Desde hace algunos años en Uruguay y el mundo se ha registrado un aumento de los casos de tuberculosis. Si bien hablar de esta enfermedad sigue siendo incómodo –por el estigma que tiene por estar históricamente asociada a condiciones de pobreza y hacinamiento–, es cada vez más necesario. la diaria conversó con la pediatra María Catalina Pírez, presidenta de la Comisión Honoraria para la Lucha Antituberculosa y Enfermedades Prevalentes (CHLAEP).

“En los últimos diez años se ha podido documentar un aumento de los casos. En algún sentido eso es una tranquilidad, porque probablemente lo que pasaba en años anteriores era que no estábamos diagnosticando todos los casos que deberíamos. El fenómeno del aumento de la tuberculosis a nivel mundial obedece a muchas causas. Tal vez una de las más importantes es que algunas personas –incluyendo a muchos médicos, claro está– creían que la tuberculosis era una enfermedad superada, un tema solucionado. Durante muchos años, hasta bien entrado el siglo XX, la tuberculosis fue un tema que generaba gran preocupación, pero luego surgieron los medicamentos que hicieron posible tratarla de un modo muy eficaz y pasó a quedar en un segundo plano”, afirmó Pírez.

“Uno de los grandes problemas de la tuberculosis es que es una enfermedad diferente. Uno puede estar enfermo con una tuberculosis pulmonar y contagiar a muchas personas sin que esto sea demasiado evidente; esto la vuelve algo muy preocupante, porque una persona con la enfermedad no diagnosticada es un foco de contagio. Alguien puede estar tosiendo 15 o 20 días y recién entonces consulta y se hace un diagnóstico. Otro factor que también favoreció el aumento de los casos de tuberculosis en adultos son las enfermedades del sistema inmunitario, como el VIH, los tratamientos para el cáncer y otras enfermedades autoinmunes”.

Cada año en Uruguay se diagnostican aproximadamente 900 casos nuevos de tuberculosis; de esos, aproximadamente 50 son niños, lo cual es un tema que despierta particular atención. Al respecto Pírez dijo: “Hace un poco más de diez años, de cada 900 casos los niños enfermos eran 25 –siempre nos quedaba la duda de si estábamos diagnosticando todos los casos–, pero ahora la cifra en niños subió y eso es preocupante. Lo que se dice es que cuando un niño enferma es el indicador de que en la comunidad hay personas con tuberculosis, porque cuando esta enfermedad aparece en niños generalmente es por contagio de los adultos, de un círculo cercano de adultos. Eso siempre ha sido así. Clásicamente los niños se enfermaban al contagiarse de adultos mayores cuyas defensas bajaban, contraían la enfermedad y se la transmitían a sus nietos, por ejemplo. Pero en los últimos diez años la mayoría de los casos diagnosticados de tuberculosis aparecen en personas jóvenes, de entre 25 y 40 años: son los papás los que están contagiando a sus hijos”.

En los adultos habitualmente la tuberculosis es pulmonar y se puede diagnosticar de forma bastante sencilla, dijo la especialista. Muchos niños pueden contagiarse de tuberculosis por intermedio de un adulto, pero en muchos casos, si se trata de niños sanos, su sistema inmunológico logra controlar la enfermedad y esta no se manifiesta; sin embargo, en un pequeño porcentaje la enfermedad progresa, sobre todo en los menores de cuatro años. Entonces surge la pregunta de qué pasa con la vacuna BCG, que se da a todos los bebés al día de haber nacido. Pírez sostuvo que “la vacuna es eficaz en un rango de 60% a 70% de los casos”. “Es la única vacuna existente y es la mejor que tenemos, pero no es óptima: lo único que logra prevenir con mucha efectividad son las formas más graves, progresivas, de tuberculosis en niños muy pequeños, como meningitis y tuberculosis diseminada en menores de un año. Pero no sirve para prevenir la tuberculosis pulmonar”.

