzo. La encuesta evalúa también los vínculos entre cuidadores y sus hijos y las creencias de los cuidadores respecto del “deber ser de la crianza”, particularmente si el estilo de crianza es más autoritario –basado en la obediencia y el uso frecuente del castigo– o más habilitante –involucramiento más afectivo, en donde se ejerce un control pero no basado en violencia, aclaró la docente–. La segunda ronda incluyó, además, la Escala de Observación del Entorno y Ambiente Familiar, que evalúa si el adulto es receptivo con el niño (le responde verbalmente, lo elogia, es físicamente afectuoso) o tiene un nivel de “aceptación”, que se da en los casos en que los padres son más “punitivos o severos”, en los que incluso el cuidador le grita o golpea al niño durante la entrevista. La ENDIS mide también factores genéticos y culturales que influyen en el desarrollo socioafectivo del niño, y para eso la segunda ronda desplegó instrumentos como el BFI (Big Five Inventory), que analiza cinco rasgos de la personalidad de los padres: neurotismo o estabilidad emocional, extraversión, apertura a las experiencias, conciencia racional y amabilidad. Perazzo aclaró que la investigación no llega a determinar si hay relaciones causales entre las prácticas de crianza y el desarrollo de los niños, pero permite establecer correlaciones.

Resultados

“Las prácticas de crianza afectan el desarrollo de los niños”, aseguró Perazzo, al señalar que lo que se observó en la primera ronda de la encuesta está afectando los resultados que se tienen hoy. Respecto de los problemas emocionales y comportamentales medidos por el test CBCL, la investigación detectó “una importante relación” entre las creencias sobre el estilo autoritario y los problemas externalizados e internalizados del niño. “Un aumento de un punto de las creencias en el estilo autoritario implica un incremento de entre 0,02 y 0,03 desvíos estándar en los distintos problemas para el total del país”, dijo Perazzo. En cambio, el estilo habilitante disminuye los problemas externalizados entre 0,04 y 0,05 desvíos estándar, expresó.

Hay diferencias de sexo: los problemas externalizados e internalizados son mayores en varones (se detectó, además, un crecimiento en la segunda ronda de la encuesta) y “se reducen notoriamente a medida que aumenta la educación de la madre”, dijo. Por otra parte, indicó que se observa con más frecuencia el estilo autoritario en la crianza de los varones que en la de las niñas.

Detalló que el estilo de crianza autoritario genera mayores problemáticas en la comunicación y capacidad de resolución de problemas de los niños, y que ocurre lo inverso con el estilo habilitante. Respecto del tiempo dedicado a la crianza, se halló “una asociación positiva con los desempeños de comunicación y de resolución de problemas”, dijo.

“Estamos encontrando una bidireccionalidad entre el estilo autoritario y los problemas externalizados de los niños”, afirmó la investigadora. “El estilo autoritario se incrementaría entre 0,3 y 0,4 desvíos estándar por cada incremento de un punto en la subescala de problemas externalizados del niño, quiere decir que a mayores problemas externalizados del niño cuando era más pequeño, mayores prácticas autoritarias observamos en el presente, en ese orden de magnitud”, resumió.

La educación materna es clave: “Opera en prácticas de crianza menos hostiles y en mejor desempeño de los niños”. Perazzo señaló la incidencia negativa de algunos factores, como el hecho de que la madre haya recibido castigos en la infancia y la inestabilidad emocional actual, que propicia prácticas más hostiles y ambientes de crianza menos cálidos. En ese sentido, expresó que “la inestabilidad emocional de las madres es un factor que deberíamos cuidar si queremos impactar en los desempeños del niño”.

Cómo y cuándo

La investigación “Prácticas de crianza y desarrollo infantil. Un estudio longitudinal sobre la bidireccionalidad de este vínculo” fue desarrollada entre 2016 y 2018 por Ivone Perazzo, Gonzalo Salas y Eliana Sena, docentes del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República (Udelar). Es producto del Fondo Sectorial Salud en la Primera Infancia, implementado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, UNICEF y Uruguay Crece Contigo. Las investigaciones de este fondo fueron presentadas el miércoles 30 en las jornadas La investigación al servicio de las políticas de primera infancia, en las que se presentaron también los datos de la segunda ronda de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud.