Caía la noche el viernes a las 18.00 cuando en el piso dos del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina (Universidad de la República, Udelar) comenzaba la charla titulada “Suicidio en Uruguay. Cómo avanzar hacia un abordaje comprometido y responsable”, organizada por el Instituto de Salud Pública de la facultad. Ni que fuera viernes ni que hiciera frío ni que se adentrara la noche fueron impedimentos para que un buen número de personas, mayoritariamente académicos, se mantuvieran durante tres horas pensando y repensando este tema de enorme complejidad y de larga data en Uruguay, que mata a más gente por año que los accidentes de tránsito, y mucho más que los homicidios. El intercambio fue pensado desde la interdisciplina, a partir de intervenciones de estudiosos y especialistas de la salud, la sociología, la comunicación y la historia.

Multicausal

Hugo Rodríguez, médico y docente del Departamento de Medicina Legal y Ciencias Forenses, se centró en el abordaje forense, cuando se clasifica a la muerte en dos grandes grupos: natural o violenta. El suicidio, los homicidios y los accidentes son las tres categorías en que se clasifican las muertes violentas. Rodríguez dejó claro que el suicidio es “una categoría compleja” algo que puede clasificarse como una “no categoría”, “una bolsa demasiado heterogénea para pensar que es una sola cosa”. “No se puede explicar de una sola manera y no se puede tener una respuesta única”, dijo, adentrándose en la prevención y en los resultados de una investigación realizada junto con psiquiatras infantiles y psicoanalistas en 2005 que, en base al método de autopsia psicológica, buscaron entender qué situaciones habían llevado a menores de 19 años a terminar con su vida. Resumió que “el gran descubrimiento fue que todas las elucubraciones cualitativas entraban dentro de ‘Viernes 3 AM’, la canción de Charly García que empieza diciendo: ‘La fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristezas, esquivas a tu corazón y destrozas tu cabeza, y en tu voz, sólo un pálido adiós’”. Explicó que “no es el suicidio, sino una cantidad de suicidios”, y que “más que suicidio, hay patrones de suicidio”. “Cada patrón suicida reconoce una etiopatogenia [origen del padecimiento] y responde a una estrategia de prevención”. Mencionó que así como está la veta genética, hay casos en los que incide, por ejemplo, una violación sufrida en la infancia, o la violencia doméstica, o padecer una enfermedad como el cáncer, o la depresión, entre muchas otras, y por eso aclaró que “no todo se arregla con ingeniería genética, ni con antidepresivos, ni con psicoterapia; hay diferentes abordajes”.

Comunicación ayer y hoy

María de los Ángeles Fein, estudiante de la Licenciatura de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Udelar mostró cómo estaba presente el tema del suicidio en la prensa uruguaya en la década de 1880, cuando el suicidio era considerado un delito y ya se veían cifras “tremendas”. Mencionó un informe oficial que contabilizó 2.632 suicidios entre 1881 y 1885, en un país que apenas sobrepasaba el millón de habitantes. Reseñó que el suicidio era alto en épocas de crisis, y que se preguntó si ocurriría lo mismo en épocas de bonanza. Entonces indagó en qué había ocurrido durante el período en el que Uruguay era considerado “la Suiza de América”. Para eso fue a los libros de registros de ingreso al hospital Vilardebó entre 1950 y 1953, en donde halló ocho libros de ingresos de mujeres y diez de hombres –3.600 ingresos en total–, en los que se consigna que había ingresado por intento de suicidio o manifestaban intención de hacerlo la cuarta parte de las mujeres y 15% de hombres. “El alto porcentaje de intentos de autoeliminación como desencadenante de ingresos de pacientes al hospital Vilardebó en el período examinado permiten especular que el suicidio y sus antecedentes –intentos e ideación suicida– constituyen un fenómeno estructural que, aunque se dispare en determinados períodos, quizás involucrando sujetos sin patologías psiquiátricas previamente diagnosticados, se mantiene como una constante aun en períodos de estabilidad social para aquellos que presentan patologías asociadas, depresión o melancolía, que son los registros que figuran”, concluyó Fein.

Ya en el presente, Alicia García, docente del Departamento de Especialización Profesional de la Facultad de Información y Comunicación, presentó el trabajo que hicieron estudiantes de la facultad con adolescentes de Montevideo. La tarea está orientada a la producción y a la construcción de vínculos y sentidos, a que los adolescentes puedan armar sus propios relatos y desarmar sus prejuicios, incluso acerca de ellos mismos. García comentó que los adolescentes tienen discursos adultocéntricos, y que en sus formas de hablar se siente que les cuesta “romper con lo políticamente correcto”. En cuanto al suicidio, dijo que el tema no aparece en los discursos de los adolescentes, que no los mencionan, como sí hacen con otros temas, como el bullying y el abuso.

Prevención y comprensión

Pablo Hein, sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar e integrante del grupo interdisciplinario universitario de “Comprensión y prevención de la conducta suicida”, expresó que el suicidio “existió, existe y va a existir, y toca a todas las sociedades”. El investigador evaluó que Uruguay “está dejando el camino topográfico [que se queda en lo superficial], que es un camino muy pegado a la prevención, para pasar a un camino más de la comprensión”, y distinguió que “una cosa es la comprensión del fenómeno y otra es la prevención”.

El sociólogo mencionó un ejemplo que Rodríguez había puesto para mostrar que para entender la realidad es necesario recurrir a un abordaje interdisciplinario, que abarque incluso al arte. Rodríguez había explicado que una forma de entender con sencillez por qué no hay que recurrir al encarnizamiento terapéutico la da un pasaje de El evangelio según Jesucristo, de José Saramago, “que narra el episodio en el que Jesucristo es llamado a resucitar a Lázaro pero es detenido por María Magdalena, quien le dice que ningún hombre ha pecado tanto para que merezca morir dos veces, y le pide que no lo resucite, que lo deje muerto”, reprodujo Rodríguez.

A partir de esa idea, Hein sostuvo que “hay grupos de suicidas [con los] que tal vez la prevención no amerita”, y se requiere comprensión. “Vemos a la vida y a la muerte como hechos separados”, criticó, insistiendo en que “tenemos una negación de la muerte, y más con el suicidio”. “Que uno diga ‘hay suicidios justificados’ te puede costar caro” en este país, aseguró, y añadió que en Uruguay “se cometen suicidios que si a la mayoría de los que estamos en esa sala nos plantean esa situación, yo no dudo de que la mayoría vamos a estar por ese camino”. Por eso, dijo que la meta de “combatir el suicidio” es “un juicio de valor”. Señaló que “hay un monopolio terapéutico y médico en la temática” que tiene que ver con la negación de la muerte, y que en Uruguay se tiene que empezar a hablar de la muerte en la medicina, y del suicidio en general, para socializar y comprender el tema. “Los vascos tenían un problema con suicidio en la tercera edad y pusieron un club de abuelos en cada cuadra y dan socialización a las personas de tercera edad”, dijo, en plan de sugerir acciones que nuestro país, con un elevado índice de suicidios de adultos mayores, podría tomar.

Las intervenciones del público se centraron, en buena medida, en los conceptos introducidos por Hein. Federico Medina, de la Comisión Nacional Honoraria de Prevención del Suicidio, insistió en la necesidad de continuar por el camino de la prevención, incluyendo también la comprensión. Medina expresó que el suicidio “queda encapsulado en el conocimiento profesional técnico, o en el ámbito de la salud, o en el de la sociología”, y que “hay una situación de aislamiento: quedan aislados los adultos mayores, los jóvenes. Ahí está el gran vacío, construir en el entre”. Con respecto a esto último rescató una idea que había expresado García pero, a diferencia de la comunicadora, Medina comentó que los adolescentes con los que la comisión trabajó en 2017 –a partir de un concurso de cortos sobre el suicidio–, sí abordaron la temática, preocupados por casos cercanos de suicidios o intentos de autoeliminación.

Varias personas del público –médicos y sociólogos, básicamente– también dieron cuenta de que nuestra sociedad sigue excluyendo a los adultos mayores y a los niños y adolescentes, en algunos casos encerrándolos en residenciales o en centros de privación de libertad.

Alicia Canetti, médica y compañera de Hein en el grupo interdisciplinario, dijo no estar de acuerdo con hacer una dicotomía entre prevención y comprensión, “porque no hay prevención posible si no hay comprensión”. Hein aclaró: “Lo que intentamos tener es una relación con el valor del suicidio, es una comprensión, no necesariamente para justificarlo, sino para comprenderlo, para entrar a la temática desde otra racionalidad que no sea topográfica y cuantitativa”, y citó una frase del antropólogo Nicolás Guigou que resalta la necesidad de “traer nuevamente a los suicidas del olvido, no para celebrar la muerte, sino para elaborar todos esos duelos sin tapujos ni vergüenzas, desde otras racionalidades”.

Entre las intervenciones del público, una mujer que trabaja en la línea de prevención del suicidio, 0800 VIVE, que la Administración de los Servicios de Salud del Estado comenzó a implementar hace poco más de dos meses, comentó que entre las llamadas que se reciben “puede haber un patrón común, y ese patrón común es la necesidad de ser escuchado: la gente que llama necesita hablar con alguien y que por lo menos otro lo escuche; muchas veces no se dan soluciones, porque no hay soluciones para dar”. “La sociedad se tiene que hacer cargo de lo que no estamos pudiendo ver”, aconsejó. Sobre el final de la charla, alguien dijo “si habrá que hablar de esto”. No hubo quién discrepara.