Si bien actualmente los casos en niños no son muchos –aproximadamente 50 de 900–, las estimaciones indican que 10% de los infectados deberían ser niños, lo que quiere decir que hay niños que no han sido diagnosticados o que se curan solos de la enfermedad. Pírez aclaró que esto no es bueno, porque es posible que esos niños no se curen completamente y esto puede traerles complicaciones más adelante. “Nosotros creemos que ahora los pediatras están muy sensibilizados con el tema y tienen en cuenta la tuberculosis, algo que hace unos años no ocurría. Cuando una afección del pulmón, del hueso, del sistema nervioso central, no tiene una explicación clara, los pediatras piensan en la tuberculosis. Es bueno, además, que la sociedad en general tenga en cuenta que esta enfermedad sigue existiendo y está presente. Lo que sucede es que la tuberculosis es una enfermedad muy estigmatizada y nadie quiere hablar del tema, ni mucho menos saber que en su familia hay alguien que la padece. Por eso, lo que nosotros decimos es que hay que actuar con responsabilidad, y si un adulto tiene síntomas como una tos persistente, sudoración excesiva y adelgazamiento, debe consultar. Cuando un niño es diagnosticado con tuberculosis es muy importante encontrar a la persona que lo contagió, que en la enorme mayoría de los casos pertenece a los círculos más cercanos”.

Pírez también hizo especial hincapié en los tratamientos para las personas diagnosticadas, que deben tener un estricto seguimiento, ya que son muy efectivos pero llevan alrededor de seis meses. “El tratamiento consiste en la administración de tres antibióticos muy efectivos. Al principio las tomas se hacen varios días a la semana, después tres veces a la semana y luego se van disminuyendo. El tratamiento incluye un fuerte seguimiento, que implica que los enfermos tienen que ir a tomar la medicación a los dispensarios de la CHLAEP. Es clave que las personas continúen con el tratamiento, porque si toman la medicación en forma intermitente pueden generar resistencia a los antibióticos, algo que puede ser muy grave”, explicó.

En la actualidad, si hay un enfermo diagnosticado, todas las personas que conviven con él son consideradas contactos, por lo que también a ellas se les hace un análisis para determinar si están contagiadas. En caso de que no lo estén, se les indica una medicación específica: un antibiótico llamado isoniacida, que previene la enfermedad.

Aunque hay grupos de riesgo en los que la aparición de la enfermedad es más común –las personas infectadas con VIH, la población carcelaria y las personas con dependencia a drogas o en situación de calle–, más de la mitad de los casos se registran en personas saludables, por eso es importante generar la conciencia de que el problema existe. “Estamos trabajando en el tema la CHLAEP, el Ministerio de Salud Pública y la Administración de los Servicios de Salud del Estado. La idea es descentralizar lo más posible el servicio y salir a buscar casos en los departamentos donde hay mayor cantidad de gente enferma, como Montevideo, Maldonado, Soriano y Paysandú. Lo que queremos es que la población sepa que este problema existe y que si se sigue el tratamiento en forma adecuada es fácil de solucionar. La mortalidad es baja pero no despreciable, ya que aproximadamente 14% de los enfermos fallece. Nosotros tenemos un desafío sanitario, porque pasamos de tener una incidencia mediana baja a tener una incidencia mediana alta. En el contexto global no estamos mal, pero estábamos mejor. En un país como el nuestro, tan pequeño, en el que los diagnósticos y la medicación son gratuitos, la tuberculosis no debería ser un problema, pero de hecho lo es, y por eso la Organización Panamericana de la Salud está atenta al tema y enfocada en que Uruguay esté más activo en esta cuestión. Se hace mucho, pero el tema sigue estando presente”, concluyó Pírez.

Números de la enfermedad en Uruguay

• Según datos de 2017, la incidencia entre la población general es de 26,7 cada 100.000 habitantes.

• Montevideo (38,01 cada 100.000), Soriano (32,13), Maldonado (29,85) y Paysandú (27,71) son los departamentos con mayor cantidad de casos.

• En adultos, la franja etaria más afectada es la que va de los 25 a los 40 años, en la que la incidencia es de 40 sobre 100.000. En niños de entre cero y cuatro años la incidencia es de 10,5 cada 100.000.

• Entre la población carcelaria la incidencia es de 754,4 cada 100.000 y entre la población VIH positiva es de 1.209 cada 100.000.

• En 2017, 69% de los casos fueron diagnosticados en instituciones de salud pública y 31% en instituciones privadas.

• En la evaluación de datos de 2016, 75,9% de los diagnosticados con tuberculosis recibió un tratamiento exitoso, 11% lo abandonó y 13,1% falleció.